Había una vez un fontanero/a al que un día llamaron con urgencia para poner un parche a una tubería. El fontanero replicó: “esa tubería no necesita un parche, lo que hace falta es cambiar todo el sistema de fontanería de la casa”. Los dueños le dijeron "ya, lo sabemos, pero ahora mismo tenemos prisa". El agua sale y lo encharca todo, nos vemos envueltos en el lodo y el fango... Pónganos el parche, cuanto antes y en cuando pase el huracán que propicia la fachosfera le llamaremos para cambiar toda la fontanería y usted sabe que somos agradecidos con quien tapa nuestros agujeros.
El fontanero aplicó el remiendo, cobró barato en espera de poder llevarse luego una buena cantidad de pasta. Hizo un buen apaño para que viera el amo una muestra de lo hábil que podía llegar a ser en trapacerías. Tan bien puso el parche que los habitantes de la enorme mansión dejaron de chapotear fango y hasta el olor a cloaca había disminuido. Ante el bien estar que se respiraba, se les olvidaron las prisas. Pasó un año y medio cuando decidieron renovar toda la fontanería. Habían podido ahorrar y el parchero era solo un pobre desgraciado que había caído como otros en la red de la mentira.
Reunidos los 27 miembros del palacete, deciden apartarle, y aquellas charlas llenas de promesas se convierten en “bulos” inventados por el plomero/a. Cada día el mayordomo trae cartas que el amo ordena sean quemadas sin abrirlas.
En su mente enferma, desbordada de: soberbia, engreimiento, arrogancia y altivez, solo cabía un diseño con griferías de oro, bañeras de mármol, duchas de hidromasaje… Tan goloso resultó el proyecto que grandes empresas presentaron sus ofertas junto con la del viejo fontanero. A la hora de evaluarlas, al llegar a la del fontanero sumiso, los amos dijeron: Este es un parcheador, un chapuzas, que en nuestros planes actuales no tiene cabida.
Moraleja: el fontanero que les había salvado del caos, ahora era un desconocido. Se necesita un cambio, pero no sencillo, como había planteado el lampista… Cuando se mira a las personas que han logrado convertir humo en su medio de vida, no olvide, que tras ello se oculta una patología con sesgo de supervivencia.