Fernando Paricio, presidente de Fedampa Salamanca, desgrana las principales carencias del sistema y las medidas concretas que proponen para mejorar los comedores, garantizar la gratuidad real de los libros y dignificar la atención a la diversidad.
“La administración nos tiene en cuenta muy poco, prácticamente nada”. Con esta contundente afirmación, Fernando Paricio, presidente de la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos (Fedampa) de Salamanca, resume el sentir de miles de familias de la Escuela pública. Paricio desgrana una extensa lista de problemas enquistados que dibujan un panorama de lucha constante por una educación que, sobre el papel, es un pilar fundamental, pero que en la práctica parece olvidar a uno de sus actores clave: las familias.
Fedampa aglutina a las AMPAS de Infantil, Primaria, Secundaria y Bachillerato de numerosos centros públicos, aunque no de todos, especialmente en el mundo rural, donde “hay muchos centros que no tienen AMPA”. Su labor, explica Paricio, es “la defensa de las propias AMPAS y de las familias”, representándolas en las comisiones de la Junta de Castilla y León. Sin embargo, esa representación a menudo cae en saco roto.
La frustración es palpable cuando el presidente de Fedampa habla de la relación con la Administración. “Proponemos soluciones que rara vez son admitidas”, lamenta. Un ejemplo claro ha sido la gestión de la hora lectiva que se reduce en septiembre y junio. “Nosotros siempre hemos estado reclamando que esa hora se mantenga porque no obedece a ningún criterio pedagógico”, señala.
Paricio recuerda que esta hora se suprimió de nuevo tras la pandemia de forma unilateral por la Consejería. La justificación, cargada de ironía para las familias, fue que “los profesores se habían portado muy bien”. Y añade: “Familiar, ¿no? Que durante la pandemia las familias nos portamos fatal”. La solución improvisada de contratar monitores a través de “una empresa gallega” ha provocado que centros rurales no tuvieran personal “hasta 10 o 12 días después del inicio del curso”.
Más allá de problemas puntuales, existen batallas que se libran curso tras curso en servicios fundamentales. El servicio de comedor es una de las quejas más enquistadas. En Salamanca, la comida llega mediante “línea fría” desde Zaragoza. “Ellos dicen que es sanísima, pero si la tuvieran que comer ellos todos los días, te aseguro que la comida cambiaría mucho”, sentencia Paricio.
Además, expone una contradicción política flagrante: “Fíjate, en Aragón están reimplantando las cocinas en los centros y es del mismo color político. Uno de los dos se está equivocando”. A esto se suma una notable diferencia de precios. Mientras en Segovia el menú ronda los 3,80€, en uno de los lotes de León el precio máximo roza los 6 euros. “Si somos de la misma comunidad, la Junta tendrá que cobrar lo mismo a todos”, reivindica.
Otro sistema que genera malestar es el programa Releo Plus, calificado como “absolutamente injusto”. El acceso a los libros depende del banco de cada centro, no de la renta. La ayuda solo está garantizada para rentas por debajo de un umbral específico (tres veces el IPREM, unos 42.000 euros), mientras que “familias con rentas de 100.000 o 200.000 euros reciben libros gratis porque los hay en el colegio”. La propuesta de Fedampa es clara: “La Educación tiene que ser gratuita en todo”.
El transporte escolar también presenta deficiencias, como la falta de acompañantes o líneas compartidas con adultos. A esto se suma la reivindicación de la enfermería escolar. Aunque la iniciativa parece avanzar, Paricio denuncia el patrón de siempre: “Tampoco se nos está consultando nada. Lo están haciendo por su cuenta”.
Las preocupaciones se adentran también en lo pedagógico, criticando la falta de formación del profesorado para superar un modelo basado en “un 80 por 100 de clases magistrales”. La atención a la diversidad es otro punto crítico, con recursos “muy ajustados y muy escasos”.
Paricio detalla que el sistema no atiende correctamente a los distintos perfiles. La norma de que un alumno ACNEE (con Necesidades Educativas Especiales) cuente como dos para bajar la ratio no siempre se aplica en la práctica: “si en una clase de 25 tienes 24, no se puede”. Además, se olvida a los ANCES (alumnos con necesidades por condiciones socioeconómicas) y se deja en un limbo a los alumnos con altas capacidades, que no se consideran ACNEE y cuyo plan de adaptación curricular “sobre el papel queda muy bien, pero en la práctica no se hace”.
El estado físico de muchos centros es “bastante deplorable”, con casos de “abandono” como el del CEIP Aniceto Rodríguez en Pizarrales, que sobrevive con apenas un puñado de alumnos en uno de los barrios más poblados. “Si quieres tener un centro público en Pizarrales, lo tienes que tener en palmitas”, afirma.
Finalmente, el presidente de Fedampa reflexiona sobre el rol relegado de las AMPAS. “En la mayor parte de los centros están exclusivamente para organizar actividades extraescolares”, cuando deberían “participar muchísimo más en la vida educativa”. Denuncia que las direcciones intentan mantener a las familias alejadas de la educación reglada. Pone un ejemplo claro: “Si quieres decirles: ‘oiga, que con este profesor hay un problema generalizado’, no están abiertos a la participación”.
Esta exclusión choca con la base del sistema. “La Educación son cuatro pilares”, recuerda Paricio: profesorado, administración, alumnos y familias. Un pilar, este último, que se siente ignorado y que, a través de Fedampa, continúa luchando por el lugar que le corresponde.