En la cumbre de la OTAN celebrada esta semana, todos los países han hecho seguidismo de las exigencias de Trump, ese líder que, en lugar de estar dirigiendo un país debería estar procesado por delitos muy graves, ya que intentó alterar por la fuerza el resultado de unas elecciones democráticas –las que le dieron la victoria a Joe Biden en noviembre de 2020-, porque, ya se sabe, los líderes autoritarios solo creen en el sistema democrático sin son ellos los que resultan elegidos, porque cuando lo son sus adversarios, buscan todos los resquicios posibles –legales e ilegales- para imponer su criterio. Y si es necesario hacerlo por la fuerza, a base de bulos y utilizando la justicia, lo hacen sin ningún pudor.
Pero no todos los líderes europeos “agacharon las orejas” ante el jefe, ante el histriónico, irresponsable y caprichoso presidente norteamericano, ya que Pedro Sánchez, el presidente español, no está dispuesto a realizar gastos excesivamente elevados en armamento y defensa, dado que hay políticas sociales que en el orden de prioridades son infinitamente más importantes para los ciudadanos y para el mantenimiento del Estado del Bienestar. No sé lo que pensarán los ciudadanos económicamente más vulnerables cuando interioricen, cuando se den cuenta de que el excesivo gasto del Estado en armamento y seguridad va en detrimento de las pensiones, de la sanidad, de la educación y de los servicios sociales. No sé qué pensarán los pensionistas y jubilados, quienes después de toda una vida trabajando, esforzándose para conseguir la mejora y el bienestar de sus familias, el estudio y el porvenir de sus hijos, después de estar subido 40 años o más subido en un andamio de la construcción soportando los rigores climatológicos, vean en un futuro recortadas sus “pírricas” pensiones. No sé qué pensarán los ciudadanos cuando en algún momento algún gobernante de la derecha extrema o de la extrema derecha –si llegan al poder- les diga que como la sanidad pública es un desastre, que van a dejar de financiarla y que, sintiéndolo mucho, van a potenciar y financiar a los operadores privados para que gestionen la sanidad. No sé qué pensarán los ciudadanos, en general, cuando ante la falta de presupuestos para la educación pública, vaya desapareciendo y se bendiga la privatización de la enseñanza.
No podemos permitir que utilicen la indecente “motosierra” para políticas sociales con la ciudadanía mientras ellos manejan el dinero publico como si fuera un cortijo de su propiedad: de Trump lo único que se traslada a la opinión pública son las esperpénticas firmas que estampa en sus estrambóticos decretos y los viajes que realiza a todo tipo de países con su avión presidencial y el nuevo avión que le han regalado los dueños de los “petrodólares”, su mala educación y su caprichosa forma de ser. En cambio, nunca hemos visto ni sesiones de control hacia él ni debates legislativos en el Congreso norteamericano.
La clave está en generar el problema. La derecha extrema y la extrema derecha son, en eso, unos genios. Primero van haciendo recortes suaves en servicios públicos esenciales, pero sistemáticos y sostenidos en el tiempo, que necesariamente provocan el caos en estos servicios provocando el hastío de la ciudadanía. Lo mismo ocurre con las guerras y la seguridad ciudadana. Crean el problema, como lo han creado Netanyahu en Gaza o Putin en Ucrania y Trump en Irán, Gaza y otros lugares y después trasladan a la ciudadanía de forma interesada ese problema, porque es el mejor argumento para inculcar el miedo en la sociedad. Una vez generado el temor, estos líderes autoritarios vuelven a intervenir para transmitir a la opinión pública lo siguiente: “yo tengo la solución a esos problemas, armémonos hasta los dientes y protejámonos, aunque, para ello, haya que incrementar desproporcionadamente el gasto en defensa…” En materia de seguridad ciudadana, la derecha extrema y la extrema derecha se encargan de magnificar hechos aislados muy graves de algún crimen que se haya cometido, para dar la sensación a la ciudadanía de que hay que protegerse frente al crimen, que las chicas no pueden salir solas porque la noche está llena de violadores asesinos y que la solución la tienen solo ellos y necesariamente tiene ser el incremento desproporcionado de las penas en el Código Penal. Si, además, acompaño las informaciones de casos muy graves de delitos –aunque insisto, muy aislados en España, ahí están las estadísticas- con noticias falsas, lanzando mensajes de que “ha sido un marroquí, un colombiano o un MENA senegalés que reside ilegalmente en España”, mejor para su estrategia malvada, porque así se incrementará el odio de la ciudadanía hacia los extranjeros; eso sí, no a todos los extranjeros, sino a los más vulnerables, generando una brutal aporofobia, porque si el extranjero es un futbolista famoso o un empresario pudiente, no se puede impulsar el rechazo hacia él.
Me contaba hace bien poco una alumna italiana que se ha graduado en nuestra Universidad salmantina, lo siguiente: “Es cierto que España es un país muy seguro y que tiene una de las tasas de criminalidad más bajas del mundo. Al principio, cuando debatíamos sobre estas cuestiones en clase y llevaba poco tiempo en España, pensaba que no era del todo cierto, pero después de vivir 4 años en Salamanca y haber visitado varias zonas del país, tengo que reconocer que aquélla afirmación es rigurosamente cierta. Soy italiana y no sólo en Salamanca, también en Madrid y en las ciudades que he visitado, me he sentido mucho más segura, no sólo que en Roma, Milán o Nápoles, sino también que en mi pueblo, una pequeña localidad del norte de Italia”.
De lo que tiene que concienciarse seriamente la ciudadanía es de que los servicios públicos esenciales, las políticas sociales y el Estado del Bienestar serán historia en pocos años si permitimos que la derecha extrema y la extrema derecha accedan al poder. A nivel internacional comprobamos que cuando el “jefe”- aunque sea un descerebrado político- ordena y manda, no hay nadie, salvo raras excepciones, que cuestione sus criterios, tampoco los líderes españoles conservadores y ultra conservadores. La prueba más evidente es que ni VOX ni PP se han atrevido a contradecir a Trump, a Milei o a Orban. Y Feijóo sigue muy “a raja tabla” la teoría de la “zorrería política”, porque cuando ha sido preguntado qué haría él si fuera presidente del gobierno en relación al 5 % del gasto en la OTAN, no ha respondido y aunque le vuelvan a preguntar nunca lo aclararía. Así es Feijóo, un político resentido porque siempre pensó que sería presidente inmediatamente y que todo el mundo le haría la “ola”, poco de fiar (sabe colocarse bien la piel de cordero para que no se le vean los afilados colmillos) y con una entidad política bastante cuestionable.