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OPINIóN
Actualizado 16/08/2025 09:15:34
Julio Fernández

Como sabemos, Don Miguel de Unamuno y Jugo fue, entre tantas cosas importantes, un incansable viajero. Visitaba los lugares más emblemáticos e incluso desconocidos e iba anotando en su libro de viajes las características de los enclaves, la idiosincrasia de sus gentes, la gastronomía, las fuentes económicas de los diferentes municipios, sus paisajes y orografía y las curiosidades que observaba en cada rincón.

Una de las zonas que recorrió en varias ocasiones fue la de Las Arribes del Duero, atravesando el recorrido de dos provincias españolas: la de Zamora y la de Salamanca y el municipio portugués de Barca D,Alva. A este lugar había acudido con anterioridad para visitar a su amigo el poeta portugués Guerra Junqueiro. Aparte de ello, en los carnavales de 1898 y en la primavera de 1902 realizó sendas expediciones recorriendo los diferentes pueblos entre Fermoselle (Zamora) e Hinojosa de Duero (Salamanca). Del recorrido de este último viaje, Unamuno dejó plasmado el relato en una publicación interesante de Barcelona titulada Hojas Selectas, en 1905. El itinerario de este recorrido, de una belleza espectacular, es, actualmente la parte final del sendero de Gran Recorrido, el GR-14, también denominado “Senda del Duero”.

La asociación cultural Almiezar, de Mieza –a la que pertenezco- ha solicitado a la Junta de Castilla y León –de quien depende competencialmente este sendero- que proceda a denominarlo “Camino de Unamuno” -en honor al célebre personaje-, que se catalogue dentro de los caminos y senderos naturales españoles más relevantes y que sirva, también, para potenciar económicamente esta preciosa comarca de Las Arribes del Duero; porque, evidentemente, la afluencia de visitantes fomentará la creación de alojamientos rurales y lugares de restauración. Todos sabemos la importancia que tiene para el desarrollo del turismo el Camino de Santiago, por ejemplo, y lo que han prosperado económicamente en este sector los lugares por donde transcurre, sobre todo el Camino Francés, entre Saint Jean Pied de Port y Santiago de Compostela.

Pues bien, el miércoles de esta semana que termina y, con motivo de los horribles incendios que estamos padeciendo principalmente en nuestra comunidad castellanoleonesa, decidí comprobar las condiciones en las que se encuentra actualmente el recorrido entre Mieza y el Salto de Aldeadávila, uno de los más hermosos del GR-14, porque, en cada piedra que se pisa, en cada recodo del camino, se puede contemplar la excepcional belleza de nuestro paisaje arribeño. Recordemos lo que dejó escrito Don Miguel de este tramo: “Emprendimos la subida a Mieza desde Laverde, por un angosto sendero en resayos, entre peñascales…” Continúa la descripción diciendo: “Y antes de entrar en Mieza nos asomamos a la Code, que presenta el más imponente mirador de la Ribera…”.

Y la decepción que me sobrevino fue enorme. Y pensé, de nuevo, lo que siempre se dice en la prevención de los incendios: “los fuegos se apagan en invierno”. Pero, al parecer, las brigadas forestales dedicadas a la limpieza de senderos –competencia exclusiva de la Junta de Castilla y León en ese sendero de gran recorrido- hace mucho tiempo que no pasan por el itinerario y, como puede comprobarse en las fotografías realizadas, la hierba seca, las zarzas y la maleza invaden el espacio. Se puede comprobar también que, al ser un sendero muy transitado por turistas, caminantes y deportistas, muchos de esos “hierbajos” de descomunales dimensiones, están pisoteados sobre el camino, síntoma evidente que no han sido cortados en su momento, que el camino no ha sido desbrozado adecuadamente; siendo, en la actualidad, un combustible excepcional para la propagación de incendios. ¡Qué miedo! Con esto no pretendo echar más leña al fuego, lo que deseo es que la prevención funcione y sabemos que si se hacen correctamente las cosas, si se cumple con la prevención y, aún así, hay algún atisbo de incendio, se sofocaría inmediatamente. Tal como está, si lo hubiere, se propagaría escandalosamente, como está ocurriendo por desgracia en la actualidad en nuestra región.

En estos días han ardido más de 37.000 hectáreas en Castilla y León y el consejero de Medio Ambiente, cuando se le ha acusado de estar en una comida oficial en Gijón con motivo de la celebración del Día de León en la Feria Internacional de Muestras de Asturias, mientras el fuego había arrasado gran parte de León, lo único que se le ocurrió fue decir que eso de debe a “tener la mala costumbre de comer al mediodía”. La Junta de Castilla y León, por boca de su presidente Fernández Mañueco, dice que los recursos son limitados y “hacen lo que pueden”.

Recordemos, por otro lado, que mientras se alega falta de recursos, la política de la Junta es la de bonificar impuestos, sobre todo a los más ricos, porque, esas políticas son las que proporcionan más votos, es un enganche electoral inmediato, sin darnos cuenta de que bajar la carga tributaria siempre será negativo para los servicios públicos y para los intereses generales de la colectividad. ¿Cuántas brigadas de incendios se hubieran podido contratar con el dinero que se ha dejado de recaudar por las bonificaciones fiscales a los más ricos? Las Comunidades Autónomas se constituyeron para que los gobiernos autónomos –más cercanos en el espacio a los ciudadanos que en ellas habitan- gestionaran directamente los intereses generales.

Las Comunidades Autónomas no solo están para ocupar un sillón, celebrar el día de la Comunidad e ir de comilonas por tal motivo, decir cuatro obviedades y promesas que luego no se cumplen, saliendo en todos los medios de comunicación y luego cuando hay que gestionar, reclamar que el dinero salga de las arcas del “papá Estado” y culpar a éste de todas las desgracias no resueltas por ellos. Lo más cercano lo tenemos con la DANA de Valencia, en la que el presidente de la Comunidad, Mazón, en lugar de estar al mando de los operativos de prevención que hubieran salvado muchas vidas, estaba zampándose un buen banquete en “El Ventorro”.

Si se quieren tener unos servicios públicos óptimos, adecuados, que satisfagan los intereses generales, hay que tener una financiación adecuada. Y tal financiación no se puede obtener con rebajas fiscales, que son un caramelo envenenado, porque mientras para el ciudadano medio supone pocos euros de ahorro –muy pocos-, para los más ricos suponen cantidades importantes. Después, cuando hay problemas graves: pandemias o catástrofes naturales, no se tienen los recursos necesarios para afrontarlos. Lo mismo ocurre con la sanidad y la educación –también de competencia exclusiva de las Comunidades Autónomas-, en las que nos encontramos con falta de profesores y de médicos, salarios de miseria e incluso -lo que nunca se había visto hasta ahora- que se contraten docentes solo por el periodo del curso académico y se les despida al finalizar el mismo para volver a contratarlos de nuevo al inicio de un nuevo curso escolar. ¡Terrible! Esto, no es ni más ni menos que la quiebra del Estado del Bienestar, que tan peligroso es para la ciudadanía en general, sobre todo para los económicamente más vulnerables. Los ciudadanos tenemos que reaccionar ante este desaguisado; de lo contrario, llegará el momento en que no habrá servicios públicos, ni sanidad ni educación públicas, ni pensiones de jubilación y los montes, los pueblos y las ciudades arderán y será el fin de nuestra civilización.

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