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CULTURA
Actualizado 02/10/2025 09:13:18
Charo Alonso

Publicada por la editorial Valnera, la novela está teniendo un gran éxito en todas sus presentaciones.

Las librerías, con el comienzo del otoño, vuelven a llenarse de citas en torno al libro, sustituyendo en cierto modo a los espacios culturales. Y es de agradecer que sus paredes forradas de libros sean también foro de encuentro entre autores y lectores que escuchan, intercambian pareceres y se llevan el libro bajo el brazo tras un acto, como los que protagoniza José Ignacio García, que nos deja ese regusto feliz de la palabra precisa y consoladora.

Crítico literario en el prestigioso ABC cultural y en “La Crónica de León”, José Ignacio ha redescubierto este género no menor para la literatura, e incluso, ha publicado un libro con sus mejores ejemplos de recorrido incisivo, admirado y ferviente por la obra de los otros. Pero no podemos olvidar que este experto en nuestra literatura, porque suya es la última gran antología del cuento de la tierra o suyas son las series de conferencias auspiciadas por el Centro de la Lengua Castellano y Leonesa con las que recorre nuestras Bibliotecas hablando de los autores más próximos, también es un escritor de fuste que, llega con una extensa novela bajo el brazo después de años dedicado el género del cuento del que es un particular maestro.

Una novela, publicada como siempre con solvencia y mimo la editorial cántabra Valnera, que define el profesor, autor y también crítico Pedro Ojeda, tan vinculado a nuestra ciudad de Béjar como un canto a la vida. Esa vida regalada al escritor trece años más, tras una gravísima enfermedad, que el autor ha querido dedicar, como afirma en el hermoso colofón de la novela, a “la amistad, la vida y el amor”. Tres ejes que vertebran una historia coral de personajes más allá de los cincuenta años que se enfrentan, como los delfines del título, a las experiencias más cotidianas para hallar un paisaje novedoso y optimista. Porque José Ignacio García, el crítico que “Quiere contar en sus reseñas historias a partir de los libros que leo para animar a la gente a leer”, crea personajes e historias “posibles, humanas, cercanas con las que el lector pueda conmoverse”. Y lo hace arropado por una editorial de calidad, suyo es el magnífico libro del salmantino Ramón García Mateos sobre su infancia en Cerralbo, que, en este panorama de grandes corporaciones, apuesta por la excelencia en un mundo en el que se publican más de 90.000 títulos al año y en el que las reseñas, por más prestigiosas que sean, pasan, según él, desapercibidas.

Ante un numeroso público que conoce bien la obra del autor, José Ignacio desgrana sus problemas para construir una novela desde su experiencia como cuentista, poniendo como ejemplo al arquitecto que levanta una casita molinera o un rascacielos. Toda una hazaña con la que contó con la ayuda de su editor, quien curiosamente se bregó en tareas editoriales aquí en Salamanca de la mano de Anaya, Jesús Ceballos, quien también decidió esos delfines del título, símbolos del optimismo, de la sonrisa que provocan, de ese mar que no vemos y de ese fluir que viven los personajes. Unos personajes que no quiere su autor “de hojalata” sino vivos, porque sufren los problemas cotidianos que todos tenemos en el día a día y que se imbrican y deslizan por el tapiz de la novela como esa vida misma que tan bien sabe novelar el autor.

Y lo hace también José Ignacio desde su posición de crítico, porque esta historia coral que tanto hace disfrutar con su dibujo certero de personajes, el gusto por el detalle significativo, el uso riquísimo del lenguaje oral, el humor y la viveza, tiene una carga enorme de homenajes a autores, películas, música… citas admiradas en las que destaca la protectora sombra del autor recientemente fallecido José Antonio Abella, de quien toma los nombres de la pareja quizás “más” protagonista. Leo y Selma, héroes cotidianos de una historia de amor esperanzada, plena de ternura y de dignidad, de esa “pasión sosegada” que ha descubierto el autor, son un guiño al protagonista masculino de la novela de Abella El corazón del cíclope y de su última heroína, Santa Selma. Un homenaje que se une al hecho de que José Ignacio escribió la novela con una fotografía del autor en su despacho, convencido de que no solo tenía que narrar una historia en la que se trenzan numerosos personajes que, llegado el momento fueron cada uno por su lado imponiéndose a la voluntad del autor, sino de que tenía que hacer literatura. Y esa literatura para él es crear belleza, llegar al lector, trascender, emocionar… y nos lo dice con sencillez, con afecto, con cercanía, con alegría, con esa energía que despliega para hablar de lo que ama, de lo que disfruta, de lo que entrega. Y en esa entrega no solo caben los delfines que surcan una librería siempre generosa y hospitalaria, Víctor Jara, sino los nombres de nuestra cercana literatura que tanto nos ha mostrado, nos ha regalado, nos ha traído este autor toda vida y toda literatura. Una novela, sencillamente, para recorrer la existencia cotidiana, maravillarse, plantearse lo bello de vivirla, lo esforzado de recorrerla, lo hermoso de compartirla. Bravo por José Ignacio García, sus delfines y su palabra sabia que regresará a Salamanca en noviembre para seguir hablando de literatura, la buena, la nuestra. Y ahí estaremos

Charo Alonso. Fotografías: Carmen Borrego.

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