El artista presenta en el Teatro Liceo un "concierto ilustrado con palabra" que recorre la historia de la copla a través de sus canciones más emblemáticas y de anécdotas personales.
Juan Valderrama (Madrid, 1972) regresa a los escenarios salmantinos el próximo viernes 24 de octubre para presentar en el Teatro Liceo su espectáculo "Historias de la Copla". Un reencuentro muy esperado por el artista, que define su relación con la ciudad con una mezcla de contundencia y reverencia: "Salamanca es una especie de Vaticano de la tradición", afirma.
El propio artista explica la profundidad de su metáfora al compararla con un acto de fe: "¿Qué significa para un católico ir a Roma? Pues esto es una especie de Vaticano de la tradición". Para Valderrama, esa "tradición" tiene nombre y apellidos: "cante flamenco, toro y torero". Considera la ciudad una "plaza fundamental" porque es el epicentro donde este arte se preserva, se entiende y se juzga con la máxima autoridad. Por ello, confiesa que tenía "un pesar grande" y una espina clavada por no haber podido actuar antes en un lugar que respeta profundamente.
A sus 53 años, asegura encontrarse en un momento de plenitud profesional y personal. "Estoy en un buen momento, eso está claro", sostiene. Valderrama combina la madurez adquirida tras más de dos décadas sobre los escenarios con una salud que le permite mantener sus facultades, si no intactas, sí "casi al 100%". Lejos de acomodarse, el secreto de su constante reinvención reside, según él, en una condición clave: "En ser autónomo".
Esta independencia como empresario de su propia compañía le impulsa a crear propuestas que sigan interesando al público. "Cuando eres autónomo necesitas buscar siempre alternativas nuevas", explica. Es este impulso el que le permite seguir viviendo de su gran pasión, el arte, ofreciendo espectáculos cuidados y llenos de contenido.
Su nueva propuesta, "Historias de la Copla", es mucho más que un recital. Valderrama lo describe como un "concierto ilustrado con palabra", un viaje didáctico y emocional que recorre la historia del género. Durante la velada, el público podrá disfrutar de un repertorio que forma parte de la memoria sentimental de España, en el que no faltarán temas inmortales como "Suspiros de España", de Estrellita Castro; "Ojos verdes", de Concha Piquer; "Ay pena penita pena", de Lola Flores; "Campanera", de Joselito, o "María la portuguesa", de Carlos Cano, junto a otras que Valderrama considera las últimas grandes coplas, como "Señora" de Manuel Alejandro o "El romance de Curro 'El Palmo'" de Joan Manuel Serrat.
En el escenario, el artista no solo canta, sino que también narra. Comparte anécdotas de camerino, confidencias y vivencias personales, muchas de ellas heredadas de su infancia. "Voy contando cosas que yo sé por haber nacido donde he nacido, y compartiendo eso íntimamente con el público, al que le encanta y fascina escucharlas de primera mano", detalla. El resultado es "una especie de diálogo" entre el escenario y el patio de butacas, un espectáculo con momentos de gran emoción, drama y también comedia.
Una figura central en este relato es, inevitablemente, su padre, Juanito Valderrama. "Yo creo que soy hijo del último dinosaurio", sentencia con orgullo. Para él, su padre no solo fue uno de los grandes intérpretes de una generación irrepetible, sino también un creador fundamental. Lo sitúa en un "triunvirato" de la copla junto a otros dos gigantes: Rafael Farina, "el maestro de Salamanca", y Antonio Molina.
A diferencia de ellos, subraya, su padre fue además un compositor que dejó un legado inmortal con temas como "El emigrante" o "Su primera comunión". Estos recuerdos le transportan a una infancia vivida entre bambalinas, uniéndose a las compañías de su padre al terminar el colegio. "Yo me veo como aquel niño que se colaba en los camerinos y se ponía a escuchar las conversaciones de los mayores", rememora. Describe aquella generación como "grandísimos genios" y a la vez "gente absolutamente normal" que vivía su oficio como una religión.
Juan Valderrama se muestra convencido de la pervivencia de un género que muchos han dado por muerto. "La copla tantas veces quisieron matarla, que ya no sabe morirse", cita. En su opinión, el género ya ha ganado la batalla por la inmortalidad. "La copla ha sobrevivido a dos repúblicas, a la dictadura, a la transición, y a casi medio siglo de democracia. Y sigue ahí", defiende, asegurando que también sobrevivirá a la actual etapa de "puritanismo absurdo".
El madrileño constata un cambio significativo en el perfil de su audiencia, observando un renovado interés por parte de las nuevas generaciones. "Es mucho más fácil ahora ver gente joven en este tipo de espectáculos que lo que era hace 10 años", asegura el artista.
Según explica, este acercamiento se produce de dos maneras: algunos jóvenes acuden por iniciativa propia, pero una gran parte lo hace acompañando a sus familiares. Lo que comienza como un regalo o un compromiso familiar, a menudo se transforma en una grata sorpresa. "Al final, una gran mayoría de ellos acaban aplaudiendo más que el abuelo o la 'tita' a la que han ido a acompañar, y 'el asunto' les acaba gustando y seduciendo", revela.
En su análisis, este fenómeno se debe en gran medida a la reivindicación de figuras icónicas y a la naturalidad con la que nuevos artistas se acercan al género. "Esto ha tenido mucho que ver con la figura de Lola Flores, a la que la publicidad ha vuelto a poner de moda como un icono de la modernidad, y artistas como Rosalía, que se han acercado tanto al flamenco como a la copla sin ese tipo de prejuicio", concluye.
El concierto en el Liceo tiene un significado especial para Valderrama también por una conexión personal muy profunda. El artista revela que Salamanca fue su primera opción para estudiar Periodismo, una idea que descartó tras una noche memorable. "Salí a conocer la ciudad y llegué al hotel a las 7 de la mañana. No conocía a nadie, pero enseguida hice amigos", cuenta, desvelando que terminó la fiesta cantando y bailando en algún tablao de la ciudad. La experiencia le llevó a una conclusión que le comunicó a su padre: "Papá, yo no voy a estudiar ahí, porque yo sé que como yo estudie en Salamanca... no saco la carrera ni muerto". El "ambientazo" de la ciudad le pareció "un peligro" y por ello cursó sus estudios en Navarra.
También elogia al público salmantino, al que califica de "muy sincero y muy auténtico", con una sensibilidad especial para este arte. Recordando las visitas del maestro El Viti (un gran amigo de la familia Valderrama y por quien se interesa a lo largo de la entrevista) a sus conciertos, señala que el aficionado de Salamanca "cuando considera que tiene que aplaudir poco, pues aplaude poco, y cuando algo le gusta mucho, pues lo manifiesta con mucho ardor".