CULTURA
Actualizado 21/08/2025 10:05:23
Charo Alonso

La publicación del último libro de la autora norteamericana es un desolador repaso a la maternidad que después, se convertirá en duelo.

El final del verano siempre tiene algo de melancólico, y la lectura de este 'Apuntes para John', de la periodista, ensayista, guionista y narradora norteamericana, es un ejercicio doloroso de autoconocimiento y mirada desolada. En 1999, Joan Didion, acudió a un psiquiatra, animada por su hija Quintana cuyos problemas marcaron años difíciles para el matrimonio de la autora con el también escritor John Dunne, a quien están dirigidas estas páginas. En ellas, con su clarividencia particular, Didion analiza sus sentimientos hacia la hija adoptada y bienamada y que resulta muy familiar para el lector de su obra: no hay concesiones, escribe para averiguar qué piensa y qué ve.

Didion nace en 1943. A los cinco años, su madre le regala un cuaderno para que se entretenga sola y cuando está en la Universidad de Berkeley, la anima a presentarse a un concurso para trabajar en la revista Vogue, donde se convertirá desde los veinte años, en una articulista afilada y observadora. Ya casada con John Dunne, ambos deciden viajar a la California donde ella había nacido, hija de un militar peripatético, lo que le había dado esa capacidad de observar lugares nuevos. La costa oeste era entonces un lugar marcado por la disidencia, el cine y la modernidad, y en ella, ambos autores desarrollaron un trabajo muy particular, dedicado a escribir la historia de su tiempo, ya fuera desde el periodismo, los guiones que hacían a cuatro manos, o la ficción. La figura de Didion se convierte, glamourosa y original, en familiar para los lectores, es la fotógrafa de un tiempo convulso que utiliza la ficción para desarrollar más ampliamente su trabajo como periodista. Son los tiempos de los grandes autores que explican el mundo a través de los reportajes y los ensayos casi narrativos, y Didion sobresale por su inmensa cultura, su estilo, su crítica social en tiempos “no coherentes” como ella definió después en el que se había perdido la fe en el contrato, precisamente, social.

En el Malibú aún provinciano, la familia de Didion era una postal hermosa y deseable: los dos autores independientes y unidos, la niña rubia… sin embargo, la madre siempre pelea para acallar el miedo a que la niña les sería arrebatada. La vida junto al mar es aparentemente idílica, y lo refrenda un aspirante a actor que trabajó durante dos meses como carpintero en la casa prácticamente acampado en ella: Harrison Ford. La hermosa mujer que escribe dolorosas páginas sobre la guerra de El Salvador, o predice la locura que iniciará un personaje al que describe perfectamente como David Cheneey, intimidante y maligno, se esfuerza por ser esa buena madre que se enfrenta, ya en Nueva York, a la hija treinteañera que pelea por sus propios demonios. Es el momento en el que Joan Didion visita al psiquiatra y desnuda sus temores en estas páginas.

La espléndida ensayista y narradora que todos conocen sufre en el 2003 la muerte repentina de su marido mientras la hija pelea por su vida en un hospital de Nueva York. De esa pérdida, nacerá un relato personal que asombra al mundo, El año del pensamiento mágico. Enfrentada al duelo, Didion afirma “Tuve que escribirlo porque nadie me había dicho cómo era”, “El duelo es un lugar que no conocemos hasta que lo visitamos”. El golpe no se detiene ahí, Quintana morirá meses después y la autora recibe el encargo de sus amigos de convertir las páginas de su libro en una obra de teatro protagonizada por su amiga, Vanessa Redgrave, también de luto por su hija, la actriz Nastasha. La autora, que pesaba apenas 35 kilos, superó su propia fragilidad y abordó la escritura de otro ensayo personal Noches azules, en el que relata el proceso de adopción y la vida junto a su querida hija, la misma que tanto le preocupa en las páginas de este recuperado Apuntes para John.

A la luz de la historia de Didion, este libro es de una dolorosa lucidez. Ella misma lo afirmaba en sus últimos años, más frágil aún por el Parkinson, pero independiente, lúcida, delgadísima: “Observa todo lo que puedas y escríbelo”. Didion, que supo leer las convulsiones de su tiempo, también leyó las turbulencias de su propia vida, fue capaz de analizar su dolor, su insólita capacidad profética, su miedo y su preocupación. El amor, el deseo de entender a su hija, de ayudarla, de hacer que se sobreponga, es lo que mueve este libro que complementa, en cierto modo, su díptico del dolor… y que nos ayuda a entender la vida. Esa vida que nos interpela y que una autora como Joan Didion nos ayuda, dolorosamente, a comprender.

Charo Alonso

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