Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: Remordimiento: m. Inquietud, pesar interno que queda después de realizar lo que se considera una mala acción. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia. “Artículo 3, c): Impulsar la detección precoz de la violencia sobre la infancia y la adolescencia mediante la formación interdisciplinar, inicial y continua de los y las profesionales que tienen contacto habitual con los niños, niñas y adolescentes”.
Las “explicaciones” de la dirección del colegio concertado sevillano Irlandesas de Loreto para “justificar” su indolencia y falta de atención frente al brutal acoso sufrido por su alumna Sandra Peña, de 14 años, que a causa del bullying a la que le sometían algunas “compañeras”, y después de haberlo denunciado en varias ocasiones a la dirección del centro sin obtener respuesta, se suicidó el pasado 14 de octubre, constituyen una instancia de la hipocresía de tal calibre que roza el delito de omisión del deber de socorro. Una hipocresía que se está extendiendo (hay otros casos similares bajo investigación, que coinciden en los mismos patrones de indiferencia y desatención por parte de los centros educativos), y que a pesar de las “investigaciones” de las Fiscalías de Menores, de los informes de los departamentos de Psicología, Atención o Apoyo de los centros en que sabemos que tienen lugar (desconocemos la inmensa mayoría de los casos), quedarán como tantos otros en el anecdotario de los lamentos y las lágrimas de cocodrilo de unos centros de enseñanza que, en su mayoría, desprotegen, descuidan, abandonan e ignoran los auténticos dramas humanos de sufrimiento, dolor y desesperación que cotidianamente tienen lugar justo al lado de sus claustros, sus reuniones de departamento y sus fiestas de graduación.
Las noticias que hablan del suicidio en Sevilla de Sandra Peña, como también del de Dani Quintana, de 15 años, alumno del Institut Canigó de Almacelles, en Lleida, que por el mismo motivo de acoso, y después de denuncias de la familia, se quitó la vida el pasado junio en Lleida, así como otras ”investigaciones” abiertas por casos similares, repiten el mismo nivel hipócrita en las “explicaciones” de los centros de enseñanza, las mismas mentiras, enjuagues y desprecios para intentar “argumentar” la indiferencia y la desatención, y dibujan un panorama general de dolosa irresponsabilidad en cuanto a la aplicación de protocolos de atención y otras medidas tan conocidas como sistemáticamente incumplidas, sálvense las excepciones, en los centros de enseñanza públicos y privados.
Es la antigua historia de la pueril nombradía del centro, la mezquina defensa del supuesto prestigio de la institución, la búsqueda de la mediocre y temblona medianía del ‘aquí no pasa eso’ por parte de equipos directivos, departamentos o consejos escolares presos de la autojustificación y rehenes de las impolutas páginas, ciertas o falsas, de sus memorias finales del curso, del cumplimiento de sus objetivos, de sus propuestas de mejora…
La naturaleza del bullying escolar, su estudio psicológico, sociológico y penal, sus formas y la estructura de sus soluciones, es tema complejo para el que estas líneas carecen de capacidad y conocimiento, aunque sí pueden denunciar que detrás, y dentro, al lado, sobrevolando y respirando la cotidianidad de centros de enseñanza, de sus tutorías y banderas, jefaturas, diversificaciones y notificaciones, pudriendo la didáctica escolar y aniquilando los restos pedagógicos de boquilla, respira la crueldad que se ve y se oye (claro que se ve y se oye), la mala sangre de las malas personas que crece y asfixia, y que tiene nombres que están en las listas y se nombran en las evaluaciones; ahí está el ahogo del acoso que también tiene cara, está la ferocidad y el sadismo que hunden en la tristeza y la desesperanza a quienes, también con nombre y apellidos, se ven empujados al clavo ardiendo del suicidio.
Tal vez, otra vez, se salven de las consecuencias legales de no haber ejercido sus obligadas competencias, los cargos directivos, y sus silenciosos corifeos, de los centros que niegan toda responsabilidad, y logren otra vez quitarse de encima, sacudirse como una mota de polvo la incumbencia legal que les compete por no haber hecho todo lo que pudieron para evitar, primero el sufrimiento y luego la muerte de Sandra, de Dani y de tantos otros. Pero uno espera que quede todavía en el mundo esa justicia etérea, intangible, certera y particular que juzga y condena a cada uno con la inacabable pena del remordimiento.