CULTURA
Actualizado 14/11/2025 13:40:39
Charo Alonso

La autora argentina exiliada en España y el biólogo salmantino responsable de la Fundación Tormes, escriben para la Editorial Páginas de Espuma este hermoso libro.

Cuentan entre las páginas que son ramas de este hermoso libro que la hija de Raúl de Tapia, Luna, trajo a la casa una planta maltrecha a la que cuidó y adoptó diciendo “Este es mi árbol de compañía”. Y es bajo los árboles de una estancia portuguesa donde inicia el relato de este viaje la escritora y maestra de escritores Clara Obligado, una mujer del exilio cuyas raíces, ya después de tantos años, están tan enraizadas en la tierra nuestra como las firmes y poderosas de los árboles que planta junto al río el botánico, divulgador y poeta, Raúl de Tapia.

Publicado por una editorial cuidadosa, de jardín mimado, Páginas de Espuma, este libro de dibujos botánicos y fecundo diálogo anida entre los géneros del yo para ser confesión de amistad, divulgación literaria y botánica y sobre todo, cercanía entre dos campos siempre artificialmente contrapuestos. Las ciencias y las letras esta vez parecen abrazarse como las copas de esos árboles que comparten vecindad amena en el bosque que forman Clara y Raúl, y la voz de ella aparentemente en primer plano, ella, la mujer que soñó el libro y buscó al pastor de los árboles, pero con la sabiduría amena y rigurosa del científico versado en citas referencias no solo históricas y botánicas, sino literarias.

Es este hermoso libro un compendio de nuestra vinculación con el árbol y su vocabulario –arbolecer, hojecer, vernación, mutualismo-, el árbol y su comunidad de bosque tan parecida a una biblioteca. El libro mismo era antes madera, árbol que retoña entre nuestras manos mientras nos sentamos bajo su copa, protegidos de los largos veranos y de la contaminación que aspiran. El árbol que sirve de hogar a los seres que huyen de ese fuego que los devora en tiempos de polvorín. Un árbol que recorren los autores mientras conversan, a menudo muy lejos uno del otro, pero siempre aferrados a un mismo tronco, la voz de la autora recibiendo el discurso del biólogo que, en ocasiones, es más poético que la propia escritora volcada en lo científico. Este libro que cuenta el proceso de su escritura, es también el cuaderno de campo de un encuentro personal, de un empeño en ocasiones difícil y de un objetivo, hacer que nos reconciliemos con estas catedrales vivientes que tanto nos ayudan y que no son, en modo alguno, mobiliario urbano que se pueda trasladar con facilidad.

Es para ambos autores un proceso este libro hacia la luz y la siembra. Se sueña el bosque y se planta con generosidad el árbol que quizás no veremos desarrollarse en plenitud. Es un acto de confianza hacia el futuro, como escribir un libro que otros leerán a la sombra del deseo de los escritores. En un puñado de semillas anida el futuro. “Ver crecer un bosque es un privilegio” afirma Raúl de Tapia, responsable de que una gravera se volviera de nuevo fértil ribera del Tormes. Ambos riegan el paisaje de libros que aluden a los árboles, citas y viajes en los que recorren el árbol bajo el que se sentaban los consejos medievales, o el que se planta en el memorial de los muertos y los hechos históricos. Ambos hacen de sus manos un nido para el futuro y cuentan los anillos circulares de un Dante caído, el tronco poderoso del que tallar el mueble de la cama, la mesa donde escriben, la silla en la que reposa el labrador de la tierra. Una tierra que siempre rebrota, como la escritura, la amistad, la vida y la esperanza. Y quizás sea ese el auténtico fruto de este árbol cuidado a dos manos: la esperanza. Tan necesaria como estás páginas de una fértil belleza.

Charo Alonso.

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