El organista Alberto Moñivas ha recuperado el histórico Coro de Niños de la Catedral de Salamanca, una institución desaparecida hace más de 60 años. El proyecto, respaldado por el Cabildo, ofrece formación musical gratuita a niños y niñas de 8 a 11 años, devolviendo las voces blancas a las celebraciones litúrgicas de la seo.
Las bóvedas de la Catedral de Salamanca han vuelto a vibrar con un sonido que permanecía dormido en la memoria de sus muros desde hace más de seis décadas: las voces blancas de un coro infantil. Un eco del pasado que resuena con fuerza en el presente gracias a la recuperación del histórico Coro de Niños de la Catedral, un proyecto que no solo rescata una tradición centenaria, sino que también siembra una nueva semilla cultural y musical en el corazón de la ciudad.
Este renacimiento sonoro ha sido impulsado por Alberto Moñivas, organista titular del templo, quien ha asumido el reto como un deber ineludible con la historia del propio edificio. "Para mí era una responsabilidad histórica", confiesa Moñivas en una entrevista para SalamancaRTV Al Día. La iniciativa, que ha contado con el respaldo incondicional del Cabildo Catedralicio, busca devolver a la seo una institución que fue fundamental durante siglos.
Lo que hoy se presenta como una novedad es, en realidad, la continuación de una costumbre profundamente arraigada. "Lo que hemos hecho ha sido recuperar una tradición que ha estado presente, no solamente en la catedral de Salamanca, sino en las catedrales de España y del mundo", explica el director. Históricamente, las grandes iglesias acogían a niños en el conocido como Colegio de Niños de Coro, donde recibían manutención y una completa formación a cambio de su servicio en las celebraciones litúrgicas.
En Salamanca, esta institución tuvo su sede en la que hoy es la residencia episcopal, en la calle Arroyo de Santo Domingo, cuya fachada aún conserva el nombre de Casa de los Niños de Coro. Allí, niños procedentes en muchos casos de pequeños municipios, cuyos sacerdotes descubrían sus dotes vocales, recibían clases de gramática, latín y, por supuesto, música. De esta cantera surgió una de las figuras más importantes de la música de su tiempo, Manuel José Doyagüe (1755-1842), quien fue niño de coro con tan solo nueve años.
Sin embargo, en la década de 1960, una confluencia de factores como la falta de medios económicos, el auge de la educación pública y un cambio en el interés social provocó su desaparición. Mientras otras grandes catedrales como las de Zaragoza, Toledo o Sevilla lograron mantener viva esta tradición, Salamanca la vio interrumpida. Hasta ahora.
El proyecto echó a andar en septiembre del año pasado con una convocatoria abierta a toda la ciudad. "Lanzamos el anzuelo a toda la sociedad de Salamanca, para quien quisiera", recuerda Moñivas. La respuesta fue positiva, reuniendo a un grupo inicial de 20 niños y niñas. Un año después, la mayoría continúa y se han sumado entre seis y ocho nuevas voces, una señal inequívoca de la buena acogida.
Los comienzos, sin embargo, estuvieron marcados por la incertidumbre al ser algo nuevo para todos. "Yo les dije a los padres el primer día: 'sois unos valientes', porque habéis visto aquí un cartel y os habéis apuntado porque imagináis que merecerá la pena, pero no porque supiesen realmente cómo iba a funcionar", relata el organista. El objetivo principal, más allá de lo musical, era crear un grupo humano cohesionado donde lo lúdico fuera fundamental. "Que los niños se lo pasen bien y que a la vez que aprenden, pues también se diviertan", subraya Moñivas como una de las claves del éxito.
El funcionamiento actual de esta institución recuperada combina la herencia histórica con las necesidades de las familias del siglo XXI. El coro está formado por niños y niñas con edades que oscilan entre los 8 y los 11 años, una horquilla que, según explica el director, se ha ajustado tras la experiencia del primer año para trabajar de manera más homogénea. Los ensayos se realizan una vez por semana, los martes, en un salón de la histórica Casa de Niños de Coro, un espacio que la propia Catedral ha dotado con todo el material necesario, como teclados y pizarras.
Una de las claves del proyecto es su total accesibilidad, ya que la actividad es completamente gratuita. "Las familias no tienen ningún tipo de coste. Ni concepto de matrícula ni gastos posteriores", subraya Moñivas. Es la Catedral la que asume la inversión, incluyendo la confección de la vestimenta, para la que se ha recuperado el diseño histórico: los niños visten túnicas rojas con un sobrepelliz blanco encima. La única diferencia con la tradición es que no se ha recuperado la beca de color negro que antes llevaban los colegiales para contrastar con el rojo.
Durante su primer año de andadura, el coro ya ha participado en celebraciones destacadas como el Domingo de Ramos, Pentecostés y el Corpus Christi, interviniendo tanto en la misa como en la posterior procesión. Las familias, que al principio se sumaron al proyecto con un acto de fe, hoy se muestran orgullosas. "Verse ellos también partícipes de ese patrimonio a través de la música y poder frecuentar estos espacios y sentirlos como su casa, pues es para ellos un orgullo", afirma el director.
El repertorio es tan variado como ambicioso, pues el objetivo trasciende la mera interpretación. "Las canciones que aprenden es un bagaje que ellos les va a acompañar ya para el resto de la vida", destaca Moñivas. Por ello, el programa abarca desde el canto gregoriano hasta cantos populares, buscando que los niños se apropien de un patrimonio musical a menudo olvidado. La estructura mixta del coro, con un equilibrio entre niños y niñas, es también una apuesta de futuro. Cuando los chicos cambien la voz, podrán seguir en la formación aportando nuevos registros graves, lo que hará que "las posibilidades a nivel musical se amplíen también".
De hecho, no hay límite de edad para permanecer. Ante la pregunta de los propios niños sobre hasta cuándo podrán estar, la respuesta de Moñivas es clara y tranquilizadora: "Cuando dejes de cantar con voz aguda, pues podrás seguir cantando con tu voz grave, cambiada, no hay problema". Una declaración de intenciones que confirma que este coro ha vuelto para quedarse y seguir escribiendo la historia sonora de la Catedral de Salamanca.
FOTOS: Diócesis de Salamanca