ALBA DE TORMES
Actualizado 03/07/2025 16:08:17
Roberto Jimenez

En "A su Salud", el cardiólogo albense Roberto Martín, jefe del servicio de Cardiología del Hospital Quirónsalud Valle del Henares, habla del impacto de las altas temperaturas en personas con enfermedades cardiovasculares.

El asfalto quema, el aire se vuelve denso y cada bocanada parece insuficiente. La llegada del verano y sus olas de calor no solo ha traído consigo un cambio en el termómetro, sino una alerta sanitaria que a menudo pasa desapercibida entre las recomendaciones para proteger la piel o evitar la insolación. Se trata de una amenaza silenciosa y directa al motor de nuestro cuerpo: el corazón. Las altas temperaturas someten al sistema cardiovascular a un sobreesfuerzo extraordinario, un fenómeno que los expertos denominan “estrés térmico” y que puede tener consecuencias fatales, especialmente para las personas con patologías previas.

Para arrojar luz sobre este riesgo latente, el doctor Roberto Martín Reyes, jefe del servicio de Cardiología del Hospital Quirónsalud Valle del Henares, ha detallado en los micrófonos de Onda Cero Alcalá el impacto real del calor en la salud cardiovascular. Lejos de ser una simple incomodidad, el calor extremo se ha convertido en un factor de riesgo de primer orden. “Las olas de calor cada vez son más duraderas, se estima que duran como dos o tres días más, y de una temperatura media cada vez mayor”, ha advertido el especialista. Esta nueva realidad climática ha hecho que la exposición sostenida a altas temperaturas suponga “una carga fisiológica muy significativa para el sistema cardiovascular”.

Las cifras respaldan esta preocupación. Si en 2019 se atribuyeron 93.000 muertes al calor, las proyecciones son aún más alarmantes. “La OMS ha actualizado datos y prevén entre el año 2030 y 2050 en torno a 250.000 muertes al año atribuibles al calor”, ha señalado Martín Reyes. Este incremento se debe a dos factores clave: la intensificación de los fenómenos meteorológicos extremos y un progresivo envejecimiento de la población, que es a su vez más polimedicada, lo que aumenta la vulnerabilidad.

El mecanismo del 'estrés térmico'

Pero, ¿cómo ataca exactamente el calor a nuestro corazón? El doctor Martín Reyes lo ha explicado a través del concepto de estrés térmico, que se produce cuando el cuerpo acumula más calor del que es capaz de disipar. El organismo intenta defenderse mediante dos vías principales: la respiración y, sobre todo, la sudoración. Sin embargo, cuando el calor es excesivo, estos mecanismos pueden ser insuficientes y, paradójicamente, contraproducentes.

“Al final con tanto calor nos deshidratamos, disminuye el volumen circulante dentro de los vasos sanguíneos. Esto hace que la tensión baje y eso hace que el corazón para compensar se fuerce incrementando su trabajo”, ha detallado el cardiólogo. A este primer esfuerzo se suma un segundo mecanismo: la vasodilatación periférica. El cuerpo, en un intento de enfriarse, desvía más sangre hacia la piel. Esta redistribución del flujo sanguíneo obliga al corazón a latir más rápido y con más fuerza para mantener la presión arterial en el resto de órganos vitales, generando un estrés adicional.

Este proceso, que una persona sana puede compensar, resulta crítico para quienes ya tienen una condición cardiovascular. “Los pacientes que están ya cogidos con pinzas, si pudiéramos denominarlo así, es decir, que ya tienen patologías que están en un equilibrio inestable, un exceso de calor provoca una descompensación, porque el corazón ya no tiene esa capacidad de reacción adicional que puede tener una persona sana”, ha sentenciado Martín Reyes.

Grupos de riesgo y prevención

La vulnerabilidad no es igual para todos. El doctor ha identificado a los colectivos que deben extremar las precauciones: personas con hipertensión arterial, arritmias o insuficiencia cardíaca, así como aquellos que han sufrido infartos o ictus. También ha incluido a los mayores de 70 años, las mujeres embarazadas y los niños menores de 5 años. Para todos ellos, la prevención es la mejor herramienta.

Las medidas, aunque conocidas, deben aplicarse con rigor. La hidratación es fundamental, bebiendo entre 2,5 y 3 litros de agua al día, “aunque no se tenga sed”, y evitando bebidas con alcohol o cafeína. Es vital reconocer los signos de deshidratación: mareos, calambres, cansancio extremo o bajadas de tensión.

Evitar la exposición solar en las horas centrales del día, entre las 11 de la mañana y las 6 de la tarde, y realizar ejercicio físico a primera o última hora del día son otras de las recomendaciones clave. Sin embargo, el doctor Martín Reyes ha introducido un matiz crucial y a menudo olvidado: el ajuste de la medicación.

“Yo a muchos pacientes les suelo ver antes de empezar el verano porque hay que ajustar la medicación a la baja. Suele tener que reducir la dosis de algunos fármacos para evitar bajadas de tensión, precisamente, o deshidratación por el uso de diuréticos”, ha explicado. Este control médico personalizado es vital para atravesar el verano sin descompensaciones.

La alimentación también juega un papel protector, priorizando frutas y verduras, y alimentos ricos en potasio como el plátano o el tomate para reponer los electrolitos perdidos con el sudor. Finalmente, el cardiólogo ha ofrecido un consejo práctico e innovador para quienes planean sus vacaciones: informarse sobre si el destino cuenta con espacios cardioprotegidos. “Me interesaría por saber si tienen zonas donde haya desfibriladores, que en muchas playas los hay, en muchos cruceros los hay. Esas preguntas que parecen una tontería son muy importantes”, ha concluido.

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