Alejandro Scopelli proponía (“Hola Mister, 12 años después”) eliminar el fuera de juego en los tiros libres (directos e indirectos). La idea data hace más de 50 años. Lo cual tenía una lógica porque conectaba con varios debates reglamentarios históricos:
1. Origen de la idea: Scopelli veía el fuera de juego como una limitación artificial que coarta la creatividad ofensiva en jugadas a balón parado. En un saque libre, el atacante ya está en situación desventajosa (defensa colocada, barrera, distancia reglamentaria). Suprimir el fuera de juego ahí equilibraría la balanza y aumentaría las posibilidades de innovación.
2. Efecto esperado: abriría espacios para estrategias más atrevidas, con delanteros posicionados cerca del área de meta (pequeña) esperando un pase “quirúrgico” sin temor al banderín levantado. Sería una excelente invitación a la sorpresa táctica.
Comparación con otras modificaciones de las reglas:
1. En el córner ya no hay fuera de juego, y eso nadie lo discute. Scopelli planteaba extender ese mismo criterio a los libres.
2. En el fútbol sala no existe fuera de juego, lo que genera partidos más ofensivos, pero también obliga a defensas más móviles y compactas.
3. El “establishment” reglamentario (IFAB, FIFA) siempre ha sido muy conservador: apenas ha cambiado lo esencial del fuera de juego desde 1925.
4. Temor a que se convierta en un recurso “tramposo” para dejar uno o dos delanteros “colgados” siempre, obligando a desnaturalizar la línea defensiva.
Lectura actual: con el VAR y la obsesión milimétrica por el fuera de juego, la idea de Scopelli cobra aún más fuerza. Quizás hoy sería vista como una solución práctica para reducir polémicas y favorecer el espectáculo en jugadas a balón parado.
Diría que es una propuesta poética y pragmática a la vez, muy adelantada para su tiempo. Con la norma propuesta se supone que se cometerían menos faltas ante el riesgo de que fuera más fácil la consecución de goles. Las barreras desaparecerían y las posiciones de los atacantes serían más libres y móviles.
En su consecuencia, de aplicarse la norma como proponía Scopelli:
3. Menos faltas tácticas.
• Hoy en día muchas faltas se cometen “baratas” en zonas de medio campo a 25-30 metros de portería, porque el riesgo es mínimo: balón parado, barrera bien colocada y defensa que adelanta línea.
• Con la norma de Scopelli, cada falta tendría un peligro añadido: el atacante podría dejar dos o tres hombres libres cerca del área chica sin riesgo de fuera de juego. Eso desincentivaría la falta sistemática.
4. Desaparición de la barrera:
• La barrera es una especie de “parche” defensivo. Si no hubiera fuera de juego, la prioridad del equipo que defiende sería vigilar marcas individuales y controlar el espacio, no tanto tapar el disparo directo.
• Esto devolvería el balón parado a un escenario creativo, sin ese corsé casi mecánico de colocar 5-6 hombres en hilera.
5. Mayor movilidad y libertad atacante.
Los delanteros podrían cambiar posiciones constantemente, generando confusión en la defensa.
El saque libre se transformaría en una mini-jugada de estrategia viva, parecida a un córner o un saque de banda, donde la inteligencia táctica tendría más valor que la simple pegada.
6. Riqueza de variantes.
Entrenadores con imaginación podrían inventar repertorios infinitos de jugadas.
El fútbol ganaría en sorpresa y espectacularidad: goles de desmarque súbito, fintas colectivas, pases filtrados sin miedo al banderín.
7. En síntesis:
El juego sería más ofensivo, pero también más justo: el que defiende se lo pensaría antes de cortar con falta, y el que ataca tendría herramientas más variadas.
Scopelli no solo quería más goles, sino menos trampas, más fluidez y más creatividad. El fútbol sería, sin lugar a dudas, más fluido sin fueras de juego porque se cometerían menos faltas, incluso el tiempo real de juego aumentaría. Menos interrupciones = más tiempo efectivo. Un juego más limpio. Más dinamismo colectivo. Un espectáculo más continuo.
Por abundar, nos imaginemos un memorándum de Alejandro Scopelli a los “mandamases” internacionales del Reglamento:
• “Señores, el fútbol necesita aire, necesita libertad. Les propongo una reforma sencilla y justa: en los saques libres, directos o indirectos, no debe existir fuera de juego. ¿Por qué? Porque cada falta es hoy una invitación al engaño: el defensor corta, derriba, agarra… y sabe que la sanción es mínima. Una barrera, un balón detenido, un banderín siempre listo a salvarle. El infractor juega