Fernando Pérez, uno de sus integrantes, desvela las claves de su éxito: una comunidad diversa y horizontal, un espectáculo visual y una música que contagía alegría a los espectadores.
Un latido profundo y contagioso está a punto de apoderarse una vez más del corazón monumental de Salamanca. Este jueves, a las 19:00 horas, el inconfundible estruendo de los tambores de Blocco Charro volverá a marcar el pulso de la ciudad. Partiendo de la plaza del Liceo, la marea naranja de percusionistas iniciará un recorrido de una hora que promete transformar las calles Toro y Zamora, y la Plaza Mayor, en una fiesta de ritmo y energía colectiva. Pero, ¿qué hay detrás de esta vibrante agrupación que se ha convertido en banda sonora de la alegría salmantina?
Para entender su esencia hay que retroceder casi una década. Blocco Charro ha nacido en 2015, no en un conservatorio, sino de la forma más orgánica posible. "Fue un grupo de gente que tenía como una inquietud común, un gusto común por este tipo de música que hacemos, que se juntaba ahí a tocar", explica Fernando Pérez, miembro de la batucada. Aquellos primeros encuentros, casi improvisados a la orilla del río, han sido la semilla de un proyecto que ha crecido hasta convertirse en una de las asociaciones culturales más reconocibles de la provincia.
Lo que comenzó como un pequeño grupo de entusiastas ha evolucionado hasta convertirse en una imponente formación. "Hemos llegado a ser casi 100, y ahora creo que estamos por unos 80 miembros", detalla Fernando. Este crecimiento no ha diluido su espíritu original, sino que lo ha fortalecido. Blocco Charro se define como una "asociación horizontal en la que puede entrar la gente que quiera", aunque la logística y el espacio obligan a regular las nuevas incorporaciones.
Quienes se suman a sus filas no solo cogen un tambor; se integran en una escuela donde aprenden los secretos del samba-reggae o el samba-funk, pero también su trasfondo cultural. "Al principio, pues viene a lo que es la escuela, a aprender los ritmos, aprender la cultura y de dónde viene todo", comenta Pérez. Esta diversidad es, precisamente, su mayor fortaleza. En sus filas conviven personas de todas las edades y profesiones, unidas por un lenguaje universal: la percusión.
"Lo bueno de ser tanta gente es que es muy enriquecedor, porque tenemos gente de todo tipo, de todas las edades, de todos los gremios, pero sí que luego hay un denominador común", afirma Fernando. Ese denominador común es el "buen rollo" que transmiten, una energía palpable que va más allá de las notas musicales y que contagia a todo el que se cruza en su camino.
La propuesta de Blocco Charro es una experiencia sensorial completa. No se limitan a tocar sus instrumentos; bailan, se mueven en coreografías ensayadas y, en ocasiones, incorporan malabaristas para enriquecer el espectáculo. La estética juega un papel fundamental, un guiño a sus raíces brasileñas. "Tenemos dos colores. Uno que es el naranja, que es como el del loco. Otro que es azul, el de la escuela", explica Fernando. Esta identidad visual, completada con la pintura facial, no solo les hace reconocibles, sino que refuerza el sentimiento de unidad y homenajea la cultura de la que beben, donde "le dan muchísima importancia al colorido, a la estética".
El público es el receptor y, a la vez, el catalizador de esta energía. La clave de su éxito, según Pérez, reside en la naturaleza de su música. "Es un tipo de música muy para la gente, es muy bailable, tiene muy buen rollo. Tú lo oyes venir y ya como que te entran ganas de bailar", asegura. Esta invitación a la fiesta es lo que convierte sus pasacalles en un fenómeno social.
Aunque su base de operaciones es Salamanca, el ritmo de Blocco Charro ha traspasado fronteras. Han llevado su percusión a festivales por toda España, haciendo vibrar ciudades como Valencia, Granada, Galicia o Vitoria, y también han cruzado a Portugal para actuar en Lisboa y a Francia, en Burdeos. "Somos gente de mucho movimiento", reconoce Fernando. Sin embargo, confiesa que no hay nada como tocar en casa.
"Hombre, siempre es superespecial poder tocar en casa", admite con orgullo. "Está genial que te llamen de otros sitios, pero tocar en casa siempre... ¿a quién no le va a gustar tocar en la Plaza Mayor, en la Casa de las Conchas? Es siempre muy bonito". Esa conexión se intensifica al ver la reacción de sus conciudadanos, muchos de los cuales se encuentran con el espectáculo por sorpresa.
Ese factor inesperado es una de las magias de Blocco Charro. "Es superbonito ver cómo la gente te sigue, van bailando contigo. Mucha gente que no se lo esperaba te encuentra y de repente te empieza a seguir, y al final del recorrido, tienes un grupo de gente enorme detrás que está bailando, que está animando y que se lo está pasando bien, sobre todo, que es un poco para lo que lo hacemos". Este jueves, esa escena volverá a repetirse, demostrando que el corazón de Salamanca late, fuerte y claro, a ritmo de batucada.