San Pablo dividía el ser humano en tres partes: cuerpo, alma y espíritu, reconociendo así la complejidad humana, que no es binaria, sino multifuncional. La Inteligencia Artificial por muy compleja que sea, a menos que se trabaje en ella con ordenadores cuánticos, que de todo habrá, no deja de ser binaria: materia magnetizada o sin magnetizar.
El espíritu es muy importante, tanto que, con mayúscula, es una de las personas de la Santísima Trinidad, o también tiene que ver con el máximo grado de autoconciencia en la filosofía de Hegel y sus sucesores.
Sin ir tan lejos, en los últimos decenios se ha hablado mucho de espiritualidad, que tendría que ver con la búsqueda de la trascendencia, apoyándose libremente en una u otra tradición religiosa, o no religiosa, como puedan ser algunas corrientes del budismo; en todo caso, sin referencia clara a las tradiciones espirituales de las Iglesias mayoritarias e institucionalizadas.
He dicho varias veces que en asuntos importantes me guía la intuición, porque no tengo tiempo y posiblemente tampoco capacidad para discernir loa cambios de época y la aparición de nuevos paradigmas que nos ayuden a entender el mundo en que vivimos y nuestro futuro como personas, como sociedad e incluso como planeta habitado por la vida. El hecho de no poder abarcar todas las dimensiones de la realidad, no me exime, sin embargo, de ejercer mi responsabilidad como persona, como cristiano y como sacerdote católico. Naturalmente, menos todavía me exime de manifestar mi opinión.
A ello voy: en estos cincuenta años que llevo de cura, ampliables a los últimos sesenta y cinco años vividos con uso de razón, ha disminuido mucho la virulencia del proceso de secularización; también ha disminuido anticlericalismo y no aprecio un rechazo a priori contra la fe.
Al mismo tiempo, me parece que hay más libertad interior para explorar a fondo las múltiples herencias espirituales que conviven en el seno de la Iglesia católica (sanjuanistas inspirados en San Juan de Sahagún o Santa Teresa de Jesús, franciscanistas que navegan en la estela espiritual de San Francisco y Santa Clara de Asís, o en la convivencia pacífica de razón y fe en la herencia de Santo Domingo de Guzmán). A más a más, como diría un catalán de pro, parece que el debilitamiento del proceso de secularización, abre camino a Nuevos Movimientos que intentan abordar sin miedo el misterio de Dios o a Dios como Misterio.
La explosión de aplicaciones para móviles y plataformas de comunicación impulsan un cruce de influencias y búsquedas espirituales impensables hace bien pocos años. Y así, parece claro un debilitamiento de los procesos de secularización en el mundo y la cultura anglosajones. Paralelamente a este debilitamiento del proceso de secularización, y apoyándose en el amplio rechazo a las Iglesias institucionales, ha dado un resultado paradójico: resulta que muchas personas individuales están haciendo búsquedas y trasvases desde el protestantismo a la tradición católica o a la ortodoxa, pues en ambas encuentran más vivible el Misterio, especialmente en la Liturgia. También se aprecian trasvases personales desde el Islam al catolicismo o a la Ortodoxia, aunque estas conversiones, por razones obvias, son más silenciosas y tienen menos publicidad y presencia mediática.
En un ámbito más casero y cercano, vemos cómo jóvenes y adultos se incorporan a procesos de formación para recibir el Sacramento de la Confirmación, especialmente en el seno de las Cofradías, Hermandades y Congregaciones. La religiosidad popular, vivida en el “espíritu cofrade”, favorece también estas conversiones así como el compromiso público de la fe a través de la acción social e incluso de la caridad política.
De modo similar a como prestamos atención a las informaciones televisivas sobre el tiempo y la meteorología, haríamos bien en observar también la meteorología del Espíritu, que sigue soplando donde quiere.