OPINIóN
Actualizado 06/06/2025 07:54:27
Manuel Rodríguez Fraile

En estos últimos días unos 270.000 alumnos se han enfrentado a la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) con un nuevo modelo de exámenes. Es la primera que se incorporan criterios de corrección más o menos unificados y un modelo competencial que tendrá en cuenta desde una buena presentación hasta la coherencia de los textos redactados, la corrección de las formas gramaticales, léxicas y ortográficas (las faltas de ortografía penalizan). Sin duda es un importante paso adelante para ir dejando a tras esos obsoletos métodos que primaban la memoria para dar prioridad a la inteligencia que como bien decía Aristóteles consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica. Pero con ser significativos estos avances no son suficientes.

Digamos que los nuevos modelos continúan siendo analógicos mientras las nuevas generaciones son ya digitales. Viven y vivirán en entornos tecnológicos con los que deberán coexistir y desarrollar no sólo su actividad profesional sino también la privada.

Para el físico británico Stephen Hawking la inteligencia artificial es el mayor desafío de nuestra época, y ese desafío estamos aún lejos de enfrentarlo en el contexto educativo. Ni se está emprendido a nivel universitario y mucho menos en los ciclos de primaria, secundaria y bachillerato.

En el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) están involucrados muchos temas no sólo técnicos también educativos, sociales, políticos, psicológicos y filosóficos; porque detrás de ella hay muchas ideologías y profusas creencias.

Para ello, es urgente comenzar a pensar en el asunto con el fin de diseñar y poner en marcha nuevos e innovadores medios, así como herramientas y experiencias en la adquisición del conocimiento en todos los niveles de los futuros ciudadanos porque en la actualidad parecemos más interesados en prevenir su mala utilización y sus posibles efectos nocivos que los innumerables beneficios que puede suponer una correcta y responsable utilización.

Los tímidos intentos realizados hasta la fecha son insuficientes además de confusos y ambiguos. No se trata de que los estudiantes puedan utilizar portátiles en clase, hacer sus presentaciones en PowerPoint o mandar sus trabajos a las plataformas creadas al efecto. Tampoco pueden reducirse a prohibir el uso de móviles en las instalaciones educativas o mejoran los métodos para detectar el plagio. Josep M. Esquirol en su libro La escuela del alma, dice “Tanto la formación como la información aluden a procesos y, en general, un proceso nos lleva hasta algún sitio o, al menos, va en una dirección”.

Debemos desarrollar en los alumnos competencias para la obtención, discriminación y verificación de la información y el conocimiento, así como potenciar sus capacidades para discriminar contendidos y comunicarlo, porque toda la información que necesitan está a su disposición en el mundo digital, pero deben aprender a manejarla.

El problema no es reflexionar sobre un futuro enfrentamiento entre la IA y los seres humanos, porque lo que se está dando ya hoy, y se agravará en el futuro muy próximo, es el enfrentamiento por el control de la información entre distintos grupos de seres humanos. No sólo entre los poseen la tecnología, también entre aquellos que tienen competencias digitales y aquellos que está generando importantes desigualdades.

Si la IA es capaz de aprender las acciones que debe realizar al aplicar distintos tipos de razonamiento, debemos aprender nosotros de ella porque tiene mucho que enseñarnos. La IA, de momento, actúa como si fuera inteligente y nosotros estamos en la obligación de ser inteligentes.

Yo confío en que a no mucho tardar nuestros gobernantes rescaten la propuesta, arrinconada una y otra vez, de alcanzar un Parto de Estado por la Educación. Un pacto valiente, un pacto que debe contemplar cambios desde los niveles más básicos hasta los más elevados.

Dada la enorme velocidad de los avances tecnológicos las instituciones públicas y el sector educativo deben enfrentar ya la necesidad de adaptarse e innovar. Es urgente identificar en el proceso de implementación de la IA ese “sitio” o esa “dirección” de la que habla Josep M. Esquirol, porque si no llegaremos tarde de nuevo.

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