Es un estereotipo pensar que los filósofos, las filosofas, toda persona interesada en la filosofía, son gente rara y hay que admitir que en parte es responsabilidad de ellos y ellas.
La palabra “filosofía”, como sabe la mayoría de ustedes, proviene del griego antiguo "σοφ?α" (sophía) que suele traducir como “amor por la sabiduría” y se suele asociar erróneamente a inteligencia, conocimiento y reflexión.
En realidad, todo ser humano tenemos algo de filósofos, todos queremos saber, nos hacemos preguntas y buscamos respuestas. La prueba es que en estos días es un clamor popular en los medios de comunicación frases como ¡queremos saber! ¡nos deben una explicación! ¡la ciudadanía tiene derecho a saber!
La curiosidad es el primer motor del saber, la que aguijonea la búsqueda de conocimiento (también del cotilleo), la que nos pide una comprensión del mundo y también en nosotros mismo, así ha sido desde aquel ya muy lejano e inconcreto momento en que dejamos de ser primates y pasamos a ser seres humanos. Desde entonces no hemos dejado de plantearnos preguntas y de buscar respuestas, pero es un proceso que exige tiempo, un bien escaso en estos vertiginosos tiempos que nos ha tocado vivir, en estas sociedades aceleradas que habitamos. Pero si es evidente que queremos saber, no lo es tanto el qué queremos sabre y el para qué queremos saberlo.
Los griegos (ya he dicho en otras ocasiones que todo el pensamiento posterior no son más que notas a pie de página) se atrevieron a cuestionar las leyes eternas de los Dioses que obligaban a todos los mortales, lo que suponía asumir grandes riesgos, el más importante de todos ello fue el de llegar a SER LIBRE. El filósofo, escritor, novelista y dramaturgo francés Jean-Paul Sartre opinaba que: Estamos condenados a ser libres.
Y para poder ejercer esa libertad o sufrir esa condena, debemos dar respuesta a nuestras dudas con el fin último de tomar decisiones. En el arte de vivir, el ser humano es al mismo tiempo el artista y la obra, es el escultor y el mármol, es el médico y el paciente, como afirma Erich Fromm en su libro “Ética y psicoanálisis”
En unos días comenzarán los cursos escolares a todos los niveles y como los docentes deberán enseñar e instruir a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes en el arte de vivir en libertad en un hábitat cada vez más tecnológico, en el que la Inteligencia Artificial, la realidad virtual o la manipulación mediática se lo va a poner muy difícil, de forma que no tengan que enfrentarse al reducido dilema que con su genialidad de siempre refleja en su viñeta El Roto. ME GUSTA – NO ME GUSTA. Saber separar correctamente el grano de la paja resultará crucial.
Yo desde estas modestas líneas sólo quiero desear buena suerte a todos los docentes que en breve comenzarán o retomarán su importante responsabilidad de ir definiendo el futuro de todos y para ello será necesario que alimenten y estimules sus ganas de saber, que es un impulso innato que no se debe dejar adormecer. Recuerden las palabras del estadounidense Alvin Toffler conocido por sus discusiones acerca de la revolución digital, la revolución de las comunicaciones y la singularidad tecnológica: "El analfabeto del futuro no será la persona que no pueda leer, sino la persona que no sepa cómo aprender"