EMPRESAS
Actualizado 08/07/2025 14:49:14
Rafael Herrero

Su éxito no se mide solo en cifras o fronteras superadas. Está en su gente: pasaron de 12 trabajadores a casi 90 cuando comenzaron a exportar a EE.UU., todos de la zona de La Alberca y sus alrededores

En el pueblo de La Alberca, ubicado en un pequeño rincón de la Sierra de Francia, donde las historias se escriben con manos curtidas y alma generosa, allí en 1956, dos socios abrieron una carnicería que pronto marcaría el comienzo de un legado. Pero como en toda buena historia, hubo un giro inesperado: la carnicería no generaba ingresos para dos familias. Así que, con la sencillez de los de antes, echaron a suertes quién se quedaba. Y la moneda, caprichosa, decidió que Fermín Martín seguiría entre jamones, embutidos y el aroma de su tierra, mientras su socio tomaba camino hacia Francia.

Fermín, hombre de pueblo y convicciones firmes, lo tuvo claro desde siempre: “Si me hubiese tocado irme, no me habría ido. Yo soy de aquí, de mi gente.” Y así fue como, junto a su mujer, comenzó a forjar una historia que hoy emociona contar. En 1963 invirtieron en sus primeras instalaciones, y en 1989 sus hijos, Francisca y Santiago, la segunda generación, tomaron el relevo, fundando la sociedad tal como hoy la conocemos.

Pero si hay un capítulo que merece ser contado con especial orgullo, es el de su aventura americana. Todo comenzó con unas gestiones valientes en 1995, cuando apenas se vislumbraba la posibilidad de exportar a Estados Unidos. Nadie lo había hecho antes desde España, el camino estaba por abrirse, y los obstáculos eran más altos que las montañas de la Sierra. Diez años después, el 31 de agosto de 2005, el sueño se hizo realidad: Embutidos Fermín cruzó el océano. Hoy celebran, con alegría serena y corazón lleno, los 20 años de aquella hazaña.

La presentación de este aniversario tan especial estuvo a cargo de la familia: Francisca y Santiago, los hijos de Fermín, y Soraya, la hija de Santiago, que representa ya a la tercera generación. Fue ella quien, con una sonrisa llena de ilusión y coraje, tomó la palabra y, sin decirlo, dejó claro que el futuro de esta empresa sigue en buenas manos.

Santiago, como buen contador de historias, recordó esa anécdota del sorteo que cambió su destino familiar. Y todos los presentes sonreímos al imaginar aquella escena, quizá en una mesa de cocina, con una moneda en el aire decidiendo lo que hoy celebramos.

El éxito de Embutidos Fermín no se mide solo en cifras o fronteras superadas. Está en su gente: pasaron de 12 trabajadores a casi 90 cuando comenzaron a exportar a EE.UU., todos de la zona de La Alberca y sus alrededores. Y no solo ellos, también sus proveedores son vecinos, amigos, parte de esta gran familia que ha apostado por quedarse, por crecer sin renunciar a sus raíces.

En Estados Unidos, contaron con un aliado excepcional: el chef José Andrés, que no solo llevó sus productos, sino también su historia, su esencia, a los paladares americanos, convirtiéndose en un verdadero embajador de Fermín, según sus palabras ‘la comida también cuenta historias’.

Cuando tuve la oportunidad de hablar con ellos, no pude más que felicitarles por lo logrado. Y en especial, a Soraya, por su fuerza, por las ganas que transmite, por el respeto con el que toma el testigo de una historia tan valiosa. Todos ellos son gente sencilla, cercana y agradecida. Y quizá ese sea el verdadero secreto de su éxito.

Como bien dijo Santiago, “todo esto se hace con pasión, con trabajo y con ganas de hacer lo mejor que se pueda”. Desde aquí, no puedo más que desearles que sigan cosechando lo que han sembrado con tanto esfuerzo y amor.

Porque esta historia, como las buenas, aún tiene muchas páginas por escribir.

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