"No es la política la que provoca conflictos: malos o buenos, estimulantes o letales, los conflictos son sintomas que acompañan necesariamente a la vida en sociedad... ¡y que pradójicamente confirman lo desesperadamente sociales que somos!."
(Fernando Sabater)
"La coalición política es el arte de llevar el zapato derecho en el pie izquierdo sin que te salgan callos"
(Guy Mollet)
La cuestión no es que haya casos de corrupción, porque a nadie se le escapa que siempre los ha habido. En España, mientras no hubo democracia, la corrupción fue la norma y no la excepción. Fueron las inercias de esas décadas las que trajeron esas prácticas bien conocidas en –casi– todos los partidos: desde el sistema por el que el PP repartía mordidas entre sus directivos, hasta la costumbre del 3% en Catalunya, pasando por el caso tan emblemático de Cajamadrid, en el que estaban compinchadas todas las formaciones de la región, o la grosera gestión de los Eres, la Gurtel, que aún está por cerrar, la aparición en las filas del PSOE de este caso Koldo, de olor nauseabundo, y una nueva entrega, por si no teníamos bastante, uno que se estaba cociendo a fuego lento como ha sido este del superministro Montoro, que nos metió la austeridad en vena, nos aso a impuestos, insulto a propios y extraños, y dejo que se filtrara, impunemente saltándose las reglas constitucionales de la privacidad, es decir hizo cuanto le dio la real gana…
Y, a mayor monto un entramado ingeniero-económico, en el que se enriquecieron no pocos de sus “acólitos”. Todo sin enumerar otros tantos, que siguen coleando ante la lentísima resolución judicial y ante los ojos de una ciudadanía, contemplativa que no termina de elegir bien a sus gobernantes, que no salen de su asombro, y que, cada día se demuestra con más claridad no les importamos un “morrón”, a los “mangantes”, y tan solo a la hora de votar es donde agitan las banderas de la honestidad, el buen gobierno y las promesas… Rotas, claro.
Por fortuna, esas sinvergonzonerías se denuncian y se investigan, los indicios que antes se encubrían durante décadas, se olvidaban incluso de destruían. Los procedimientos de contratación han hecho mucho más difícil (–lamentablemente, parece que no imposible– manipular las adjudicaciones-) es un indicador de una excelente salud democrática.
Por eso, cuando se produce un caso de corrupción —o nos enteramos de las prácticas sexuales de algún implicado— sentimos asco y nuestro primer instinto es el de distanciarnos tanto como sea posible. Y lo segundo es exigir que, cuanto antes, el partido se purifique por la vía del fuego: de la dimisión, de la renuncia, de la convocatoria electoral, del borrón y cuenta nueva. Ansiamos que se produzca una especie de limpieza ritual para poder volver a empezar y creernos otra vez que la política es una cosa prístina y los políticos, unos seres sobrenaturales que son ejemplares en todo lo que hacen.
Pero eso no es posible. No es verdad que “todos los políticos sean iguales”; son tan diferentes como somos las personas. Los hay listos, los hay tontos, los hay de moral inquebrantable y de moral distraída. Los hay eficaces e inoperantes. Y los hay estúpidos; si muy estúpidos, tanto que son legión, tanto como lo somos una gran parte de los ciudadanos, que una vez convertidos en masa, en masa mansa, adocenada, simple, lela y vulgar, somo manejados como rebaño, dóciles borregos que marchan al grito de su pastor, que subido en un pulpito, nos arenga a grito “pelao”, cuantas promesas, infundios y mentiras, que nosotros tragamos, y aunque sepamos que hay también personas y políticos, dedicados, íntegros y excelentes personas, las tripas se nos revuelven cuando aparecen estas fechorías, impúdicas, groseras, sin vergüenza, ética ni moral, todo un contrasentido, un engaño manifiesto pues los mismos juraron o prometieron todo lo contrario que con sus acciones, abusaron de sus cargos y perjudicaron a confiados votantes.
Pero lo que sí es cierto es que, en cualquier grupo de personas de cierta envergadura, sea un partido político o judicial, sea el colectivo que sea, siempre habrá gente brillante y luminosa y habrá alguno que tenga una cara oscura que nos repugne. Y a medida que se multiplican las pantallas y el nivel de escrutinio sobre la vida de los personajes públicos aumenta, no nos vamos a dejar de enfrentar a esa realidad.
Es normal, es saludable y es un síntoma de madurez democrática que le veamos las miserias a la política. Y es que todos los mecanismos que corresponden a un estado de derecho muy sólido parecen estar funcionando: la policía investiga, incluso a las máximas instancias del Estado, los jueces actúan cuando encuentran indicios de delito, los periodistas fiscalizan la acción del ejecutivo. Cierto que todo es mejorable, y debemos exigir que así sea. Pero reflexionen, miren y contrasten con otros países, otras naciones, otros regímenes...se sorprenderían.
No hace falta envolverse en la bandera de ningún partido, ni justificar ningún caso de corrupción, para preferir esta coalición electoral a otra. Hay momentos en la historia en los que, para estar a la altura de las circunstancias. A veces pintan bastos tú -
Fermín González, salamancartvaldia.es, blog taurinerias