“Estamos despiertos. Sabemos. Como astros soberbios, caídos, / sentimos la boca glacial de la muerte tocar nuestra boca”.
JOSÉ HIERRO, 'Con las piedras, con el viento', 1950
Escribo estas líneas en la mañana del jueves, 2 de octubre de 2025, y crece la inquietud por lo que sucederá en las aguas internacionales próximas a las costas de Palestina, donde fuerzas militares israelíes interceptan, acosan, obstaculizan y detienen a los cientos de voluntarios que han navegado hasta allí a fin de intentar establecer un corredor humanitario y entregar alimentos y medicinas al pueblo de Gaza.
Además de las manifestaciones masivas (boicot a la Vuelta Ciclista a España, concentraciones y marchas en multitud de ciudades de todo el mundo o declaraciones institucionales -pocas- de condena y rechazo al genocidio que se comete contra el pueblo palestino en colegios, institutos y entidades de diverso tipo), es de destacar, envidiar, apreciar y valorar en su justa medida, que es enorme, el valor, el arrojo, la entereza y el coraje, además de la expresión directa de sus principios humanitarios, solidarios y éticos de quienes, en esos pequeños barcos, han puesto, y todavía, su propia vida en peligro, haciendo frente a la barbarie israelí y a la indiferencia de las cancillerías y los palacios del mundo, en una demostración de la pervivencia, aún afortunadamente, de los focos de entereza y talla humana que, de algún modo, están salvándonos a todos del cada día mayor pozo de indignidad en que la indiferencia amenaza hundirnos.
Hay declaraciones y posturas políticas, en este nuestro país, que avergüenzan a cualquier sensibilidad, cuando son incapaces de condenar el inclemente y brutal genocidio en Palestina, como la rastrera actitud de los partidos políticos de la derecha y la ultraderecha, fundidos en la ruin ignominia del desprecio al sufrimiento. Y hay también pequeños gestos de protesta contra el crimen, que tienen el valor de un mundo, porque se realizan en los ámbitos y los escasos medios que desde las vidas cotidianas apenas influyen en el estado de cosas en Gaza, pero que dejan el poso del abrazo solidario y son, con seguridad, apreciadas por cualquier sensibilidad humana.
Sé que un artículo como este no alterará un adarme una situación que mata y asfixia personas y pensamientos, y que dinamita la confianza en la fraternidad humana, pero contribuirá al menos, eso pretende, a un mínimo homenaje, tributo y recuerdo a cada acción de protesta, por pequeña que sea, y sobre todo a cada uno de los voluntarios que hoy luchan directamente, en las aguas frente a las costas de Palestina, contra la sevicia y el crimen, y que con su valor y su entereza están enviando un mensaje claro, rotundo y directo, y que debía avergonzarles hasta el tuétano, tanto a esos partidos políticos incapaces de enfrentarse y cómplices del genocidio, como, sobre todo, a los palmeros, coleguitas, amiguetes y votantes de esos mismos partidos, que con sus votos y sus indiferencias han elevado, y siguen elevando a las tarimas del poder a dictadores, ignorantes, fascistas e incapaces, que son los principales apoyos y acólitos del monstruo israelí.
Frente al crimen y la crueldad, frente a la ruindad y la sangre, frente al genocidio, el silencio no es ni podrá ser nunca una opción. Callarse es nutrir las armas del desprecio. La neutralidad no existe frente a la imposición y el poder de la fuerza. La justicia se encuentra también en la conciencia del otro. El grito puede ser tanto escudo como arma de defensa. Estamos despiertos. Gritemos, para sabernos vivos.