OPINIóN
Actualizado 31/10/2025 11:44:49
Ana Pedrero

Esa promesa se cumple puntual cada 31 de octubre, en la víspera de Los Santos, cuando todo es ausencia, recuerdo

Treinta años después, el Mariquelo vuelve a trepar por las piedras sagradas del tiempo. Sus manos conocen el tacto frío, la rugosidad de la torre, el sonido de bronce de las campanas. El latido, la respiración antigua de la Catedral que se alza orgullosa sobre Salamanca a salvo de los siglos, los vientos, las nieves.

Desde abajo, la ciudad lo mira subir entre el respeto, el asombro y la memoria, como si en cada paso se deshiciera la amenaza, el temblor del terremoto que un día estremeció sus cimientos y dio origen a la promesa. Esa promesa que se cumple puntual cada 31 de octubre, en la víspera de Los Santos, cuando todo es ausencia, recuerdo.

Treinta años. Suena la flauta y el tamboril sobre el limpio otoño, estos vientos que anuncian el invierno que no pueden con la voluntad férrea del Mariquelo, ese ascenso desde el corazón a sus huellas. Por la tierra, con su yegua; por el aire, con la ilusión que impulsa sus pasos sabios, esa ruta hacia lo alto que nadie conoce.

El cielo de Salamanca. Ahí arriba el cielo no es un techo, sino un espejo. Abajo, la ciudad un sueño detenido entre el oro y la piedra, el Tormes cantando, serpenteando, el campo charro que se vislumbra preñado de encinas y el horizonte extendiéndose, inmenso, manso, posible.

Dice el Mariquelo que no hay vértigo cuando se sube con fe, que el miedo se queda abajo con los relojes y las prisas. Arriba, el aire tiene otra voz más grave, más verdadera. Y al mirar desde allí, uno entiende que por límite, ni siquiera el cielo.

La tradicional subida del Mariquelo a la Catedral de Salamanca será este viernes a las 11:30 horas.

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