La pedanía sagalleja llena todas sus casas durante estos días estivales dando vida a sus tranquilas calles
En la pedanía de Vegas de Domingo Rey, perteneciente al municipio de Agallas, en verano cobra una vida distinta: las casas, que durante buena parte del año custodian el silencio, se llenan de familias, de voces y de pasos que devuelven movimiento a sus calles sosegadas. La cita es ineludible, pues cada mes de agosto el calendario se abre a la festividad de San Salvador, una tradición profundamente arraigada en esta localidad de la comarca mirobrigense.
Este año, tras más de quince días de un calor sofocante que mantuvo a los veraneantes refugiados en la sombra o sumergidos en ríos y piscinas, el 18 de agosto amaneció con un respiro. El descenso de las temperaturas fue recibido casi como un milagro: permitió que la misa solemne y la procesión en honor al patrón se vivieran con recogimiento y sin el peso abrasador del mediodía.
La iglesia se llenó de fieles que, con devoción intacta, escucharon las palabras del sacerdote José Manuel Vidriales, arcipreste del Águeda. A continuación, la imagen de San Salvador recorrió las calles, acompañada por cánticos y plegarias, en ese gesto de fe compartida que año tras año cohesiona a la comunidad.
La jornada prosiguió con un cariz más festivo. La tarde se entregó a la alegría de los más pequeños, que disfrutaron entre risas de una fiesta de la espuma y de juegos hinchables. El día concluyó con una velada que miraba al calendario con ironía: una “Nochevieja” estival animada por una discomóvil que reunió a vecinos y visitantes en torno al baile y la música.
El programa festivo se prolonga hasta el 19 de agosto. Esa mañana, al despuntar el día, tendrá lugar la popular “pintada de mozas”, una costumbre única en la comarca: los mozos solteros recorren las casas para pintar con barro las piernas de las muchachas también solteras, una tradición que, entre juego y rito, enlaza generaciones.
Por la tarde, la cultura popular tomará protagonismo con una demostración de bailes charros, testimonio vivo de la identidad salmantina. Y, como broche de oro, una chocolatada y una sesión de cine al aire libre en el frontón despedirán unas fiestas que, año tras año, reafirman el vínculo entre raíces, memoria y celebración compartida.