Me limitaba a amarte, la interesante novela de la italiana Rosella Postorino, nos lleva a Bosnia, en particular a Sarajevo (aunque la novela se desarrolla también, en gran parte, en Italia), en los días, tan atroces, de la guerra de los Balcanes. Inspirada en sucesos reales, en un marco histórico, tangible y realista, su autora leyó en la prensa, en el año 2019, una crónica en la que se relataba un episodio, que afectó de una manera directa y especial a Italia, de la guerra en Bosnia, que tuvo lugar entre el 6 de abril de 1992 y el 14 de diciembre de 1995 (se cumplen ahora los treinta años). En nuestra memoria están los días terribles del asedio de Sarajevo, que dejó imágenes pavorosas de los asesinatos de ciudadanos inocentes, indefensos ante el fuego de los francotiradores; de la desesperación impotente de sus habitantes, atrapados en una ratonera; de las carencias de sus pobladores, privados de agua, electricidad y calefacción; de los bombardeos constantes; de las masacres en los mercados; de las fosas comunes; de la limpieza étnica perpetrada contra los bosnios (la región estaba habitada por serbios, croatas y bosnios, estos últimos en mayor proporción y, entre ellos, también muy mayoritariamente, un noventa por ciento, predominando los de religión musulmana; estando todas estas circunstancias étnico-religiosas en la raíz de los conflictos que durante siglos ha vivido la zona); de las violaciones; de la emblemática Biblioteca Nacional en llamas como consecuencia del impacto de los obuses.
En ese escenario dantesco, tres meses después del inicio del cerco y los ataques, en julio de 1992, y en una de las derivadas de la guerra, se tomó la decisión de salvar a un grupo de niños desamparados trasladándolos a Italia con la ayuda de la ONU. La mayoría de esos niños procedían del orfanato de Bjelave, que antes de la guerra acogía a huérfanos pero que tras el inicio de los enfrentamientos empezó a hacerse cargo también de otros menores, confiados temporalmente a la institución para asegurar su alimentación y, en definitiva, su supervivencia, con sus familias con pocos medios e imposibilitadas por lo tanto para encargarse de sus hijos a causa de la contienda o por haber muerto en los combates. Había entre ellos, igualmente, chicos que procedían de familias que, disponiendo de una situación económica acomodada, se hallaban en peligro por razones políticas, ideológicas o de índole estrictamente bélica y consiguieron “colar” a sus hijos en la expedición gracias a la influencia de amistades y conocidos.
Los telediarios del mundo entero mostraron las circunstancias de aquellas caravanas de autobuses destartalados llenos de niños asustados, de los que sus madres se habían despedido entre lágrimas, alejándolos de los horrores de un conflicto fratricida y sangriento, sabedoras de que quizá no volvieran a verlos nunca más, aunque confiando en que los pequeños, una vez en Italia, pudieran acceder a una nueva y feliz vida. Viajes agotadores, angustiosos, sometidos a los dictados del azar y que se desarrollaban entre mil obstáculos y paradas continuas en puestos de control atendidos por soldados armados hasta los dientes, los terribles chetniks, guerrilleros nacionalistas serbios, fanáticos, despiadados y criminales.
La finalidad última de la iniciativa era alejar a los niños de la tragedia, por lo que su estancia en Italia habría de ser, así se pensó inicialmente, necesariamente provisional y de corto tiempo, condicionada al previsible -y deseado- pronto final de la guerra. Sin embargo, el conflicto se prolongó cuatro años, algunos niños perdieron el contacto con sus padres, por causas diversas (algunos ya eran huérfanos antes de su viaje; otros lo fueron, sin tener noticia de ello, en el curso de la guerra; y hubo también los que fueron evacuados -dada la urgencia de la huida- sin avisar a las familias, desconocedoras, por tanto, del destino de sus hijos). Por ello, tras estancias más o menos largas en instalaciones de acogida transitoria, muchos fueron confiados a familias italianas que, en algunos casos, llegaron a adoptarlos. Finalizado el conflicto bélico, la “reconstrucción” de las situaciones personales y familiares de bastantes de los chicos resultó ciertamente complicada. Algunos pudieron regresar a Bosnia y reencontrarse con los suyos, otros, en cambio, nunca volvieron a ver a sus familias de origen.
La historia que Postorino nos cuenta en su novela parte de estos hechos para, sobre esta base, narrar las vidas de tres niños, Omar, Nada y Danilo -y un número no menor de personajes secundarios, pero de entidad, con construcciones literarias sólidas-, a los que sigue desde los días de inicio de la guerra, pasando por su difícil proceso de integración en Italia y llegando hasta los primeros años de su madurez, pues el libro se estructura en cuatro grandes secciones divididas en cincuenta y seis capítulos cortos y situadas, respectivamente, en 1992-1993, 1995-1996, 1999-2000 y 2010-2011, en un recorrido de veinte años por las vidas de sus protagonistas, cuyas existencias noveladas se construyen, en gran medida, a partir de las largas horas de entrevistas de la escritora con algunos, ahora adultos, de los que vivieron en sus propias carnes -y almas- tales hechos.
Entre los frentes de interés de la novela, aparte de su núcleo principal, centrado en la historia de sus protagonistas, destacan la presencia, no directa pero sí poderosa, de la guerra; algunas pinceladas de una suerte de alegato antinacionalista; la cuestión, tan actual, de la inmigración y el desarraigo, presentada a partir de la formidable indagación en la psicología de los personajes, principales y secundarios; una especial atención, hasta el punto de que puede considerarse uno de los ejes principales del libro, a la figura de la madre y, en consecuencia, a las reflexiones sobre la maternidad y las adopciones, con su frecuente carga conflictiva; una emotiva y plural historia de amor; un mensaje de resistencia, de lucha por la vida, de búsqueda del sentido, de un cierto optimismo y una inequívoca esperanza; y una interesante propuesta literaria que fragua en una novela coral, hecha de muchas voces, de numerosas historias, de abundantes y significativas menciones de poemas y canciones.
--
Rosella Postorino. Me limitaba a amarte. Editorial Anagrama. Barcelona, 2025. Traducción Miquel Izquierdo. 400 páginas. 22.90 euros.