En el acto, arropado por familiares y vecinos, el novillero sanfeliceño recibió un capote de paseo con la imagen del Nazareno bordada para darle aliento en su carrera taurina.
No eran seis victorinos los que le esperaban, aunque quizás, como le dijeron, lo hubiera preferido. Lo que encontró el novillero Álvaro Rojo este sábado en el salón de actos de la Asociación Cultural Alhóndiga fue algo mucho más imponente: una "cariñosa encerrona" organizada por su pueblo, San Felices de los Gallegos, para arroparle en su camino a ser matador de toros.
El joven, visiblemente sorprendido, fue recibido entre aplausos por sus padres, vecinos y amigos en un evento diseñado para insuflarle ánimos ante el nuevo paso que dará en su carrera el próximo año. El homenaje comenzó con la proyección de un vídeo que recorría su vida, desde su nacimiento hasta su más reciente faena en la centenaria plaza de carros de la localidad, pasando por sus inicios en la Escuela de Tauromaquia de Salamanca.
El momento cumbre de la tarde llegó con la entrega de un regalo cargado de simbolismo. Sobre el escenario, se le hizo entrega de un espectacular capote de paseo con la imagen bordada del Nazareno, un símbolo de fe inquebrantable para todos los sanfeliceños. Para que la protección sea completa, en el interior del capote se introdujo un trozo del manto de la venerada imagen, un amuleto para que siempre, allá donde esté, tenga muy presente a su pueblo.
El acto, conducido con maestría por Marisol Tapia, secretaria de la Asociación Cultural La Alhóndiga, interpeló directamente al homenajeado desde el inicio: "Te preguntarás: ¿Por qué estás aquí?, ¿por qué todo este público? [...] La respuesta es muy sencilla: Estás rodeado de mucha gente que te quiere, te admira y te apoya". El objetivo, explicó, era "lidiar juntos esta tarde, el toro más grande, más serio, el que más humilla, el de más noble embestida: El toro del cariño... el toro de la amistad".
Tapia tuvo palabras de agradecimiento para el entorno más cercano del novillero, su "cuadrilla de lujo". Agradeció a sus padres, "a Antonio, tu fiel y más leal compañero" y "a Merce, tu madre, por su entereza, por su sufrimiento, por cada lágrima que vierte en soledad". También reconoció la labor de sus maestros de la escuela, José Ignacio, José Ramón y Javier, "porque te han enseñado, te han exigido y te han hecho crecer como torero".
En su intervención, destacó los valores del joven que han "conquistado el corazón de cada uno de nosotros", como su "sencillez, humildad, respeto y generosidad". Mirando al futuro, le aconsejó: "Sabemos que esta difícil carrera no es de velocidad, sino de fondo... y de fondo se necesita tener valores". Le animó a mantener la fe y a ser siempre fiel a sí mismo: "Respeta siempre a la plaza, al público, al toro, pero sobre todo, respétate a ti mismo y nunca pierdas tu esencia, ni tú sentido del toreo".
Tras la entrega de un ramo de flores y el capote de paseo, también otro símbólico de brega con las rúbricas de su vecinos en el reverso, tomó la palabra el párroco de la localidad y gran aficionado taurino, Antonio Risueño. En su discurso, recordó la importancia de tener ilusiones y de entregarse a una vocación, aunque ello suponga un gran sacrificio. "Tu vocación se va a llevar por delante parte de tu juventud, no lo dudes, pero no te pese", le aconsejó, asegurándole que "todo lo que le entregues al toro, por un lado o por otro, el toro te lo va a dar".
También intervino uno de sus amigos de peña, quien le transmitió todo el ánimo de su cuadrilla de amigos para que siga adelante con su sueño. Finalmente, el propio Álvaro Rojo, hizo una vez más gala de su sencillez, humildad y también timidez: "Muchas gracias a todos por haber venido. Muchos de vosotros sois los que me apoyáis día tras día y tarde tras tarde. Y por todo eso quiero daros las gracias de todo corazón".
El homenaje concluyó con un vino español ofrecido en uno de los establecimientos de la localidad, un broche de oro para una jornada en la que San Felices de los Gallegos demostró que la fe en su novillero es tan fuerte como la que profesan al Nazareno que ahora le acompañará en cada plaza.