CULTURA
Actualizado 11/11/2025 20:43:42
Charo Alonso

El biólogo salmantino habla para SALAMANCArtv AL DÍA de este libro, publicado por la Editorial 'Páginas de Espuma', que une ensayo divulgativo y literario, poesía, autobiografía y el amor de los autores por la naturaleza

A Clara Obligado, escritora, maestra de escritores, exiliada, la desenraizaron del paisaje argentino para plantarla de nuevo entre nosotros. A Raúl de Tapia, a cuya serenidad y solidez siempre me acerco como si fuera un árbol protector, le crecen raíces a lo largo del Tormes. Juntos han elevado un bosque de palabras con el que el lector vuelve a mirar al árbol con reverencia, buscando su protección, su sombra y su eco de papel. Un libro que es árbol, un árbol que es este maravilloso libro que se presentará en ese bosque de la belleza en La Casa Lis, pero antes, Raúl de Tapia hace un claro en el follaje de sus obligaciones y se sienta con nosotros a la sombra de sus páginas.

Charo Alonso: Felizmente parece que hay un gran número de publicaciones que trabajan el tema de la naturaleza, Raúl.

Raúl de Tapia: Es cosa de hace ocho o nueve años. Cuando empezamos el programa de radio “El bosque habitado” había pocos títulos vinculados a la naturaleza, y menos aún a la botánica. Estaban más dedicados a la fauna o a la divulgación científica. Hace unos años la cosa ha cambiado bastante.

Ch.A.: ¿Tiene que ver con el miedo que estamos teniendo al cambio climático y a los efectos de la contaminación?

R.deT.: Sentimos necesidad de naturaleza, estamos más cerca de los árboles, de las plantas que de la fauna. Nos ha marcado el hecho del covid, que hizo que la gente saliera de casa a buscar el contacto con los árboles. Ha decaído un poco, cierto, pero es un tema recurrente desde entonces y las editoriales se están apuntando a esta tendencia. Además, se está investigando más sobre los árboles y los bosques, que son el árbol en su conjunto. Los bosques representan la vida en comunidad de los árboles.

Ch.A.: Es un libro escrito a dos manos ¿Quién se lo propuso a quién?

R.deT.: Clara me buscó a mí, lo cuenta en el libro, se despertó un día soñando con este libro y me llamó a las cuatro de la tarde. No nos conocíamos mucho, de algún encuentro, de alguna charla en Asturias en el evento ”Bosqueografías”.

Ch.A.: Es curioso que ella afirme siempre su condición de “exiliada” y tú seas una persona enraizada en el mismo lugar. Por cierto, me gusta esta portada, es un árbol con todas sus raíces.

R.deT.: Ni siquiera ves el 50% de un árbol cuando lo miras. El árbol es mucho más, y cuando está en el bosque tiene continuidad. Hay lugares donde las raíces están enlazadas compartiendo el agua, es un nivel de relación, de hermanamiento… bueno, quizás esta es una palabra muy humana. Es un nivel de relación intrínseca entre los árboles. Clara es escritora y yo me dedico más a la divulgación, eran dos miradas…

Ch.A.: Pero escribes poesía, no hay que olvidarlo ¿Cómo fue vuestro trabajo? Habla ella, pero detrás está tu voz constante y los dibujos que haces.

R.deT.: Clara decidió que se escribiría en primera persona porque a la hora de redactar era menos complejo. Se buscaba que no hubiera una segunda voz a pesar de las aportaciones mías. Es en cierto modo un recorrido vital, todo se ve a través de su escritura aunque están imbricados los textos que yo escribía y ella insertaba. Todo era fruto de conversaciones y Clara siempre acababa diciendo: Raúl, escríbelo. Yo le enviaba el texto y ella lo trabajaba.

Ch.A.: ¿Es cierto que este fantástico título nació de una ocurrencia de tu hija Luna?

R.deT.: Sí, lo contamos en el libro, fue literal. Ella apareció con mi padre y con una planta hecha polvo, llevaba hasta trozos de cemento pegados. No podía tener un animal en casa porque somos contrarios a esa idea y cuando trajo la planta, la cuidó, la sacó adelante la adoptó y dijo que era su árbol de compañía.

Ch.A.: Dices que este libro es un recorrido vital de Clara Obligado, pero también cuentas en él historias duras de tu infancia, me ha sorprendido su crudeza.

