Los actos, que incluyeron una caldereta popular, estuvieron marcados por la unión vecinal y culminaron con un gesto de generosidad de la Asociación de mayores, que adquirió la rosca subastada para compartirla con todos los vecinos
La localidad de Cerralbo ha vivido este fin de semana, 4 y 5 de octubre, una de sus celebraciones más arraigadas y queridas: la festividad de la Virgen del Rosario, popularmente conocida como la fiesta de las Madrinas. Las jornadas han estado marcadas por la devoción, la gastronomía popular y, sobre todo, por un profundo sentimiento de comunidad que ha unido a todos los vecinos.
Los actos festivos comenzaron el sábado con una gran comida popular que congregó a numerosos vecinos y visitantes. El plato principal fue una sabrosa caldereta, que sirvió como punto de encuentro y convivencia para toda la localidad.
Según ha informado la concejala de Cultura, Maribel Medina, el espíritu colaborativo fue uno de los protagonistas del día. "Los postres los aportamos para compartir, con mucha variedad", destaca la concejala, subrayando cómo la implicación de los propios vecinos enriqueció la celebración y fortaleció los lazos de hermandad.
El domingo, día central de la festividad, los actos se centraron en el fervor religioso. Por la mañana se celebró la solemne misa en honor a la Virgen del Rosario. En esta ocasión, el Ayuntamiento de Cerralbo asumió el papel de mayordomo, un honor que fue representado por las concejalas Piedad Gómez y la propia Maribel Medina, portadoras de las varas durante la procesión por las calles.
Por la tarde, la tradición continuó con el rezo del rosario oficiado por el párroco Andrés García, seguido de uno de los momentos más esperados por todos: la subasta de una rosca. Este acto, que cada año genera una gran expectación, culminó con un gesto que define el carácter de la fiesta.
La rosca subastada fue adquirida por la Asociación de mayores de Cerralbo, quienes, en un acto de enorme generosidad, decidieron compartir su premio con todos sus convecinos. La asociación invitó "a todo el pueblo a tomarla en su sede junto con chocolate", convirtiendo el final de la fiesta en una gran merienda de hermandad.
Este gesto simbólico puso el broche de oro a un fin de semana en el que Cerralbo ha demostrado, una vez más, la fortaleza de su comunidad y el valor de mantener vivas sus tradiciones más queridas.