Conocemos la labor de la Unidad Canina de la Policía Local de Saamanca, así como a TAECAN, una empresa que utiliza el vínculo con estos animales a través de actividades terapéuticas, educativas y lúdicas
Conocemos la labor de la Unidad Canina de la Policía Local de Saamanca, así como a TAECAN, una empresa que utiliza el vínculo con estos animales a través de actividades terapéuticas, educativas y lúdicas.
En Salamanca, los perros de la Unidad Canina de la Policía Local no son solo agentes de cuatro patas, sino que son héroes que están entrenados para olfatear el peligro en las Calles; también se han convertido en terapeutas inesperados, en compañeros de sanación para quienes han sufrido lo indecible. Su labor, que comenzó hace casi trece años, ha evolucionado hasta convertirse en un referente nacional de innovación social, demostrando que el mejor amigo del hombre puede ser también el mejor aliado de una comunidad.
Lo que hoy es un pilar fundamental en la labor social y preventiva de la policía salmantina nació de la iniciativa del subinspector José Bartol. “La montamos en 2012, fue cuando accedí a oficial y presenté el proyecto”, recuerda, quien sigue al frente de la unidad.
Actualmente, la unidad cuenta con dos guías caninos con sus respectivos perros, a los que se ha incorporado recientemente un nuevo agente y un cachorro que ya ha comenzado su formación. “La idea es tener operativos tres o cuatro perros y un cuarto siempre un poco en reserva”, explica Bartol. Para este trabajo tan exigente, han apostado por el pastor alemán, una raza que se adapta bien a la ciudad, aunque su vida laboral útil se sitúa en torno a los ocho o nueve años.
Aunque su principal cometido es la lucha contra las sustancias estupefacientes, es en su faceta más social donde la unidad ha roto todos los moldes. El proyecto VioCan, desarrollado en colaboración con el área de Bienestar Social del Ayuntamiento, se ha convertido en una iniciativa pionera que apoya a mujeres que han sufrido situaciones de violencia de género. El objetivo es ayudarles a recuperar la autonomía y el empoderamiento a través del vínculo con un perro.
El éxito ha sido tal que el modelo ha sido replicado por policías de Granada y un municipio de Barcelona, y varias universidades se han interesado en su estudio. Para Bartol, esta faceta ha sido una
revelación personal.
A raíz de esta iniciativa nació Pequecan, otro programa destinado a los hijos de estas mujeres, también víctimas silenciosas de la violencia. Además, la unidad
ya planea un nuevo proyecto para trabajar con niños con discapacidad.
El foco principal de la Unidad Canina, que ocupa entre el 70% y el 80% de su tiempo, es la prevención del menudeo de drogas, especialmente en los entornos más vulnerables. “Nuestros perros están especializados en la detección de estupefacientes y sobre todo en el menudeo en las inmediaciones de centros escolares, que es lo que más nos preocupa en el tema de los menores”, afirma
Más que acumular denuncias, el objetivo es proteger. “Solo con la presencia de nuestros perros en las inmediaciones de los institutos, centros educativos y parques, está contrastado que evita el menudeo y el consumo”, añade Bartol. La meta es ambiciosa y clara: conseguir que “la interacción de los menores con las sustancias estupefacientes sea lo más tardía posible”.
Lejos de métodos severos, la formación de estos agentes caninos se fundamenta en el refuerzo positivo y el instinto más básico del animal: el juego. “Todos los entrenamientos se hacen ya centrándonos en lo que es el perro, en la base de juego. Se estrena como si fuera un juego con algo que le estimule. Cuando el juguete, el objeto o el sentimiento con el que se entrena se estimula (por ejemplo, se encuentra el juguete) recibe su premio tantas veces lo encuentra y tantas veces lo recibe”, detalla el subinspector.
Cuando el físico empieza a resentirse, llega el momento de la jubilación. Aunque los perros son propiedad de los agentes, el Ayuntamiento sufraga todos los gastos durante su vida activa. Al retirarse, el destino es el hogar de quien ha sido su compañero de batallas.
Una de las actividades podría ser la de un perro de intervención, tumbado en calma, ofreciendo su calor y su presencia a un niño con una discapacidad motora tan severa que su única ventana de comunicación con el mundo son sus ojos. Esto no es una ficción, sino la realidad cotidiana y transformadora que impulsa a Taecan, una asociación salmantina que ha hecho del vínculo entre humanos y canes una poderosa herramienta de bienestar.
Su labor, desarrollada en colaboración con entidades como AERSCYL o ASPACE y en espacios como la biblioteca de Villamayor, se especializa en las intervenciones asistidas con animales. Un trabajo profesional y medido que aprovecha la motivación que solo un animal puede generar para derribar barreras físicas y emocionales.
El objetivo principal, según explica Álex, miembro de Taecan, es “aprovechar el estímulo, la motivación que supone el contacto con el perro” para realizar diferentes actividades. Es este impulso el que anima a los usuarios a participar, esforzarse y, sobre todo, disfrutar del proceso.
Aunque a menudo se engloba todo bajo el término ‘terapia’, desde Taecan matizan la importancia de diferenciar los enfoques. Cuando la actividad tiene una perspectiva lúdica, sin metas terapéuticas predefinidas, el término correcto es otro. “No es una terapia reglada, es algo que se enfoca desde una perspectiva lúdica y por lo tanto no hay objetivos, no se puede denominar terapia, sería una intervención asistida por animales”, aclara.
El trabajo de la asociación se despliega en tres ámbitos bien definidos: el educativo, donde se persiguen objetivos didácticos; el terapéutico, con metas acordadas por un equipo interdisciplinar para trabajar con personas mayores o en centros ocupacionales; y el lúdico, donde la meta principal es el disfrute y la conexión.
Incluso en las sesiones sin objetivos terapéuticos estrictos, los beneficios son tangibles y han sido validados por numerosos estudios. El impacto se produce a nivel fisiológico y social. “Se ha constatado en estudios, sobre todo a nivel fisiológico y a nivel social, una mayor interacción tanto con el perro como con los guías que somos nosotros del perro, como con el resto del grupo”, detallan desde la asociación.
A esto se suman cambios directos y positivos en el organismo, como “la disminución de la presión arterial y segregación de una serie de hormonas que son beneficiosas”. El perro actúa como un estímulo vivo e impredecible; sus reacciones espontáneas, como un bostezo o un movimiento de cola, generan risas y crean un ambiente de confianza y relajación.
Detrás de cada intervención exitosa hay un perro excepcional. Taecan cuenta actualmente con cuatro canes que son la piedra angular de su proyecto. La filosofía de la asociación es clara y rotunda: “Son parte de nuestra familia, son uno más”, afirma Álex. Viven con sus guías, comparten su día a día y ese vínculo es la base de todo.
La selección es rigurosa, buscando un carácter tranquilo, predecible y que disfrute del contacto social. A esta base se suma un entrenamiento específico que va más allá de la obediencia básica, enseñándoles habilidades funcionales como transportar objetos con la boca, señalar con el hocico o la pata, o mantener una posición determinada durante un tiempo.
Cada intervención es única. Por ello, el equipo de Taecan realiza una fase previa de preparación, reuniéndose con los profesionales de los centros o las familias para conocer las características, motivaciones e intereses de los usuarios. Esto permite diseñar actividades y adaptar los materiales para que sean accesibles y estimulantes. Así, el perro se convierte en un puente de conexión y bienestar, un héroe silencioso cuya labor callada transforma vidas en Salamanca.