No lo digo yo (por si alguien se lanza a tildarme de antisemita) es Naciones Unidas (ONU) quien denuncia que Israel comete genocidio en Gaza. Por primera vez, una comisión independiente creada y nombrada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, concluye que Israel es responsable del delito de genocidio en Gaza. El informe en el que sustenta tal afirmación fue publicado el martes 16, señalando directamente al primer ministro Beniamin Netanyahu, al presidente Isaac Herzog y al exministro de Defensa, Yoav Gallant, como instigadores de esos crímenes de lesa humanidad.
A la vista del informe, el alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, Volker Türk, dijo ver “pruebas crecientes” de genocidio en Gaza. Por su parte, el grupo de investigadores y expertos que han elaborado el informe han considerado y citan como pruebas: entrevistas con las víctimas, médicos, testigos, documentos de fuentes abiertas verificados y análisis de imágenes recopiladas desde el inicio del conflicto.
De otro lado, el Gobierno israelí tacha de “falsas” y “antisemitas” las acusaciones del organismo de la ONU. Estados Unidos, socio colaborador de Israel, afirmó a través de Morgan Ortagus, su representante en el Consejo de Seguridad que, el informe en cuestión, “carece de credibilidad”, manifestación que hacía tras vetar, una vez más, una resolución del Consejo que pedía un alto el fuego en la franja de Gaza.
Un somero seguimiento del desarrollo de este conflicto israelí-palestino pone de manifiesto que el Gobierno de Israel se ha negado a cooperar con la misión humanitaria de la ONU. Por otra parte, la citada Comisión señala que las autoridades israelíes no han hecho nada para investigar los crímenes cometidos durante la ofensiva político-militar. En enero de 2024 la Corte Internacional de Justicia (encargada de analizar y sentenciar las actuaciones de los Estados) ordenó que Israel previniera cualquier acto de genocidio, y en mayo del mismo año, el fiscal de la Corte Penal Internacional (que juzga las actuaciones individuales de las personas y sus responsabilidades) pidió emitir órdenes de arresto contra Netanyahu, su exministro de Defensa Yoav Gallant y los máximos dirigentes de Hamás, por presuntos crímenes de guerra y de lesa humanidad.
Más de un año después de esas dos resoluciones de los tribunales internacionales, de los cuales nos dotamos en 1945 tras el proceso de Núremberg que juzgó a los nazis por crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, y que trabajan para que tengamos un mundo más civilizado y una cultura de paz, nada se ha hecho al respecto, debido a la negativa israelí de acatar las sentencias, el apoyo de Estados Unidos y la falta de la cooperación necesaria de los Estados para que se hagan efectivas las resoluciones de los altos tribunales.
Todo lo contrario, la ofensiva israelí no ha parado de recrudecerse intensa y constantemente. El 8 de agosto, Benjamín Netanyahu, consiguió la aprobación del Gabinete de Seguridad israelí para ocupar Gaza, superando el rechazo de la cúpula militar y de las manifestaciones de los israelíes en las calles, donde se percibe que esa ocupación puede ser potencialmente letal para los secuestrados israelíes que siguen con vida después de más de 700 días en cautiverio por Hamás. Pero a Netanyahu no parece que le importe tanto la vida de los israelíes cautivos, como acabar con el pueblo palestino. “Borrar Gaza de la faz de la tierra” es alguna de las declaraciones deshumanizadoras realizadas por ministros y diputados israelíes.
El derecho internacional contemporáneo, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI con la conocida como Escuela de Salamanca y más concretamente con las aportaciones de uno de sus componentes, Francisco de Vitoria, que aportó argumentos doctrinales al derecho de gentes y a quien se le reconoce la paternidad del derecho internacional al sentar las bases para su desarrolló en los siglos posteriores hasta llegar a nuestros días. Ese derecho Internacional, describe el genocidio como los actos cometidos “con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal”. Definición bastante coincidente con la que nos da el Diccionario de la Lengua Española que lo califica como un “exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”.
El citado documento publicado por la ONU determina que Israel ha cometido cuatro de los cinco actos que encajan con esa definición de genocidio, a saber: asesinato, causar graves daños físicos y mentales, infligir deliberadamente condiciones destinadas a destruir a un grupo humano (los palestinos en este caso) e imponer medidas destinadas a impedir los nacimientos.
Desde los detectables ataques terroristas de Hamas y el inicio de la ofensiva israelí en la franja de Gaza, hace casi dos años, la campaña militar de Israel ha dejado más de 65.000 muertos en el enclave palestino, según cifras del ministerio de Salud de Gaza, mientras que la relatora de la ONU para Palestina, Francesca Albanese, medios científicos especializados e incluso investigadores israelíes, acudiendo a diversos cálculos, plantean que los muertos puedan ser diez veces más, unos 680.000 palestinos.
Una cifra descomunal de muertos sobre una población de dos millones de personas que han sido obligadas a desplazarse en numerosas ocasiones y sometidas a una hambruna por un bloqueo israelí a la llegada de ayuda humanitaria internacional, alimentos y otros recursos de primera necesidad.
Pocas horas después de que se conociera el dictamen de la ONU en el que señala el genocidio que Israel está cometiendo en Gaza, el ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, aparecía en un foro inmobiliario en Tel Aviv comentando que el territorio palestino, que está siendo arrasado, “es una auténtica bonanza inmobiliaria” y “… ahora debemos decidir cómo repartir los porcentajes de la tierra en Gaza”, dijo y luego agregó, que el plan “ya está sobre el escritorio del presidente Trump”. Así que, aquello de construir un resort (complejo turístico y comercial) en tierra palestina tras expulsar a sus legítimos habitantes de ella no era una broma de mal gusto, sino un proyecto real profunda y largamente meditado.
La cuestión de fondo no es quien gana o pierde una guerra, que, por otra parte, ya se sabía desde el principio quien la ganaría, ni tampoco entrar en disquisiciones lingüísticas. Es una cuestión de humanidad frente a la barbarie, de que se pare una masacre o genocidio, aunque no se pueda construir un resort.
Más allá de la legítima defensa que nadie cuestiona, las elevadas cifras de civiles muertos, entre ellos más de 20 mil niños inocentes, están destruyendo completamente la imagen, credibilidad y reputación de Israel ante las instituciones internacionales y la opinión pública mundial. En el caso de España, una reciente investigación del prestigioso Real Instituto Elcano indica que el 82 % de los españoles califica de "genocidio" lo que Israel está haciendo en Gaza. No es de extrañar que algunos intelectuales israelíes estén preocupados por el incremento del antisemitismo en el mundo, siendo ellos mismo quienes lo están generando.
Salvo algunas excepciones, poco o nada hemos hecho en estos dos últimos años y la inacción de la comunidad internacional ante la invasión gazatí por parte de Israel es para sonrojarse. Pero si estas líneas sirven para remover conciencias e invitar a hacer algo positivo, humanitario y por una cultura de paz, el tiempo dedicado habrá sido bien empleado.
Escuchemos La Misión.
https://www.youtube.com/watch?v=ussEFHEjrOQ
Aguadero@acta. es
© Francisco Aguadero Fernández, 19 de septiembre de 2025