LOCAL
Actualizado 06/10/2025 13:09:20
César García

Junto a otros veinte activistas españoles de la Global Sumud Flotilla, ha aterrizado en Madrid denunciando un trato vejatorio y amenazas por parte de las autoridades de Israel tras ser interceptados en su misión humanitaria.

El eco de los aplausos y los gritos de “¡Viva la flotilla!” en la terminal del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas ha chocado frontalmente con la dureza de los testimonios. Entre los 21 activistas españoles de la Global Sumud Flotilla que han aterrizado, se encontraba el periodista salmantino Néstor Prieto Amador, cuyo relato, junto al de sus compañeros, dibuja un panorama de hostigamiento y deshumanización tras ser interceptados y detenidos por las autoridades de Israel. Su llegada a España no ha sido el final de una travesía, sino el comienzo de una denuncia pública sobre lo que describen como un trato vejatorio y una violación de sus derechos fundamentales.

“Un compañero decía que sentía que si fuésemos palestinos habríamos estado asesinados y esa es la sensación que nos queda”, ha relatado uno de los activistas a su llegada, una frase que encapsula el miedo y la impotencia vividos. La misión, de carácter humanitario y con destino a Gaza, fue abortada por el ejército israelí, dando paso a un proceso de detención que, según los tripulantes, ha estado marcado por “un proceso constante de deshumanización, de intentar culpabilizarnos de lo que había”.

Amenazas directas y miedo constante

La experiencia narrada por el periodista salmantino Néstor Prieto Amador es especialmente escalofriante y detalla el nivel de intimidación al que han sido sometidos. Según su testimonio, los guardias israelíes no se han limitado a una vigilancia pasiva, sino que han empleado tácticas de amedrentamiento directo que han puesto en riesgo su integridad física y psicológica.

“Han entrado varias veces, ya nos han apuntado con el puntero de las armas en partes vitales, en la cabeza, en el corazón”, ha declarado Prieto. Esta acción, repetida en varias ocasiones, ha generado un clima de terror entre los detenidos, conscientes de que un simple gesto podía tener consecuencias fatales. La frialdad de apuntar a zonas vitales es, para los activistas, una muestra inequívoca de la hostilidad y el desprecio con el que han sido tratados.

Este sentimiento ha sido compartido por otros miembros del grupo. Según publica Europa Press, preguntados por si han llegado a temer por su vida, la respuesta de uno de ellos ha sido un rotundo “personalmente sí”. La confesión posterior revela la profundidad de esa angustia: “Ha habido momentos que he pensado, aquí es donde me matan”. Esta declaración pone de manifiesto que la percepción de peligro no era una suposición, sino una convicción real basada en las acciones de sus captores.

Condiciones inhumanas y negación de derechos básicos

Más allá de las amenazas directas, los activistas han denunciado una estrategia sistemática para minar su moral a través de la negación de las necesidades más básicas. Han llegado a Madrid con la misma ropa con la que fueron detenidos, ya que, según afirman, no se les ha permitido cambiarse. El acceso a la higiene y a la salud ha sido, según su relato, prácticamente nulo.

“Nos hemos encontrado con una situación de intentar humillarnos y vejarnos”, han explicado, detallando cómo se les ha negado “el derecho a atención sanitaria”. La situación del agua potable es uno de los ejemplos más gráficos de estas condiciones. “Abríamos el agua porque nos decían que tomábamos agua del grifo y salía agua gris, agua café, que no se podía tomar, pero no les importaba”, han apuntado. Esta negligencia se ha extendido a la atención médica, criticando que “algunas mujeres” no han tenido acceso o se les ha negado la medicación que necesitaban.

La privación de sueño y el racismo han sido otras de las constantes denunciadas, conformando un patrón de malos tratos diseñado para quebrar su resistencia en una “condición de absoluta indefensión”.

Falta de información y una determinación inquebrantable

A la dureza de la detención se ha sumado la angustia de la incertidumbre. El portavoz de la Global Sumud Flotilla, Saif Abukeshek, ha lamentado la falta de comunicación durante todo el proceso, una situación que ha generado una enorme “preocupación” en las familias. “Insistimos que durante todo el proceso de detención hasta el momento nos faltó bastante información a través del consulado para la organización y para los familiares”, ha esgrimido Abukeshek.

A pesar de la terrible experiencia, el espíritu de la misión permanece intacto. Los activistas han aseverado que “sin duda” volverían a embarcar en otra flotilla. Cuestionados sobre la utilidad de su acción, el diputado de Compromís Juan Bordera, también a bordo, ha señalado que cree que “es una obviedad que ha cambiado algo en el inconsciente colectivo”.

Con los brazos en alto y la convicción reforzada, los tripulantes han dejado un mensaje claro. “Mientras que Israel no reciba ninguna consecuencia por los crímenes que está cometiendo, va a seguir cometiendo crímenes”, ha advertido el portavoz de la organización. Y ha concluido con una promesa firme: “Prometemos que vamos a seguir y no vamos a parar hasta que acabe el genocidio y el bloqueo en Gaza”.

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