OPINIóN
Actualizado 14/11/2025 14:10:19
Julio Fernández

Los líderes de la derecha extrema del PP y de la extrema derecha de VOX y sus formaciones políticas satélites, están incrementando exponencialmente la crispación política y social hasta límites jamás conocidos en los 50 años que han transcurrido desde la muerte del dictador Franco. Es un síntoma claro de la impotencia que sienten al ver que no derrocan al presidente Pedro Sánchez y a su Gobierno, mostrando una ansiedad sin precedentes en la búsqueda por el poder, que les impide ver la realidad.

Lo que está ocurriendo en los últimos tiempos en la política y la sociedad española es de una gravedad extrema, que no tiene parangón en los 50 años que ahora se cumplen desde la muerte del dictador Franco. Es cierto que llevamos más de 15 años disfrutando de una convivencia pacífica sin el cruel terrorismo de ETA, pero las bravuconadas de los mensajes incendiarios de la derecha extrema del PP y la extrema derecha de VOX y de sus formaciones políticas satélites, fascistas y nazis, no son menos graves que los actos de la “Kale Borroka” que sufrimos a finales del siglo pasado y principios de éste, en Euskadi y otras zonas del territorio nacional.

Estoy convencido de que si a finales de los noventa del siglo pasado, algún parlamentario de la izquierda abertzale hubiera llamado de forma insistente y sostenida en el tiempo “hijo de puta” al entonces presidente del gobierno Aznar, les hubieran detenido, ingresando en prisión, el Instructor de turno de la Audiencia Nacional les hubiera decretado prisión preventiva, condenado a varios años de prisión por delitos de terrorismo y pertenencia a banda armada y hubieran cumplido sus condenas íntegramente en departamento especial del régimen cerrado de primer grado de tratamiento penitenciario y dispersados por cárceles españolas muy alejadas de Euskadi.

No hace falta, incluso, remontarse tan lejos, puesto que con el gobierno de M. Rajoy se aprobó la conocida como “Ley Mordaza” para perseguir sin tregua a los manifestantes que surgieron del movimiento 15-M, que salían a protestar a la calle por los brutales recortes del Ejecutivo del PP y que llegaron a rodear el Congreso de los Diputados.

En la actualidad, la derecha reaccionaria –que aglutina a todas las formaciones conservadoras al haber desaparecido la derecha moderada- está sistemáticamente insultando, incitando a sus seguidores a ocupar las calles, a destrozar sedes y Casas del Pueblo del PSOE y a golpear y quemar muñecos con la cara del presidente del gobierno. Y no se queda todo ahí, puesto que líderes radicales como Vito Quiles, apoyado firmemente por Ayuso, Abascal. Feijóo y otros líderes de la derecha política, económica y mediática, está intentando captar y adoctrinar a jóvenes en campus universitarios, en una operación idéntica a la que históricamente se produjo en el periodo de Entre Guerras Mundiales en el que proliferaron los grupos fascistas en Italia y nazis en Alemania, alimentando el “huevo de la serpiente” (excepcional película de Igmar Bergman, que escenifica perfectamente aquella ominosa época) y provocando que otros grupos también de estudiantes universitarios antifascistas –más numerosos- se reúnan para contrarrestar esa amenaza y pueda organizarse una batalla campal de consecuencias funestas imprevisibles.

En el fondo, es esto lo que pretende Vito Quiles y sus seguidores, para después criminalizar a los estudiantes antifascistas, hacerse las víctimas e implicar al gobierno acusándole de instigador de los disturbios producidos. Está todo estudiado y medido. Y, por desgracia, cuentan con cantidades ingentes de dinero, que los financian, procedente de grandes lobbies económicos nacionales e internacionales.

