Rafael Villar, profesor y exdirector del IES Leonardo Da Vinci de Alba de Tormes, se jubila tras 22 años en el centro. Durante su trayectoria, de la que 19 años formó parte del equipo directivo, impulsó la modernización del instituto y la creación de nuevos ciclos formativos. Aunque deja las aulas, seguirá vinculado al centro como profesor honorífico colaborador para aportar su experiencia.
Rafael Villar se ha despedido de las aulas y de los pasillos del IES Leonardo Da Vinci de Alba de Tormes tras una larga y fructífera trayectoria dedicada a la enseñanza. Profesor de Tecnología y un apasionado de la educación, ha dejado una huella imborrable en varias generaciones de estudiantes de la villa ducal y su comarca. Villar, que llegó al instituto en 2003 y ha ejercido como Jefe de Estudios y director, afronta ahora su jubilación con la satisfacción de haber contribuido a formar personas y no solo alumnos, aunque su vinculación con el centro no ha terminado del todo.
Su andadura en el Leonardo Da Vinci comenzó hace 22 años, cuando una plaza de Tecnología quedó vacante. "Estuve unos años en Astorga, después en Salamanca y en Ávila [...] y después salió la plaza de tecnología aquí en Alba, quedó vacante, y dije, pues, yo creo que esta es para mí", ha recordado Villar. Aunque su especialidad original era Sistemas Electrotécnicos y Automáticos, la tecnología ha sido la asignatura que ha marcado su carrera docente en el centro albense, una carrera que como funcionario suma 27 años, a los que se añaden otros diez en formación ocupacional y cinco en la empresa privada.
Más allá de las aulas, Rafael Villar ha sido una pieza clave en la gestión del instituto durante casi dos décadas. En total, 19 años formando parte del equipo directivo: seis como jefe de estudios, nueve como director —desde 2012 hasta 2021— y los últimos cuatro como secretario, acompañando a la también recién jubilada directora, Esperanza. Una experiencia que le ha permitido conocer cada rincón y cada desafío del centro.
Sin embargo, ha confesado que la máxima responsabilidad es una tarea exigente y, a menudo, solitaria. "Ser director es una mochila con una piedra ahí pesada", ha afirmado con sinceridad. Para él, la dirección ha sido "una carga, más que un cargo. El director es el responsable de todo". Una dedicación de 24 horas que implicaba supervisar obras en verano o atender alarmas a deshoras. "Ahora es cuando tengo vacaciones", ha detallado irónicamente.
En medio de la burocracia y la gestión, su refugio siempre ha sido la docencia. El contacto con los alumnos era el motor que daba sentido a todo. "Cuando mejor te sentías era cuando tenías que ir a dar clases. No sé, es como si fuera casi una liberación, es decir, estoy harto de papeles, y yo lo que quiero es dar clase a los chicos", ha expresado Villar, resumiendo la dualidad de su labor.
Bajo su dirección, el IES Leonardo Da Vinci ha experimentado una notable transformación. Un complejo educativo de 25.000 metros cuadrados y cinco edificios que ha visto centralizar sus servicios y mejorar su eficiencia energética. "Teníamos 5 contratos de luz, 3 contratos de alarma, 5 calderas... todo se multiplicaba", ha explicado. Gracias a su impulso, se ha logrado unificar contadores y líneas, y el centro fue elegido para un plan piloto de eficiencia energética de la Junta en la provincia.
Uno de los logros más recientes y celebrados, junto al trabajo de la exdirectora Esperanza Cabrera, ha sido la implantación del ciclo de Técnicos en Auxiliares de Enfermería. Una iniciativa que surgió de la necesidad detectada en la comarca, con 13 residencias en la zona. "Hice un estudio de la zona y se presentó el proyecto ha tenido muy buena aceptación", ha comentado. El éxito ha sido rotundo: "el primer año se llenó, es decir, eran 30 y tuvimos 30, y lista de espera. Este año tenemos otra vez lleno".
Villar también ha reflexionado sobre los cambios en la enseñanza, marcada por "cuatro cambios de ley" que, en su opinión, son "lo peor que hay por las transiciones". A pesar de ello, ha destacado el carácter del alumnado del centro: "son nobles" y la mejora en la convivencia ha sido una constante. Además, ha subrayado con orgullo los resultados académicos, con años en los que se ha alcanzado el 100% de aprobados en selectividad y un absentismo escolar "muy bajo".
El adiós definitivo no ha sido abrupto. Su jubilación, efectiva desde el 31 de agosto, ha sido un proceso meditado. Curiosamente, ser convocado como vocal de un tribunal de oposiciones en julio le ha ayudado a desconectar de forma paulatina. "Me empecé a dar cuenta de que estaba empezando a desligarme un poco [...] me ayudó a ir asimilando lo de la jubilación", ha admitido.
Pero su historia con el Leonardo Da Vinci aún no ha escrito su último capítulo. Villar ha solicitado la figura de profesor honorífico colaborador. "Durante este curso voy a seguir ligado al centro", ha anunciado. Su objetivo es transmitir su experiencia, ayudar en la gestión de las complejas infraestructuras del instituto y colaborar en tareas administrativas. "19 años conozco todos los rincones del centro", ha bromeado.
A los nuevos profesores les ha dejado un consejo claro: "que tenga ilusión y que sepa que esta es una profesión que es vocacional". A los alumnos, les ha pedido que aprovechen la oportunidad que tienen, defendiendo con vehemencia la Formación Profesional como una vía de éxito. La mayor satisfacción, ha concluido, es encontrarse por la calle con antiguos estudiantes que han salido adelante. "Chicos que hemos luchado con ellos porque no querían estudiar [...] y te los encuentras y te dicen: ‘Rafa, gracias a que me dijiste...’ Esa es una de las satisfacciones que después tienes como profesor". Un legado que, sin duda, perdurará en los pasillos del instituto.