OPINIóN
Actualizado 06/11/2025 09:43:12
José Luis Puerto

Todos estos días, desde hace ya alguna semana y casi ahora mismo, diversos medios de comunicación están hablando sobre la pobreza en España. Dan datos sobre ella muy desfavorables para nuestro país, con respecto a otros pertenecientes a la comunidad económica europea, ese privilegiado club del primer mundo al que pertenecemos.

Uno de tales datos es que España se encuentra entre los países de tal club europeo con mayores desigualdades entre los sectores sociales o, para entendernos mejor, entre ricos y pobres.

Y otro dato también es escalofriante. Prácticamente un cuarto de la población española sería pobre. Pongámosles todos los matices que queramos, pero, a la hora de la verdad, es así.

No vamos a entrar ahora aquí –no es el cometido de estas líneas– en dar estadísticas, ni datos precisos, ni porcentajes, ni cifras… Tal tarea corresponde más bien a los informes sociológicos, que se están dando estos días y desde hace tiempo, tanto elaborados en nuestro país como en los organismos europeos.

Uno de los observatorios más fiables y permanentes sobre la pobreza en España, desde hace ya muchos años, es el de Cáritas, que, a través de su informe ‘foessa’ sobre exclusión y desarrollo social, nos pone un espejo sobre lo que somos.

Uno de los rasgos del último informe ‘foessa’ es que se está advirtiendo un proceso, hasta ahora inédito, de fragmentación social en España, en el que se está produciendo un proceso de contracción de la clase media.

A partir de tal dato, podríamos decir que, al adelgazarse la clase media y convertirse no ya en el sector social más amplio, no pocas capas de ella se están sumergiendo en los territorios de la pobreza.

¿Por qué? Hay propuestas políticas en nuestro país que no apuestan por los intereses de la mayoría social, del bien común, si queremos, y que van siempre remando, de muchas y de diversas maneras, algunas muy sutiles y hasta disimuladas, en favor de los poderosos. Las privatizaciones encubiertas de todo tipo y en sectores claves (sanidad, educación…), sin que lo parezca, constituyen uno de tales recursos en contra del bien común.

Luego está ahí, sin solucionar ni resolver y, por el momento, sin haber atisbos de que tal cosa ocurra, el gravísimo problema de la vivienda, encareciéndose de continuo, y tensionada (como se dice ahora) por las continuas adquisiciones de los llamados fondos buitres, de los capitales americanos, o de los jubilados europeos, que colonizan todo el Levante y Andalucía, o de los apartamentos turísticos, que crecen de continuo como setas… Todo lo cual hace que un bien que tendría que estar al servicio de los ciudadanos y de las familias españolas, no lo esté.

Añadamos a ello los salarios bajos, el desfase entre lo que es un salario en España y lo que son los precios y recibos de luz, de agua y demás.

La pobreza está muy presente en nuestro país. Todas las políticas que se hagan que no le pongan remedio van en contra del bien común y, por ello, de todos.

Tendríamos que estar a tiempo de poner remedio a una deriva antisocial que nos hunde como país.

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