CULTURA
Actualizado 28/08/2025 10:05:11
Charo Alonso

Premio de la Crítica de Castilla y León, la poeta palentina que vive en Salamanca firma Yo tampoco soy un robot, un libro necesario.

¿A quién consideramos autor de Salamanca? ¿Al que nació en la ciudad letrada, al que vive en ella y en ella escribe las obras que leemos con admiración? Todo lo bueno suma, y el poeta de La Bañeza, tierra ahora necesitada de toda letra, vive en Salamanca, y como Antonio Colinas, el zamorano Luis García Jambrina escribe, vive y enseña en la ciudad que también habita Amalia Iglesias Serna, de origen palentino, vida en Bilbao y estancia fecunda en Madrid.

A la ciudad del Tormes le adornan torres unamunianas y voces literarias eminentes como la de la autora de un Yo tampoco soy un robot, necesario y contundente. Tiene su poesía ese denso peso filosófico, sabio y profundamente sentido que no solo ha merecido premios, sino lectores admirados que convierten este título de la editorial “Vaso roto”, y qué bien editado está, en un libro necesario. Necesario porque Amalia Iglesias toma partido por lo humano y hace un ejercicio de resistencia en sus versos ante ese futuro de máquina y modernidad, apostando por la inteligencia emocional, por el valor de la palabra escrita, el sentimiento y el pensamiento que, como en toda la obra de una experta en la filósofa María Zambrano, tan bien se trenzan.

Es este libro un artefacto muy sabiamente armado. Las citas con las que se abre no pueden ser más adecuadas. Julia Piera y Clara Janés son dos voces independientes y profundas, tanto como esta letanía de imágenes magistrales que dejan paso a largos poemas donde las citas de otros autores se nos ofrecen en cursiva como hermosos regalos. La poeta se declara “habitada por preguntas”, pero las respuestas transitan entre elementos naturales, modernidad diaria, “y nubes digitales”. La piedra no tiene gravedad ni la pantalla, huesos, pero la poeta es capaz de trazar jardines de flores inútiles, paisajes donde el lenguaje juega y maravilla, vive y se expresa, terminando con ese réquiem en el que se reiteran de nuevo las letanías del comienzo, ahora iniciados con el ritornello “No robot”. Toda una declaración de intenciones.

Reconozco mi predilección por los libros de poesía bien armados, estructurados y trazados como jardín que quizás, poco deja al desorden de los renglones. Me gusta ese plano geométrico que despliega una poeta intelectual que tan bien trabaja la emoción de la libertad del instante. Y quizás sea esa una de las cosas que más me gustan de la poeta que labra sus surcos en Salamanca: la facilidad con la que, aparentemente, muestra sus profundidades. La gravedad del leve peso de su poesía. Y en esta piedra de toque tan sabia y tan crítica, logra este efecto extraño entre la solemnidad de sus saberes y la belleza con la que florece. Y nos admiramos. Y rescatamos además, y qué difícil elegir una sola rosa, la certera y contenida, la sabia y acertada lección a quienes apacienta. Busquen este verano que ya asoma su fin este libro indispensable, pero lean y guarden este poema “Inteligencia emocional”, porque “Habrá preguntas para las que no vas a encontrar respuesta”. Tras las maravillosas “Palabras para Julia” de Goytisolo, nunca había leído una advertencia tan bella y tan certera, llena de libertad y conocimiento, hacia un hijo asomado a la vida que se abre como desfiladero.

Charo Alonso.

Etiquetas

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Cultura
  3. >Los libros son para el verano VII: Amalia Iglesias, poesía sobradamente humana