El peso no atómico de eso que anida en el seno de la vida.
Miro la ventana,
mi alma contempla el mundo.
Los árboles respiran,
nos advierten.
Nos saben en un siglo consumido.
La mente organiza en conceptos
un mundo infinito que escapa
al uso y la costumbre del instante.
El tiempo lo habita el recuerdo,
que vuelve a las cosas
que quedan como estímulos.
Las flores se marchitan y disecan.
Disecas las conservo en el estudio,
ajenas a la vida, sin fragancia,
erguidas, sin embargo, en el espíritu.
Un orden racional sobrepasado
por algo que le sirve de sustento y pretexto.
El ansia de infinito, la molécula
que flota en el éter de un sueño.
La lluvia, el cansancio
hermoso de las flores empapadas.
La roca en la foto de internet,
en torno al brutalismo del recinto
que nace del amor del arquitecto.
La música,
la nota,
el silencio.
El pulso en el suspenso que afina.
La forma de la esfera, el cuadrado.
La imagen estampada en el tatuaje del pasado,
impresa en la memoria,
en el fondo,
que vemos con los ojos del espíritu.
La gente a quien debemos una tasa,
la gente que reprime exigirla,
la gente que la exige, que la paga.
La gente que no ve lo que nos debe.
La fe, la tolerancia, la empatía.
La franja sin la gaza extinguida.
El drama de los grandes y los ricos.
La joven que desvía la mirada.
La dama que la clava en el vacío.
La voz de los difuntos que nos llama,
enciende, ilumina,
sonando como siempre en el pasado.
La luz de la belleza, el encanto
que queda resonando cuando pasa.
El peso no atómico de eso
que anida en el seno de la vida.
***torres_rechy@hotmail.com***