R.deT.: No todas las infancias son lugares felices. Yo me sinceré con Clara porque una forma de hacer amigos una vez pasados los cincuenta es hablar, sincerarse, contarnos partes de nuestras vidas y hasta soltar algunos lastres personales. Esta consideración que tenemos ahora con los niños, este tenerlos en cuenta, este respeto y atención no era propia de nuestra infancia. En esa época eras el último, valías en cuanto eras capaz de hacer.

Ch.A.: Es cierto. Oye, Raúl, este libro está lleno de citas, citas magníficas.

R.deT.: Y es muy singular en cuanto a las citas, porque en un momento dado empezamos a cambiarlas. Se supone que las citas de referencia científica las tenía que dar yo, pero no, venían de Clara, y las literarias eran mías. Eso sí, todo lo que dice cada personaje es fruto de las conversaciones, todo el discurso es sincero y está muy mezclado.

Ch.A.: Hablando de mezclas este es un libro extraño: un ensayo sobre los árboles, una autobiografía, un texto lírico, un ejercicio divulgativo de expresiones, citas, referencias…

R.deT.: Este libro ha ocurrido tal y como se cuenta. Partimos de la oscuridad hacia la luz y durante los primeros meses no tuvimos claro nada. No queríamos que se perdiera el diálogo entre los dos, se escribe aquí conversando y escribiendo, intercambiando. Hay algo curioso, en ocasiones estábamos de viaje, en países distintos a lo largo del proceso del libro y trabajábamos, nos enviábamos fotografías de los borradores de libro. Una vez Clara estaba en Nueva York, en un hotel y yo con nieve en los Alpes hasta aquí. Y en cada uno de esos viajes íbamos encontrando árboles, como los de los memorandos de las Torres Gemelas mientras yo hablaba de la línea que no pueden traspasar los árboles en las montañas porque mueren por incapacidad. Fue una parte muy agradable del proceso que no aparece tanto, eso de que uno estuviera en un lugar y yo, por ejemplo en las Azores o en las islas Feroe.

Ch.A.: O en vuestros refugios favoritos.

R.dT.: Sí, ella en la Vera, en Cáceres y yo en San Martín del Castañar, pertenezco a la ribera, que es más sonora, pero me he ido enamorando de este lugar, tengo con la gente conversaciones muy singulares.

Ch.A.: Lugares para buscar el silencio…

R.dT.: Hay un aparato que se llama Sonómetro que parece que lo ha diseñado un urbanita. Te mide el sonido y te dice que estás en una zona de mucho tráfico, pero cuando baja de 30, por ejemplo, te dice que estás en una biblioteca y no en medio de la naturaleza.

Ch.A.: De todo lo que decís, y que me encanta, me quedo con el hecho de que todo libro ha sido árbol y que una biblioteca es en realidad bosque…

R.deT.: Cierto, este libro ha sido árbol, los seres vivos que lo han habitado, el tiempo que ha vivido, todo eso ha pasado por este libro, el papel tiene una memoria de cuando fue bosque. Hay un poema de Hamid Tibuchi que habla de cuando las puertas y las ventanas se acuerdan de que fueron bosque y en la casa hay un ruido de animales en las habitaciones. Queremos hacer un acto de activismo en el que los autores planten en la Fundación Tormes olmos y fresnos como un acto de justicia ante los libros que han escrito.

Ch.A.: Va a ser hermosísimo. Es complicado señalar algo en todas estas cosas maravillosas que decís sobre los árboles, nuestra lengua y la literatura.

R.deT.: Es un libro que también tiene un objetivo: ser encuentro entre las ciencias y las letras a través de los árboles. Esta división artificial nos ha llevado a perdernos muchas cosas. Los árboles están en nuestra especie, nos han influido siempre, forman parte de nuestra manera de entender el mundo. Pertenecen a las religiones, a todas, y a lo largo de la historia hemos tomado decisiones debajo de la copa de un árbol de la plaza. Tenemos que retomar el respeto que siempre les hemos tenido y la importancia que tienen para nuestra vida. Recuerda que, tras el confinamiento, la gente no iba a pasearse por las calles, buscaba la ribera, el parque, el jardín, como una señal de identidad, de vida… de ahí que animemos a que todos busquemos nuestro árbol de compañía.


Charo Alonso, Carmen Borrego.

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