Disfraces y música animaron la tarde del lunes con gran participación de peñas
En Tenebrón, el final del verano no se despide en silencio: se enciende con la fiesta. El pueblo se viste de luz y de júbilo para honrar a San Ceferino, patrón al que consagra estos días de agosto que son, a un tiempo, memoria y porvenir. Desde el sábado 23 hasta el miércoles 27, las calles del municipio laten al compás de la música, los pregones y la risa compartida, en un programa de celebraciones que teje tradición y presente.
La tarde del lunes fue un estallido de color. Peñas enteras y familias se dieron cita en el frontón, engalanadas con disfraces que iban de lo disparatado a lo ingenioso, como si el pueblo entero hubiera decidido jugar a transformarse en teatro. A ritmo de la charanga mirobrigense Manliao, el desfile recorrió las calles, despertando sonrisas en cada esquina y convirtiendo las fachadas en palcos improvisados. El verano, que todavía arde en las sierras, se sumó al festejo con su calor inclemente, pero nadie quiso dejar de bailar. Los refrigerios circulaban de mano en mano, alivio líquido en la comunión de la alegría.
Había en los rostros una mezcla de inocencia festiva y promesa silenciosa: los jóvenes que hoy se disfrazan, cantan y danzan, serán mañana los guardianes de las casas, los herederos de las tierras y del cuidado común. La fiesta, al fin y al cabo, es también una pedagogía del arraigo.
La jornada continuó con el pregón oficial, que abrió formalmente las fiestas antes de dar paso a la verbena animada por el grupo La Búsqueda, cuya música prolongó la euforia hasta bien entrada la noche.
El martes, día grande de San Ceferino, el pueblo se reunirá en torno a los actos religiosos en honor a este Papa del siglo II, mártir de los albores del cristianismo. Junto a la solemnidad litúrgica, no faltarán las comidas populares ni las veladas musicales, en esta ocasión a cargo de la orquesta SMS, que pondrá ritmo al penúltimo día de celebración.
En Tenebrón, estos últimos compases de agosto se convierten en una afirmación: la cultura compartida, la música, la comida en común y el fervor religioso son los hilos que, año tras año, bordan la identidad del pueblo. Y mientras el verano se apaga lentamente, San Ceferino devuelve a la comunidad la certeza de que cada agosto volverá a repetirse este pacto de fiesta y memoria.