La autora leonesa de 'Los tiempos de Olvido' trae una historia de superación, homenaje a la literatura erótica.
Dice Macu García González que se considera ciudadana del mundo aunque el lugar de nacimiento imprime carácter. Y si hay un mundo en el que vive la autora, nacida en León, pero habitante de ese Valladolid que tanta vida literaria tiene, es el de las letras. Su primer libro Los tiempos de Olvido, recorrió la geografía de nuestra tierra con el empeño que siempre pone Macu García en todo lo que escribe porque como afirma la autora “Creo firmemente en lo que estoy haciendo”. Esa escritura teñida de deseo, de mujeres empoderadas que encuentran su camino, de vida cotidiana y, al mismo tiempo, en este libro, de ardiente fantasía. Las novelas de esta autora de relatos que publica su segunda novela con la misma intensidad que se entregó a la primera, tienen un sello personal que fascina al lector, superación, sí, deseo, también, y sobre todo, un empeño particular y tremendamente suyo.
La originalidad de Macu siempre sorprende al lector. En La lectora, una protagonista que parece haber perdido la batalla contra la soledad, encuentra una forma de habitar en ella. Trabaja de noche como vigilante de un aparcamiento y pasa sus días leyendo, fundamentalmente, novelas eróticas a las que la autora hace un encendido –nunca mejor dicho- homenaje. La niña que leía la saga de Angélica ¿Quién no ha visto hace años aquellos volúmenes por las bibliotecas familiares? colecciona ahora los títulos de “La sonrisa vertical”, solazándose también en otros libros que le proporciona una librera, Lucrecia, también solitaria y fuerte. Ambas mujeres habitan su propia soledad y la incomprensión en la que vive una Vanessa víctima de su propio cuerpo y quizás, una concesión a la diferencia que la autora maneja con soltura. Nadie está a salvo de la violencia, ni siquiera la protagonista metida en su casa y envuelta en libros con la sola compañía de una mascota que es uno de los hallazgos de la novela. Nadie está a salvo, ni siquiera en su casa.
El punto de inflexión, el ataque, llega, como no puede ser de otra manera, a través de las redes sociales. El lobo del cuento de Caperucita tiene otras maneras de devorar a niñas quizás no tan inocentes. Y ahí está el quid de la novela, de la historia, hasta qué punto la ficción puede ser utilizada y servir, quizás irónicamente, de salvación como en los cuentos. Pero no hay que levantar el velo de la intriga y sí disfrutar de este catálogo de bocados apetitosos porque hay algo de antiguas novelas enfangadas de sexo que sabe conjurar Macu García. La acción atrapa al lector e incluso, juega con la intertextualidad que termina con fragmentos de relatos que aparecen como regalo final.
Tiene la autora ante sus lectores esos colores vivos, alegres, que caracterizan a una mujer fuerte, trabajadora y empeñada en su tarea de escritura. Afirma que antes de sentarse a escribir ya sabe si la historia se desarrollará en forma de relato o de novela, porque está perfectamente urdida en su cabeza, aunque le gusta más la novela “Porque me permite que los temas que trabajo se aborden de una manera más intensa. Temas siempre sociales, en los que pone el foco porque está convencida de que “El escritor tiene que ser un altavoz de lo que no se habla. Esa es la opción que yo he tomado, las demás me parecen muy respetables, pero esta es la mía”. Macu García gracias a su trabajo, muy intenso, y a sus vivencias, sabe que hay una parte de la sociedad que precisa de foco en determinados temas y trata de enfocar su escritura hacia ellos: el papel de la mujer, la transexualidad, la soledad, la dependencia emocional… y lo hace con le mismo empeño con el que escribía de niña, víctima de una enfermedad que la recluyó en casa, con sus libros y cuadernos. La vida laboral y la maternidad hicieron que la escritura se mantuviese en un compás de espera y ahora fluye en estas novelas que cuida hasta el último detalle: “La portada es obra de una diseñadora a la que di varias indicaciones: tenían que aparecer el aparcamiento donde trabaja la protagonista, los libros, el tacón rojo que representa el sexo, el antifaz de la mentira, y el volumen de “La sonrisa vertical”, si os fijáis en la falda de la mujer, son las páginas de un libro.
Un libro, siempre en papel, del que está enamorada, hasta físicamente, la escritora. Páginas de sensuales suavidades, lomos para ser acariciados, el olor que nos embriaga en una librería. Una librería que, con Macu García González se tiñe de colores intensos y de ese aura insólita de deseo que acompaña cada una de sus palabras.
Charo Alonso. Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.