OPINIóN
Actualizado 14/11/2025 07:56:16
Manuel Rodríguez Fraile

El fin no justifica los medios, sobre todo cuando los medios son seres humanos y los fines económicos o geopolíticos.

No Dejar a Nadie Atrás ese es desde 2015 el principio número 2 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible a la que se comprometieron los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas, pero cada vez dejamos más gente y más pueblos atrás.

Desde aquel año, hemos dejado atrás al pueblo afgano en 2021 tras 20 años de guerra de las tropas de OTAN en coalición con el Ejercito estadounidenses cuyo frustrado objetivo no fue otro que el de poner fin al fundamentalismo de los talibanes, porque estos tras la retirada no tardaron ni 24 horas en recuperar el poder.

También, tras 2 años del infame genocidio en Gaza y Cisjordania con un saldo de casi 70.000 muertos, 170.000 heridos y mutilados y 2 millones de personas desplazadas se firmó un vergonzoso acuerdo de alto el fuego y dejamos atrás a los palestinos.

En estos días recordamos otro pueblo al que dejamos atrás hace 50 años, porque en 1975 dejamos atrás al pueblo saharaui, lo triste es que muchos ciudadanos españoles hoy no sabrían colocar el Sahara Occidental en un mapa. Miguel de Unamuno decía que “A veces, el silencio es la peor mentira” y no me cabe duda de que nos mienten porque estos pueblos y muchos otros son utilizados como medios, como moneda de cambio, para lograr inconfesables fines.

La historia del pueblo saharaui es larga y compleja así que sólo citaremos los hitos más importantes. El Sahara Occidental fue colonia española desde 1884[1] y de 1958 a 1976 fue oficialmente la provincia número 53 del Estado Español. Tenían su DNI, libros de familia, sellos de correos, la matricula “SH” en sus coches, 6 procuradores en Las Cortes de Madrid; todo como culo que le convertía en territorio español como Murcia o La Coruña. Pero en 1956, tras independizarse Marruecos de Francia, el primer rey del nuevo país, Mohamed V comenzó a reclamar aquel territorio como parte del Gran Marruecos que, según las aspiraciones del monarca, debería incluir no sólo el Sahara Español, también el estado de Mauritania (independiente desde 1960), y amplias zonas de Mali y Argelia estados independientes desde 1960 y 1962 respectivamente.

Al iniciarse la década de los 70 el Gobierno español empezó a considerar la posibilidad de una autonomía que comunico a las Naciones Unidas proponiendo la celebración de referéndum de autodeterminación en 1975 que fue aceptada.

Pero Hasán II, el nuevo rey de Marruecos no estaba de acuerdo con la decisión del Organismo Internacional así que en noviembre de aquel mismo año lanzó una marea humana forma por casi medio millón de marroquíes desarmada y con un ejemplar de Corán en la mano a invadir el territorio sahariano. Una acción que paso a la Historia como “La Marcha Verde[2]”, una operación muy compleja de presión que no hubiera sido posible sin el apoyo logístico de los Estados Unidos y Francia.

La población saharaui se vio obligada a abandonar su tierra y huir adentrándose en el desierto argelino ante la pasividad internación y abandono del Gobierno español presidido entonces por Arias Navarro que los saharauis consideraron y aún consideran una traición.

Para entorpecer las frecuentes incursiones de las guerrillas saharauis en el territorio invadido, Marrueco inició en 1980 la construcción de un muro de arena y piedras de más de 2.720 kilómetros de largo y unos 3 metros de altura protegido por campos de minados que separa la zona invadida por los marroquíes (aproximadamente las 2/3 partes del territorio de la antigua colonia incluyendo toda la costa atlántica) de una estrecha franja desértica donde se ven obligados a vivir los saharauis. Hoy es conocido como el muro de la vergüenza y es el más grande del mundo. No todos los muros han caído.

A mediados de 1988 se firmó un alto el fuego entre Marruecos y el Frente Polisario acordándose la presencia de una misión de paz NN.UU. para preparar el referéndum. Pero las acusaciones mutuas de ruptura del alto el fuego se fueron prolongando durante las dos siguientes décadas imposibilitando su celebración.

El Sáhara Occidental está hoy en un limbo tanto jurídico como político y sin un futuro claro a la vista. El Gobierno español se limita a darle ayuda económica ya que no ocupa un lugar destacado en su agenda política y algunas familias traen a niños y niñas saharauis a pasar unos días de vacaciones en verano.

Es cierto que una importante parte de la sociedad civil española apoya las demandas del pueblo saharaui, pero otra no tiene ni idea sobre esta situación. Decía el periodista Santiago Riesco Pérez en un artículo publicado el día 8 de este mes La causa saharaui y la solidaridad española cumplen 50 años de una conexión profunda que se ha forjado lejos de los despachos gubernamentales. Y es que la pasividad a nivel político es casi absoluta.

Últimamente el Gobierno socialista de Pedro Sánchez parece inclinarse más hacia las posturas defendidas por el Reino de Marruecos que a la causa saharaui abandonando nuestros compromisos históricos con ese pueblo con lo que es previsible que a no mucho tardar dejemos otros cientos de miles de personas atrás.

Decía Martin Luther King que "Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir juntos, como hermanos". Está claro que el compartir no ha sido nunca un rasgo fuerte de nuestra especie. El ser humano no es una moda, no puede ser algo pasajero, es un compromiso con todos loque eso significa, por eso no estoy seguro de que merezcamos el adjetivo de “humanos” que tanto nos gusta adjudicarnos.


[1] Fue reclamado por España en la conferencia de Berlín en la que las potencias europeas se repartieron el continente africano, en la que todas quisieron “pillar cacho”.
[2] El color verde hace referencia al color del Islam, de la fe y de la legitimidad religiosa.

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