La llegada del frío abre la temporada de las matanzas tradicionales
Martín de Yeltes volvió a celebrar, este martes 11 de noviembre, la festividad de San Martín de Tours, patrón de la localidad y cita ineludible para los martillenses siempre que las obligaciones y la distancia lo permiten. Es una jornada marcada por la nostalgia: el día en que el pueblo se reencuentra consigo mismo, cuando el aire se enfría y los abrigos regresan del fondo del armario y, comienzan a tantearse los pesos de los cebones en corrales y fincas. Con la llegada del frío, las despensas se preparan para las matanzas: es tiempo de curar chorizos, salchichones, morcillas y farinatos, los manjares que sostendrán las mesas familiares hasta bien entrado el verano.
Las celebraciones comenzaron el sábado 8 de noviembre, aprovechando el fin de semana para reunir a los más jóvenes que viven fuera del pueblo. Una gran comida de confraternidad sirvió de preámbulo a una animada sobremesa y tardeo musical, amenizado por un DJ que extendió la alegría hasta bien entrada la noche.
El día grande, el propio 11 de noviembre, tuvo como eje la misa solemne en honor a San Martín, celebrada en una iglesia abarrotada de fieles. Tras el oficio, la imagen del santo recorrió en procesión las calles del pueblo, acompañada por la devoción de los vecinos y los sones tradicionales de El Mariquelo y su grupo, que pusieron música y danzas a la jornada.
La ceremonia estuvo presidida por el párroco local, Rafael Caño, junto a sus predecesores Isidoro Sánchez y Gabriel Ángel Cid. Este último, emocionado, agradeció a sus antiguos feligreses la década que compartió con ellos (2012-2022) y obsequió un ejemplar de su libro, una memoria que resume veinticinco años de su sacerdocio.
Entre los asistentes se encontraba el alcalde de la localidad, Eleuterio Fuentes, acompañado por miembros de la corporación municipal, que participaron activamente en los actos litúrgicos.
Con la imagen del santo ya de regreso a las puertas de la parroquia advocada al santo celebrado, tuvo lugar el tradicional ofertorio, preludio de un consistente convite popular ofrecido de forma dádiva por el ayuntamiento a todos los asistentes. Un gesto que, año tras año, refuerza el espíritu comunitario de un pueblo que, en torno a su patrón, se reconoce, se abraza y da la bienvenida al invierno con el calor de sus costumbres.