Seguimos en el país de no entendemos nada. Se descarta un día sí y otro también declarar la emergencia nacional por los incendios. Se quema España para sacar rédito político. La historia se repite ahora con fuego antes con agua. Si necesitan ayuda que la pidan. La última exigencia de los ecologistas fue que soltaran lobos en Monfragüe, pero sobre la conservación de los montes que ardan sin control. Se quema tu casa en un incendio y te mandan a un gimnasio municipal. Ya han detenido a 110 cambios climáticos por la oleada de incendios, sería interesante saber sus motivos y ver sus caras. España no puede utilizar los helicópteros rusos para apagar sus incendios, solo por ser rusos, allí permanecen en tierra, es la prueba definitiva de nuestra estupidez colectiva. La ideología mata más que el fuego.
No es una ola de calor ni tampoco una ola de incendios. Es un tsunami de terror desencadenado por unos gobernantes que dejan mucho que desear a todos los niveles, que mienten sin tregua, y viralizado por unos medios de comunicación absolutamente vendidos al discurso del poder.
Dentro de nada llegará el viejo truco del totalitarismo de izquierdas: moldear la mirada del observador para que la penuria o los desastres observados dejen de parecer un fracaso y se conviertan en virtud redentora. Se gobierna con ficciones. El éxito individual es peligroso pero la penuria colectiva es prueba de pureza. La pobreza es para el pueblo y la riqueza para los nuevos sacerdotes del poder. España es el único país del mundo en el que cada vez que ocurre una desgracia, el responsable es la oposición. Es fascinante.
Nunca se quedó sin luz el país entero, nunca se había quemado un pueblo entero, nunca se había patrocinado la invasión islamista desde el país invadido. El bipartidismo y los nacionalismos, los extremismos, la UE, con sus agendas ecológicas, corrupciones, agendas ideológicas, están arruinando España. Destruyendo la riqueza, la seguridad, los servicios públicos y nuestra propia identidad como nación. Se van perdiendo los valores fundamentales. No nos reconocemos a nosotros mismos. Incluso los representantes de la iglesia dejan que desear con su actitud y declaraciones. Se meten en política para defender el mal. Mientras los partidos parece que han encontrado una nueva manera de financiarse y es creando asesores y altos cargos a los que se les obliga a pagar una derrama mensual de sus sueldos.
Los incendios se apagarán, el AVE volverá a circular y cada cual archivará sus dardos para la próxima catástrofe que vista la temperatura del mediterráneo no tardará mucho. Pero el veredicto ya está escrito, no fue el fuego el que dejo al descubierto la fragilidad del Estado sino su propia ausencia. Antes fracasó la sociedad, luego la Nación y ahora el Estado. No se ha declarado el estado de alarma para centralizar el empleo de medios y coordinar las actuaciones desde el gobierno. Al jefe del Estado se le ha apartado. España está rota.