OPINIóN
Actualizado 09/10/2025 07:57:37
Isaura Díaz Figueiredo

Érase una vez un matrimonio que tenía dos hijos totalmente distintos:.

David, el menor, era un chico cercano, cómodo para dialogar que ofrecía soluciones sencillas. Que vivía a la sombra de su hermano Perico. En cambio, Pedrillo, jamás tenía miedo a nada, así que en la comarca todos le llamaba Pedrillo Sin Miedo.

A Pedro no le daban terror las tormentas, ni los ruidos extraños, ni escuchar cuentos de monstruos. El miedo no existía para él, lo mismo que la verdad. Mentía de forma compulsiva, no sabía discernir y se creía sus propias mentiras. Un día le dijo a su familia que se iba una temporada fuera del pueblo para ver si conseguía descubrir lo que era la sensación de MIEDO. Sus padres intentaron disuadirlo, pero resultó imposible. Siempre había sido terco y el consejo una vez más lo pasó por alto. Comenzó la aventura.

Preparó una bolsa en la que metió ropa y algunos alimentos, y se puso al volante de un coche en compañía de unos amigos. Durante días recorrió diferentes lugares, comió en fondas humildes y durmió en un colchón inflable a fin de contemplar las estrellas, escuchar el ruido de los lobos, charlas enemigas, el ulular del viento… Nada hizo que sintiera miedo. Una mañana llegó, solo, a la capital; vagó por sus calles hasta llegar a la plaza mayor, donde colgaba un enorme cartel firmado por el rey. Admirado, se puso a leer.

“Se hace saber que al valiente caballero, que sea capaz de pasar tres días y tres noches en el castillo encantado, se le concederá la mano de mi hija, la princesa Esmeralda”

Pedro vio aquí la gran oportunidad de mejorar su nivel de vida. Sin pensárselo dos veces, se fue al palacio y pidió ser recibido por el mismísimo rey. Cuando estuvo frente a él, le dijo:

—Señor, si a usted le parece bien, yo estoy decidido a pasar tres días en ese castillo lleno de traiciones. No tengo miedo de nada ni de nadie.

—Sin duda eres valiente, jovenzuelo. Pero te advierto que muchos lo han intentado y hasta ahora, ninguno lo ha conseguido — exclamó el monarca.

—¡Yo pasaré la prueba! —dijo Pancho sonriendo.

Pedro sin miedo, escoltado por los soldados del rey, se dirigió al tenebroso castillo que estaba en lo alto de una escarpada montaña . Cuando entró, todo estaba oscuro y su aspecto era tenebroso. Pasó a una de las habitaciones y con unos tablones, encendió una hoguera. El ambiente se fue templando y quedó dormido..

Al cabo de un rato, le despertó el sonido de unas pisadas. ¡En el castillo había un fantasma!

— ¡Buhhhh, Buhhhh! — Escuchó Pedro— ¡Buhhhh!

Mal humorado y dispuesto a tirar lo que estaba más cerca dice:

— ¿Cómo te atreves a despertarme?— gritó enfrentándose a un individuo altísimo y tan grueso y feo que parecía un monstruo. Cogió unas tijeras y comenzó a rasgar la sábana que le cubría. El ser demoniaco huyó hasta desaparecer en la oscuridad de la noche.

Al día siguiente, el rey pasó por el castillo para comprobar que Perico sin miedo estaba bien. Para su sorpresa, había superado la primera noche y estaba decidido a quedarse y afrontar el segundo día. Tras unas horas recorriendo el castillo, llegó la oscuridad y por fin, la hora de dormir. Como el día anterior, Pedro encendió una hoguera y en unos segundos comenzó a roncar.

De pronto, un extraño silbido como de lechuza le despertó. Abrió los ojos y vio una bruja vieja y fea que daba vueltas y vueltas a su alrededor hablando de forma muy ininteligible. Lejos de acobardarse, Pedro sin miedo se enfrentó a ella.

— ¿Qué pretendes, bruja? ¿Acaso quieres echarme de aquí? ¡Pues no lo conseguirás! — bramó—. Dio un salto, agarró su encrespado cabello y le hizo prometer que siempre estaría subordinada a su voluntad. La desagradable bruja inclinó la cabeza y dijo

—Por supuesto, siempre serás mi amo.

Cuando amaneció, el rey Juan pasó por allí para comprobar como se encontraba el intrépido joven. Para su sorpresa lo encontró relajado, mirando el horizonte y llevando a su boca un gran cuenco de leche. Era comprensible, el reloj de la Plaza daba las nueve y no había comido desde la noche.

— Eres un joven decidido. Hoy será la tercera noche. Ya veremos si eres capaz de aguantarla.

—Descuide, Señor. ¡Ya sabe que yo no le temo a nada!

A Perico le resultaba aburrido aquel juego, llegó la noche. Hizo su rutina: fuego para calentar la sala, tumbarse y dormir. No había pasado demasiado tiempo cuando una ráfaga de aire caliente le despertó. Abrió los ojos y frente a él vio un temible dragón que lanzaba llamaradas por su enorme boca. Pedrillo se levantó y le lanzó una silla. El dragón aulló de forma lastimera y salió corriendo.

—¡Qué pesadas estas criaturas! —pensó Pedrín— No me dejan dormir.

Pasados los tres días con sus tres noches, el rey fue a comprobar si Pedro seguía sano y salvo en el desmoronado castillo. Cuando le vio tan tranquilo y sin un solo rasguño, le invitó a su palacio y le presentó a su preciosa hija. Esmeralda, cuando le vio, alabó su valentía y aceptó casarse con él. Pedro se sintió feliz, aunque en el fondo, estaba un poco decepcionado por los rasgos poco femeninos de la joven.

—Majestad, le agradezco la oportunidad que me ha dado y sé que seré muy feliz con su hija, pero no he conseguido sentir ni pizca de miedo, y esa era realmente mi meta.

Una semana después, Juan y Esmeralda se casaron. La princesa sabía que su marido seguía con el anhelo de llegar a sentir el trastorno del miedo, así que una mañana, mientras dormía, derramó una jarra de agua helada sobre su cabeza. Pedro pegó un alarido y se llevó un enorme susto.

— ¡Por fin conoces el miedo, querido! — dijo ella riendo a carcajadas.

— Sí — dijo todavía temblando el pobre Perico-. ¡Al fin he sentido el miedo! ¡Ja, ja, ja! Pero no digas nada a nadie…. ¡Será nuestro secreto!

La princesa Esmeralda jamás lo contó, así que el valeroso hombre siguió siendo conocido en todo el reino como Pedro Sin Miedo. A la muerte del suegro heredó el reino. Poco a poco se fue transformando en un ser perverso, inhumano y aberrante, solo la vieja bruja de sonrisa oxidada y voz gritona junto a sus tres amigos con los que empezó la aventura son capaces de soportarlo , pero por los largos pasillos de palacio se escuchan voces que gritan a los silencios:

— Lo que encabeza nuestro rey no es un gobierno, es una banda, no es una familia, es una pandilla de bocas agradecidas. Deseo que llegue pronto el día en que deje de ser Pedro sin miedo para ser conocido como Perico el proscrito.

Adaptado por Isaura Díaz de Figueiredo

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