A partir de ahora, En los hospitales de Castilla y León, se les entregará a los padres que pierdan a su hijo durante el embarazo, a punto del parto o en los primeros días de vida una caja que se conocerá como caja de duelo. Las cajas, adquiridas de forma centralizada por la Gerencia Regional de Salud, son para que los padres guarden recuerdos del bebé: unos patucos, un chupete, un sonajero, una fotografía, la pulsera de identificación del hospital, el cordón umbilical…… y contendrán un manual de instrucciones para aprender a afrontar el trance, con lo que se pretende humanizar el sistema sanitario. ¡Qué cosas! ¿A qué lumbrera se le habrá ocurrido esta idea?
Leyendo esta noticia en la prensa me ha venido al recuerdo una mujer que unos días después de dar a luz se dirigió al INSS para renunciar a la baja de maternidad pues creía que no podía seguir cobrándola.
—¿Por qué? —pregunté ante una decisión tan extraña.
La mujer rompió a llorar amargamente y cuando pudo balbucear unas palabras dijo: “Porque se me ha muerto el niño”
Solo pude llorar con ella y esperar a que se quedara sin lágrimas para poder hablar del asunto y animándola comprendiendo su dolor pues no hay nada más triste para una mujer que va al hospital a dar a luz con toda la ilusión del mundo y vuelve a casa con los brazos vacíos. Estoy segura de que a aquella mujer la caja del dolor le habría hecho más daño que bien. Daño porque su dolor solo podía curarlo el tiempo, y no porque el tiempo lo cure todo como dice la gente, sino porque el tiempo es el único que nos enseña a vivir sin lo que la vida nos quita. De hecho, todos conocemos personas que, ante la muerte de un ser querido, retrasan el tiempo de vaciar su armario, de guardar sus objetos personales, de deshacer su casa, porque tienen que esperar a que él haga su trabajo. Y en el caso de los niños con mayor motivo. Seguramente aquella mujer que hoy ha venido a mi recuerdo habrá tenido otros hijos, pero aquel que se le fue lo seguirá teniendo en su memoria, en su recuerdo, en su corazón, y hasta es posible que haya comprado una caja en los chinos, que por cierto, las tienen preciosas y baratas, para guardar sus cositas, pero será una caja que ella ha elegido, que le recordará a su niño, no al macabro regalo de un hospital.
No sé si las cajas del dolor servirán para que alguna empresa vea crecer sus ingresos en estos tiempos de crisis; no sé si las cajas del dolor no serán más que un desesperado intento del Partido Popular para arañar votos ante el olor a elecciones que percibe; no sé si las cajas del dolor servirán para que los padres que la reciban se sientan recompensados o no porque desde que los listos son los que gritan y los tontos los que piensan todo puede esperarse, lo que sí sé es que si esta medida se ha tomado para humanizar la sanidad es porque se reconoce que no lo está, y habrá que esperar a ver si se queda en esto, o si las autoridades sanitarias deciden seguir avanzando.