OPINIóN
Actualizado 30/07/2025 13:00:31
Agustín Palacio

Lo de Puerto de Béjar es el síntoma de una política que corre el riesgo de pudrirse (aún más) si no se actúa

Lo que ha ocurrido en el Pleno municipal de Puerto de Béjar no es solo una agresión entre políticos. Es una señal de alarma. Una que debería obligarnos a reflexionar con urgencia sobre los límites que estamos dispuestos a permitir en la vida pública. Y la respuesta debería ser una sola: tolerancia cero.

Un concejal del Partido Popular, según denuncia el PSOE y testigos presentes, agredió físicamente al alcalde socialista durante una sesión del Pleno. No hablamos de una discusión subida de tono ni de un cruce de reproches acalorados. Hablamos de violencia. De golpes. De una denuncia formal presentada en la Guardia Civil y de un parte médico que constata una contusión. Y sin embargo, aún no ha habido consecuencias.

No podemos normalizar esto. Porque si lo hacemos, si miramos hacia otro lado, si relativizamos o buscamos excusas, habremos abierto la puerta a que la política se convierta en un ring. Y cada vez que justifiquemos uno de estos actos, el nivel de nuestra democracia bajará un peldaño más.

La política ya sufre bastante descrédito. Si no somos capaces de establecer líneas rojas claras —y una de ellas debe ser la violencia en cualquiera de sus formas— estaremos contribuyendo a erosionar aún más su legitimidad. El PP provincial tiene la oportunidad —y la obligación— de actuar de inmediato. No puede haber matices cuando uno de los tuyos agrede a otro representante público. O lo cesas, o te conviertes en cómplice. No hay término medio.

Lo mismo vale para la ciudadanía: no podemos acostumbrarnos. No podemos encogernos de hombros como si esto fuera parte del folclore político. Cuando la violencia entra en escena, aunque sea una sola vez, el único camino posible es cortar de raíz. O lo hacemos, o nos resignamos a que lo que hoy nos escandaliza, mañana se nos haga rutina.

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