Su experiencia como exciclista le permite potenciar a los deportistas de la Selección Española de Ciclismo Adaptado, que recientemente lograron nueve medallas en el Mundial en Pista de Río de Janeiro.
Tiene 25 años, es de Salamanca y acaba de regresar del Mundial de Ciclismo Paralímpico en Pista en Río de Janeiro, donde la Selección Española ha conseguido un notable éxito al sumar nueve medallas. Pero Pablo Ruano no compite sobre la bicicleta, sino que su trabajo es la pieza invisible y fundamental que permite que otros lo hagan al más alto nivel. Como fisioterapeuta de la Selección Española de Ciclismo Adaptado, ha convertido su pasión por las dos ruedas en una carrera dedicada a cuidar y potenciar a deportistas cuyas historias son un ejemplo diario de superación.
Su entrada en la élite no fue fruto de la casualidad, sino de una vocación que se materializó incluso antes de finalizar sus estudios. Todo comenzó durante unas prácticas universitarias con la Federación Madrileña de Ciclismo Paralímpico. "Tuve la suerte de que haciendo unas prácticas me contactaron para poder empezar a trabajar con la selección antes de terminar", explica Ruano. Ese primer contacto fue crucial, ya que tiempo después, cuando surgió una vacante en el equipo de fisioterapeutas del combinado nacional, le ofrecieron la oportunidad.
Sin embargo, su vínculo con este deporte es mucho más profundo. Antes de tratar músculos y articulaciones, Pablo fue ciclista durante casi una década, compitiendo desde los 12 o 13 años. Esta experiencia previa es, según él, una de sus mayores herramientas. "Conocer este mundo creo que te ayuda", afirma. Pasar de ser deportista a formar parte del equipo técnico le ha obligado a "cambiar el chip", pero le ha otorgado una ventaja crucial: la empatía.
Saber lo que se siente sobre la bicicleta, conocer las dudas, los dolores y las urgencias de un atleta de élite le permite conectar con ellos de una forma única. "Conoces las necesidades que tiene el deportista y su forma de pensar porque tú has sido uno. Entonces, creo que eso te ayuda mucho más a empatizar", detalla. Esta comprensión es vital, especialmente cuando la presión por recuperarse es máxima. Un deportista, a diferencia de un paciente convencional, vive con una prisa constante: "Si le duele hoy lo quiere solventado para ayer, quiere que el dolor se le pase o se le mejore lo más rápido posible para poder seguir entrenando y compitiendo al máximo nivel".
El ciclismo adaptado presenta un desafío añadido que exige una personalización absoluta. Aquí no hay dos atletas iguales; cada uno tiene una discapacidad diferente, lo que convierte cada caso en un mundo. "Tenemos que individualizar siempre en cada caso, porque no hay dos patologías iguales, y en este caso, pues no hay dos deportistas iguales", señala Ruano.
Esta singularidad se refleja en todos los aspectos, desde los tratamientos hasta el material. Mientras en un equipo de ciclismo profesional todos los ciclistas llevan la misma bicicleta, en la selección adaptada "cada ciclista tiene que llevar una bicicleta con las adaptaciones necesarias para su discapacidad". Esta realidad obliga a un conocimiento profundo y específico de cada deportista, tratando cada dolencia con las consideraciones especiales que requiere su condición.
Más allá de la técnica y la fisioterapia, el trabajo de Pablo Ruano está impregnado de la dimensión humana de los atletas a los que acompaña. Para él, todos son admirables. "Cada deportista que tenemos tiene una historia de superación detrás es de admirar", confiesa. Aunque algunos casos sean más mediáticos, subraya que ninguno es más importante que otro, pues todos han superado obstáculos inmensos para llegar a la élite.
La convivencia durante las concentraciones y campeonatos, que se prolongan durante las 24 horas del día, forja una relación muy estrecha. "Se genera un vínculo más allá de lo profesional. Vives tanto los éxitos como los fracasos muy de cerca", explica. Esta cercanía convierte al equipo en una familia donde se comparten las alegrías y se ofrece apoyo en los momentos difíciles.
Uno de los momentos más emocionantes que ha vivido recientemente fue el triunfo de Alfonso Cabello en el Mundial de pista de Río de Janeiro. Su victoria en la prueba del kilómetro tuvo un significado especial para todo el equipo, ya que el deportista venía de una etapa muy dura. "Pasó un momento muy complicado de salud hace un año y estuvo a punto de retirarse", recuerda Ruano.
Verle regresar a la competición al máximo nivel fue una inspiración para todos. "Ser capaz de volver y de hacerlo además por todo lo alto para ganar el Campeonato del Mundo, la verdad que fue muy especial para él, y yo creo que lo disfrutamos mucho también todo el equipo", asegura el fisioterapeuta salmantino.
Desde que se unió al equipo nacional entre 2020 y 2021, Pablo Ruano no ha parado. Ha estado presente en unos cinco mundiales, múltiples Copas del Mundo (se celebran 3 de manera anual) y varios campeonatos europeos. Sin embargo, el objetivo final siempre está marcado en rojo en el calendario: los Juegos Paralímpicos. "El hecho de poder conseguir una medalla en unos Juegos Paralímpicos es lo más", afirma, destacando que toda la planificación de los deportistas gira en torno a ese ciclo de cuatro años.
A pesar de viajar por todo el mundo, con poco tiempo para hacer turismo, nunca olvida sus raíces. "Estoy superorgulloso de ser salmantino y siempre lo digo", manifiesta. Es consciente de que las oportunidades en el deporte de élite suelen concentrarse en grandes ciudades, pero su trayectoria es un ejemplo de que "aunque seas de una ciudad pequeña o de un pueblo, si tú tienes una ambición o un objetivo, luchando por ello siempre es posible".
Cuando no está en concentraciones o campeonatos, su vida transcurre en Salamanca, donde tiene sus propios pacientes y trabaja en una clínica. Una rutina que le permite mantener los pies en la tierra mientras su trabajo le lleva a lo más alto del deporte mundial, curando y apoyando a campeones que le inspiran cada día.