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LOCAL
Actualizado 28/09/2025 13:54:23
César García

El coordinador del centro Espacio Abierto, que asiste a 50 personas diarias, alerta sobre la cronificación de la exclusión, el aumento de nuevos casos y la extrema vulnerabilidad de las mujeres en la calle.

Cada día, las puertas del Espacio Abierto de Cáritas Salamanca se abren para ofrecer mucho más que un plato de comida o una ducha caliente. Se abren para acoger historias de fractura, de supervivencia y de una lucha constante contra la exclusión. Al frente de este refugio se encuentra David Martín del Molino, psicólogo y coordinador de un equipo que se ha convertido en el ancla para una media de 50 personas diarias, un salvavidas en medio de la tormenta del sinhogarismo.

El centro, que no cierra un solo día del año, es un hervidero de actividad gestionado por un equipo multidisciplinar compuesto por un trabajador social, un sociólogo y el propio Martín del Molino, junto a personas voluntarias que colaboran con Cáritas.

Su labor va más allá de la cobertura de necesidades básicas como la alimentación, la higiene o el servicio de lavandería. Ofrecen un lugar seguro donde guardar pertenencias, utilizar un ordenador, leer un libro, recibir correo o simplemente hacer una llamada. "Desde el principio, desde que llegan, iniciamos un acompañamiento personalizado, dependiendo de las necesidades de cada uno", ha explicado el coordinador.

El perfil de la exclusión: heridas profundas y cronicidad

Lejos de ser un problema pasajero, la situación de quienes acuden a Espacio Abierto responde a patrones complejos y profundamente arraigados. No se trata solo de la falta de un techo, sino de un cúmulo de factores que hacen de la reinserción completa una meta casi inalcanzable. "El perfil de las personas que vienen es de procedencia de una familia desestructurada, con problemas en la infancia, de malos tratos, de abusos sexuales", ha detallado Martín del Molino.

A estas heridas del pasado se suman otros elementos que cronifican la exclusión: el consumo de drogas, trastornos de personalidad, patologías psicológicas y un paro crónico. "Cuando encuentran un trabajo es muy habitual que se les despida al poco tiempo", ha señalado, describiendo una "cronicidad laboral" que les impide romper el ciclo. Por ello, la realidad es tozuda y las historias de éxito son la excepción. "Las personas que vienen a Cáritas, se puede contar con los dedos de la mano aquellas que hacen una vida autónoma", ha confesado con honestidad.

La doble invisibilidad de la mujer en la calle

Las estadísticas del centro revelan una brecha de género significativa: solo un 18% de las personas atendidas son mujeres. Sin embargo, este dato no significa que haya menos mujeres sin hogar, sino que su vulnerabilidad las hace invisibles. "No es que haya menos mujeres, sino que se ven menos en la calle, porque cuando una mujer queda en situación de calle va a intentar protegerse escondiéndose", ha aclarado el psicólogo.

La atención que reciben es, por tanto, especial y prioritaria. Pero la protección que buscan es un bien escaso en un entorno hostil. Martín del Molino ha compartido una de las realidades más crudas y desgarradoras que enfrentan, una frase que se repite y que evidencia el terror constante al que están sometidas: "Prefiero que me viole todas las noches una misma persona a que me violen todas las noches personas diferentes". Esta declaración, pronunciada por mujeres que buscan la compañía de un hombre no por afecto, sino por pura supervivencia, destapa el nivel extremo de desprotección que sufren.

Nuevos rostros y el auge de la migración

Los datos de 2024 dibujan un panorama cambiante. De las 472 personas diferentes atendidas en lo que va de año, un alarmante 51% son nuevas, rostros que acuden por primera vez al centro. Además, un 44% vive permanentemente en la calle, una cifra que el coordinador ha calificado como "una burrada".

Otro cambio significativo es el perfil demográfico. Si hace apenas dos años la mayoría de los usuarios eran españoles, la tendencia se ha invertido drásticamente. "Este año el 60% son migrantes, frente a un 40% de españoles", ha confirmado Martín del Molino, apuntando a una nueva realidad en los márgenes de la sociedad salmantina.

El propósito final: aliviar el sufrimiento

En este contexto de alta complejidad, el papel de los voluntarios es fundamental. Aportan una frescura y una pasión que complementan la labor técnica. "El voluntario siempre viene con esa pasión, viene con esas ganas de ayudar", ha destacado el coordinador, reconociendo que los profesionales, con el tiempo, pueden volverse "un poquito más fríos".

Para los propios trabajadores, la carga emocional es inmensa. Martín del Molino ha admitido que al principio se llevaba los problemas a casa, pero que "con el tiempo aprendes a dejar el trabajo en su sitio, para no contaminarte en tu vida personal". Esta distancia profesional es necesaria para poder continuar con una labor donde la frustración es una compañera de viaje constante.

Tras siete años en el frente, su perspectiva ha evolucionado. La ambición inicial de "solucionar la vida" de las personas ha dado paso a un objetivo más realista, pero no menos vital. "Te das cuenta de que vuelven, que vuelven de nuevo. Y con el tiempo aprendes a saber qué es lo que estás haciendo y para qué. Y el propósito último es aliviar el sufrimiento". En esa frase reside la esencia del Espacio Abierto: un faro de humanidad para quienes la sociedad ha dejado atrás.

Fotos de David Sañudo

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