SOCIEDAD
Actualizado 11/10/2025 10:58:53
Redacción

El vehículo, donado en 2018 por la Familia Adam-Sanahuja, es un icono de la ingeniería de los 80 y un coche reconocible en la ciudad por haber prestado servicio al propio museo.

El Museo de Historia de la Automoción de Salamanca (MHAS) presenta como pieza destacada del mes de octubre un vehículo que forma parte de la memoria colectiva de la ciudad: el icónico Mercedes-Benz 190 D 2.5 del año 1988. Este automóvil no solo es un testimonio de la ingeniería de su época, sino también una cara familiar para muchos salmantinos, ya que ha prestado servicio al propio museo en diversas ocasiones.

El ejemplar expuesto procede de Sabadell (Barcelona) y pertenece a la prestigiosa colección Familia Adam-Sanahuja, que lo donó generosamente al museo en el año 2018. Desde entonces, su presencia en las calles de Salamanca ha sido frecuente, convirtiéndolo en un embajador rodante de la institución y un perfecto ejemplo de la calidad y confiabilidad que caracterizaron a la marca alemana en los años ochenta.

La revolución del Mercedes-Benz 190: calidad y eficiencia

El lanzamiento del Mercedes-Benz 190 supuso un punto de inflexión en la historia de la firma de Stuttgart. Con este modelo, la marca se adentró en un nuevo segmento, el de los sedanes compactos de lujo, sin renunciar a los pilares que habían consolidado su prestigio mundial: confort, seguridad e innovación técnica.

La versión 190 D 2.5, como la que se exhibe, montaba un robusto motor diésel atmosférico de 2,5 litros, célebre por su extraordinaria durabilidad y eficiencia. Este propulsor lo convirtió en una opción muy apreciada tanto por particulares como por profesionales del transporte, gracias a su reducido consumo en un tiempo de creciente preocupación por la economía de combustible.

Además, su diseño incorporó avances significativos como una aerodinámica avanzada y una innovadora suspensión trasera multibrazo, estableciendo nuevos estándares de seguridad y comportamiento en la industria del automóvil.

El origen de una nomenclatura icónica

En paralelo a estos avances técnicos, Mercedes-Benz desarrolló un nuevo sistema de denominación comercial para hacer su amplia gama de modelos más comprensible para el público. El código combinaba números y letras de una manera más intuitiva, convirtiéndose en un sello de identidad de la marca.

Los números indicaban la cilindrada aproximada del motor, mientras que las letras añadían información clave sobre sus características. En el caso del vehículo expuesto, la 'D' lo identifica claramente como diésel. Otras designaciones comunes de la época incluían:

  • E: para modelos con inyección electrónica de combustible (del alemán Einspritzung).
  • L: para versiones de carrocería larga (Lang).
  • K: para vehículos equipados con compresor (Kompressor).

Este sistema, implantado durante los años setenta y ochenta, no solo facilitó la comprensión de la oferta a los clientes, sino que también reforzó la imagen de precisión y orden de la marca alemana. El Mercedes-Benz 190 D 2.5 de 1988 es, por tanto, mucho más que una pieza mecánica; es un símbolo de una era dorada de la automoción europea.

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