En honor las fiestas del Cristo la localidad está inmersa en una apretada agenda de actividades
Las campanas de Diosleguarde repicaron este domingo con un aire solemne y, a la vez, festivo. La localidad, inmersa desde el jueves en sus celebraciones en honor al Cristo, volvió a demostrar la fuerza de su identidad colectiva y la entrega de un vecindario que, año tras año, convierte las calles en un mosaico de fervor, música y convivencia.
La jornada dominical se abrió a la una de la tarde con la misa mayor, presidida por el párroco Isidoro González Martín y acompañada por los mayordomos Nuria Sánchez y Manuel Sánchez —este último, conocido en los ruedos como Manuel Diosleguarde, vecino de esta localidad. La liturgia, que reunió a autoridades locales y provinciales, contó con la presencia del alcalde, Manuel Francisco Sánchez, varios miembros de la corporación municipal, el diputado provincial Gerardo Marcos y el capitán de la Guardia Civil de Ciudad Rodrigo, Pablo Gatell Ruiz de Gordejuela. Tras la misa, la procesión recorrió con solemnidad las calles del pueblo, engalanadas para la ocasión, y dio paso a un vino español ofrecido generosamente por la mayordomía, gesto que reforzó ese espíritu hospitalario tan propio de las fiestas castellanas.
La tarde, abrasada por un sol que parecía resistirse a ceder el paso al otoño, se transformó en un escenario de juegos y camaradería. Los jóvenes, alma incansable de estas celebraciones, desplegaron su ingenio con el Alpakarpix Javata, una suerte de gymkhana popular que combinaba destreza, humor y complicidad: obstáculos de alpacas de paja, pruebas de agilidad y otras disciplinas que, a medio camino entre la tradición y la inspiración televisiva, arrancaron sonrisas y aplausos de los asistentes.
La música tomó el relevo en la caída de la tarde. Un grupo de flamenco encendió el aire con su duende, y más tarde el DJ Salgado puso ritmo a la noche, prolongando la alegría hasta bien entrada la madrugada.
El lunes 15, como epílogo festivo, los vecinos y visitantes se reunirán en torno a una gran paella popular, cita obligada para compartir mesa y conversación, y rememorar las pequeñas hazañas, anécdotas y emociones vividas durante estos días en los que la tradición y la juventud, la fe y el júbilo, se han entrelazado en perfecto equilibrio.