En muchas de mis colaboraciones anteriores he insistido en la importancia de utilizar con corrección y exactitud las palabras de nuestro rico idioma y esta es una de ellas.
Ayer más de 500 ciudadanos de 48 países de los 5 continentes fueron secuestrados en aguas internacionales, en un acto de piratería sin precedentes. Entre ellos más de sesenta españoles. Fueron secuestrado además en territorio español ya que viajaban bajo bandera española, por lo que al igual que las embajadas se considera territorio soberano y como las tropas israelíes subieron a los barcos sin permiso se puede considerar una invasión.
No fue una “retención ilegal”, una “detención irregular” o una “medida preventiva”, fue un secuestro de ciudadanos en sus propios territorios. Los ciudadanos que viajaban en la flotilla no eran provocadores, ni terroristas, ni miembros de Hamas, no llevaban armas y ni si quiera iban a atracar en territorio israelí ¿o es que la costa de Gaza pertenece ya a Israel? Los barcos fueron atacados con cañones de agua, acorralados y abordados por los miembros del ejército israelí, violando así todos los convenios internacionales y las leyes del mar. Por tanto, menos eufemismos y llamemos a las cosas por su nombre.
La gente protesta y se manifiesta activamente, mientras los gobiernos se limitan a condenar los actos y pedir soluciones diplomáticas. Israel tiene secuestrados a ciudadanos de todo el mundo y lo hizo por medios violentos al igual que Hamas tiene secuestrados a israelíes a los que apreso por medio violentos ¿dónde está la diferencia? Esto es, en riguroso castellano, un secuestro de ciudadanos españoles en territorio español.
Hoy se abusa de los eufemismos[1] y con ello la narrativa se suaviza, pero la comprensión se complica, porque el lenguaje no es inocente. Y así, hoy las privatizaciones pasan a ser “externalizaciones de los servicios públicos”; una amnistía fiscal se denomina “tributación de rentas no declaradas”; una reducción de los sueldos se hace pasar por una “devaluación competitiva de salarios”. Ya no hay guerras todo son “conflictos o intervenciones armadas”; los despidos son “expediente de regulación de empleo”; los pobres son “persona en riesgo de exclusión social” y los viejos pasamos a ser personas de la tercera edad ¿y cuál es la cuarta?
Los eufemismos suavizan y al tiempo ocultar o reemplazan muchas realidades, también ciertas verdades y sobre todo muchas mentiras. El filósofo británico John Austin afirmaba que muchas de las frases que utilizamos tienen carácter performativo, es decir, además de describen hechos, cambian la realidad por mero hecho de ser pronunciarlas. Por ejemplo, si un juez dice “le condeno a 5 años de cárcel”, la vida del condenado cambia radicalmente o cuando un matrimonio aceptado por las dos partes con un “Sí quiero”, la situación social y jurídica de ambas personas se modifica realmente. Un "secuestro" es un delito pero una "detención ilegal" puede ser una falta administrativa, son dos realidades distintas.
El término “genocidio” es lo que es: el exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad. Por tanto, no es una matanza, ni una masacre, no es “algo que no nos gusta” como lo definió el Alcalde de Madrid, no es una defensa por el execrable atentado de un agrupo terrorista, no se puede hablar de los neumáticos de Fernando Alonso cuando se está hablando de un genocidio como si hacerlo fuera una moda, aunque así lo presentó la Presidenta de la Comunidad de Madrid en una entrevista a Ana Rosa Quintana. Tampoco se trata de una “tragedia humanitaria inaceptable” como lo calificó el presidente de La Rioja, Gonzalo Capellán. Todo esto son eufemismos, lo que está sucediendo es un exterminio, es la eliminación sistemática de un grupo humano; y eso se llama genocidio.
El poeta romántico alemán Friedrich Hölderlin afirmaba que el lenguaje es el bien más preciso y a la vez el más peligroso que se ha dado al ser humano. Veremos.
[1] Un eufemismo es un término o frase que se emplea para reemplazar a otro que se considera tabú, hiriente o desagradable, con la finalidad de atenuar o eludir lo crudo del lenguaje original.