Por su parte, en los gobiernos territoriales que ostentan la derecha extrema y la extrema derecha (PP+VOX), se han puesto de acuerdo para que sus propuestas políticas y programáticas converjan, inexorablemente, en la única gestión que a todos les interesa: acabar, por cualquier medio –legítimo o ilegítimo-, con el gobierno de Pedro Sánchez. Se conciertan para paralizar la gestión de políticas publicas tan necesarias como la sanidad, la educación o los servicios sociales, abandonando escandalosamente reuniones de los ministerios competentes con los respectivos consejeros de las Comunidades Autónomas. Lo han hecho descaradamente con la “quita de la deuda” a pesar de que a muchas regiones como Valencia o Andalucía les vendría muy bien –en el fondo lo están deseando pero, por orden de sus jefes nacionales Ayuso y Feijóo, no lo hacen anteponiendo su interés partidista y electoral al interés general- y sólo por la obsesión enfermiza de perjudicar a Cataluña y al gobierno central. Lo siguen haciendo –la última vez plantando a la ministra de sanidad- no informando al gobierno de qué médicos se acogen a la objeción de conciencia en la práctica de abortos legales o en la información de los datos sobre cribados de cáncer de mama y, además, se vanaglorian públicamente, en sus parlamentos regionales o ante los medios de comunicación, de no hacerlo, culpando siempre, eso sí, al gobierno central y fundamentalmente a su presidente Pedro Sánchez, al que tienen una inquina especialmente violenta.

Últimamente, las algaradas tipo “Kale Borroka” ya no sólo se protagonizan en las calles coreando el mantra de “Pedro Sánchez, hijo de puta” –como escuché este jueves a un grupo de estudiantes universitarios salmantinos, reducido, eso sí, por suerte y borrachos como cubas, en cierto lugar de la ciudad y en una fiesta de facultad, ¡vaya ejemplo de educación!- sino que el espíritu de esa práctica nefasta, dañina y criminal se corea en las comparecencias de líderes regionales como Ayuso en los parlamentos autonómicos, ofreciendo una imagen penosa y tercermundista. Y lo más grave de todo no es sólo que Ayuso vomitando odio y con mirada asesina diga esa sarta de barbaridades, sino que sus correligionarios rían a carcajadas, la aplaudan a rabiar y disfruten como lo hacían los espectadores del circo romano en la “damnatio ad bestias”, en la que los condenados a muerte y los primeros cristianos durante las persecuciones eran arrojados a la arena del circo con fieras, especialmente leones.

Y, por supuesto, no sólo en el ámbito nacional patrio español, sino también fuera de nuestras fronteras. Son varios los viajes que Feijóo ha hecho a las instituciones europeas para atacar a Pedro Sánchez y a su gobierno, Ayuso en otros foros de USA y Aznar esta semana en un evento de la organización Iniciativa Democrática de España y las Américas, en Miami, cuando dijo que el gobierno español es el más extremista, porque está compuesto por comunistas, separatistas y antiguos terroristas y que “apoya todas aquéllas manifestaciones donde se producen atentados contra la libertad, contra la democracia y contra los derechos humanos”(…) ¿Qué sabrá este señor de derechos humanos, cuando apoyó una guerra con mentiras contra Iraq o amenazó a muchos medios de comunicación después de los atentados islamistas de Atocha porque defendían la verdad, cuando él quería engañar a la ciudadanía diciendo que era ETA la responsable del atentado más grave sufrido en Europa, sabiendo que electoralmente le beneficiaba? ¿Por qué no dice –tan patriota como se define- que el crecimiento económico de España es cuatro veces superior al de la media europea en los últimos años y que el consumo en ocio y turismo se ha incrementado exponencialmente entre los ciudadanos españoles?

La obsesión por el poder de los líderes del PP es patológica; padecen una enfermedad seria y muy grave. La ansiedad que padecen les impide ver la realidad y estoy seguro de que si el gobierno mantiene el pulso, la serenidad y no cae en la tentación –muy humana por cierto- de responder con las mismas armas –fatídicas y terribles armas-, tendremos gobierno y presidente para mucho tiempo. Eso es lo que realmente temen los líderes de la derecha extrema del PP y de la extrema derecha de VOX y sus formaciones políticas satélites.

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