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LOCAL
Actualizado 28/09/2025 13:04:26
César García

Ofrece 24 plazas de acogida y un servicio integral que va desde la cobertura de necesidades básicas hasta el apoyo para la reinserción.

Bajo la piedra dorada de una Salamanca que parece vivir a un ritmo plácido, existe una realidad paralela, a menudo invisible para el transeúnte apresurado. Es la realidad de quienes han perdido el anclaje de un hogar. En esa encrucijada vital, el Centro de Atención a Personas sin Hogar de Cruz Roja se ha erigido como un faro de emergencia y un punto de partida hacia una segunda oportunidad. Al frente de este recurso esencial se encuentran profesionales como Daniel Gordo, trabajador social y responsable del centro, y Laura González, educadora social, cuyas voces desvelan la compleja labor que se esconde tras sus puertas.

Cada año, unas 600 personas cruzan el umbral de este centro, un espacio que ofrece mucho más que un techo temporal. “Consideramos sin hogar a una persona que no tenga un domicilio estable y no disponga de recursos personales ni económicos para ello”, ha explicado Daniel Gordo. El centro, abierto todos los días del año desde las diez y media de la noche hasta las tres de la tarde del día siguiente, funciona como un primer puerto seguro. Aquí, los usuarios reciben una acogida inicial donde se evalúan sus necesidades más urgentes, desde problemáticas de salud mental o consumo de sustancias hasta la simple necesidad de una comida caliente, una ducha o ropa limpia.

Un perfil definido y una atención individualizada

La radiografía de las personas que acuden al centro dibuja un perfil mayoritario muy concreto. “El perfil mayoritario que acude al centro es de nacionalidad española, un 60% frente a un 40% de extranjeros, y de entre 40 a 60 años, con problemáticas de drogadicción, de consumos”, ha detallado Gordo. Las mujeres, aunque en menor número —representan entre un 10% y un 15% del total—, también encuentran aquí su espacio, compartiendo las instalaciones sin que se registren incidentes.

El centro cuenta con 20 plazas fijas y otras 4 adicionales para situaciones de emergencia. La ocupación media ronda las 16 o 18 personas diarias, una cifra que tiende a aumentar durante los meses de invierno, cuando el frío hace insoportable la vida en la calle. Sin embargo, la estancia no es indefinida. Cada caso es un mundo, y el equipo del centro lo aborda como tal. “Los casos son individuales. Realmente, cada persona tiene una situación diferente. No podemos decir si están un día o dos meses, depende un poco de la situación de la persona”, ha señalado Laura González. El objetivo no es cronificar la dependencia, sino ofrecer un trampolín para salir de la emergencia social.

Una red que teje esperanza más allá de los muros

La labor de Cruz Roja no se limita a las paredes del centro. El servicio de UES (Unidad de Emergencia Social), una furgoneta que recorre la ciudad por la noche, realiza cuatro paradas estratégicas para llegar a aquellas personas que, por diversas razones, no pueden o no quieren acercarse al recurso. Además, la coordinación con otras entidades es una pieza clave del engranaje. “El contacto con ellos es diario”, ha afirmado González. Cada mes, se celebra una reunión con organizaciones como Cáritas, Puente Vida, ACCEM, Salamanca Acoge, Asdecova o Proyecto Hombre para poner en común los casos y optimizar los recursos.

Daniel Gordo ha valorado positivamente la red de atención en la ciudad: “Hay una buena red de recursos en Salamanca, eso sí hay que decirlo, una buena coordinación existe entre las entidades, y creo que a ese nivel estamos bien”. Aunque siempre se puede aspirar a más, también ha reflexionado sobre el delicado equilibrio para no fomentar una dependencia excesiva del sistema.

El difícil camino de la reinserción y la recompensa humana

La reinserción es el gran desafío. “Es complicada, porque al final son personas que están muy solas, lo han perdido todo, no tienen vínculos ni apoyos, o son muy escasos”, ha confesado Gordo. La soledad y las adicciones son barreras enormes, pero no insalvables. “Si la persona afronta y quiere, pues sí se puede salir”, ha añadido, destacando el apoyo de otros recursos especializados como el centro de atención a dependientes de la propia Cruz Roja.

Y cuando se logra, la satisfacción es inmensa. Es la mayor recompensa para un trabajo emocionalmente exigente. “Te mentiríamos si te dijéramos que muchas veces no vienes con algunos problemas muy graves y te lo llevas a casa”, ha admitido Laura. Sin embargo, la profesionalidad exige aprender a gestionar ese impacto. La motivación llega con cada historia de éxito, por pequeña que sea. “Vienen muchos a vernos, además con ese agradecimiento. Siempre vienen, tres meses después, un año después, pero siempre vienen, simplemente a ver cómo estamos y a decirnos que están bien. Es un logro para ellos, y saben que para nosotros es una satisfacción”, ha relatado con una sonrisa.

La sociedad, un espejo necesario

¿Es la sociedad salmantina consciente de esta realidad? Daniel Gordo cree que sí, pero la inercia del día a día a menudo se impone. “Yo creo que conscientes somos, lo que pasa es que cada uno tenemos nuestros problemas en la vida, y al final lo más sencillo es mirar para otro lado y decir: ‘bueno, si está así, será por algo’”. Campañas de sensibilización y la labor de los medios son cruciales para romper esa barrera de indiferencia.

Sostenido gracias a la financiación del IRPF de la Junta de Castilla y León y del Ayuntamiento de Salamanca, y con la labor insustituible del voluntariado, el centro de Cruz Roja sigue siendo una pieza fundamental en la red de protección social de la ciudad. Un lugar donde la puerta siempre está abierta y donde, cada día, se demuestra que la esperanza puede ser el primer paso para reconstruir una vida.

Fotos de David Sañudo

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