El mismo día que el gobierno español presenta medidas legislativas destinadas a controlar democráticamente la basura sectaria que se expande por las redes sociales, mediante la aplicación de disposiciones que van desde la Ley para la Mejora de la Gobernanza Democrática en Servicios Digitales y Medios de Comunicación, hasta la ley europea de Servicios Digitales y diversos reglamentos europeos (Libertad de Medios y otros), todas para intentar limpiar, controlar, clarificar y extender la transparencia y la veracidad en las plataformas digitales, el ínclito León XIV convoca en Roma a los que él llama “influencers católicos” en las redes sociales, para darles directrices generales, consejos doctrinales y normas de comportamiento (religiosas, por supuesto) en todo lo que publiquen, viertan, inventen y expandan en las redes sociales.
La insultante pretensión de bondadosa inocencia que se refleja en las exhortaciones papales a los creadores de contenido católico en redes, entronca directamente con la ancestral apropiación de la iglesia católica de categorías de la bonhomía humana (piedad, solidaridad, honradez…), que bajo el paraguas de “humanismo cristiano” presenta como exclusivas de su doctrina y que han sido y son utilizadas políticamente por el reaccionarismo, el fascismo y el totalitarismo, para abrigar, argumentar y/o justificar dictaduras, represiones y crímenes.
Sin dudar de la intención (un decir) de la Iglesia Católica en cuanto a sus propósitos, justificar hoy, y apoyar, la proliferación de influencers religiosos, sabiendo que la religión es, además de una realidad espiritual de vivencia personal, fuente de sectarismo ideológico, manipulación política y colonización social de más que previsibles malas consecuencias de intoxicación, dirigismo, adoctrinamiento y gregarismo, sobre todo en jóvenes, hace que el encuentro papal con esos supuestos referentes católico-digitales, no sea sino un más que sospechoso aprovechamiento del ascendiente que esos charlatanes tienen sobre personas sin apenas herramientas de juicio, experiencia, crítica o contraste, para expandir y publicitar la presencia sectaria de creencias religiosas, posturas ideológicas, alineamientos radicales y militancias fanáticas, históricamente asociadas a los más oscuros períodos de la Humanidad.
Las próximas leyes y disposiciones que el gobierno español, las instituciones europeas y de otras latitudes trabajan por aprobar para auto-proteger a sus comunidades y a la sociedad de la intoxicación sectaria y la manipulación mental de los más jóvenes (y no solo), deberán incluir entre sus principales objetivos la vigilancia de las nuevas formas de expansión religiosa, manipulaciones históricas y papillas ideológicas, y la vigilancia de esas convocatorias sectarias urbi et orbi del jefe del Vaticano, que por mucha “inocencia”, “humanidad” o “fraternidad” que parezcan destilar, y por muy “espiritual” que se anuncie su contenido y su intención, no son sino una forma escalofriante, peligrosa y amenazante de la expansión de un gregarismo universal de aceptación, sumisión, docilidad y obediencia a los principios de una secta (pecados, penitencias, condenas, herejías, cielos e infiernos; aborto, eutanasia, machismo, homofobia…), cuya historia, realizaciones, comportamientos y escorias no la hacen, precisamente, aconsejable.