Los salmantinos acuden a los cementerios para honrar a sus difuntos, una tradición que se complementa con una rica oferta gastronómica. Los buñuelos de viento y los huesos de santo son los dulces protagonistas, mientras que en la provincia se celebra el magosto con castañas asadas
Día de Todos los Santos, 1 de noviembre, los cementerios de la capital y la provincia registran una mayor afluencia de visitantes. La costumbre de adecentar las tumbas y llevar flores a los seres queridos se mantiene como la tradición más extendida en una jornada que también está profundamente vinculada a la gastronomía típica de la temporada.
Se trata de una de las fechas más señaladas del calendario por su profundo significado religioso. Sin embargo, en torno a esta celebración perduran costumbres sociales muy arraigadas que pasan de generación en generación. La más visible es, sin duda, la visita a los camposantos para honrar la memoria de los difuntos.
Para facilitar esta labor, las puertas de los cementerios permanecen abiertas durante varios días previos a la festividad. Este horario ampliado permite a las familias acudir con tiempo para limpiar y arreglar las tumbas y lápidas, preparándolas para recibir las flores que las adornarán durante el 1 de noviembre.
Aunque los orígenes concretos de la celebración son inciertos, su establecimiento está ligado a la historia del cristianismo. Un punto de inflexión fue la promulgación del Edicto de Milán en el año 313, que legitimó esta religión en el Imperio Romano. A partir de entonces, se fue instaurando progresivamente en diferentes lugares una festividad común para honrar a todos los santos.
Las fechas de esta conmemoración variaban según la región. Por ejemplo, en la ciudad de Edesa, en la actual Turquía, tenía lugar el 13 de mayo. En Occidente, por otro lado, se realizaba una conmemoración similar el primer domingo después de Pentecostés.
La necesidad de fijar una fiesta conjunta surgió para poder honrar a la gran cantidad de mártires que dejaron las persecuciones sufridas por los cristianos. Una de las más severas fue la impulsada por el emperador Diocleciano entre los años 284 y 305, un periodo que ha pasado a la historia como la "Gran Persecución".
Junto al rito del recuerdo, la festividad cuenta con sus propias tradiciones en clave gastronómica. Los dulces de temporada son los grandes protagonistas, con los buñuelos de viento y los huesos de santo como elaboraciones estrella. Los buñuelos, hechos con una masa de harina y azúcar, se presentan con rellenos muy variados como son los clásicos, de crema, nata o chocolate.
Por su parte, los huesos de Santo deben su nombre a su característica forma de hueso. Se elaboran con una masa de almendra y azúcar y se rellenan con sabores que van desde la tradicional yema hasta propuestas como fresa, limón, trufa negra, toffee, trufa blanca o yogur.
El otoño también trae consigo uno de sus frutos por excelencia: la castaña. En la provincia de Salamanca, concretamente en pueblos de la Sierra de Francia y de Béjar, se mantiene viva la tradición de celebrar el magosto. Esta fiesta popular, que en su día servía de merienda, consiste en cocer o asar castañas y se sigue celebrando con diferentes actividades en muchos municipios.