De la mano fuimos aquel día
a la pradera en que se convertía,
en muy pocos instantes, nuestra cama,
cogidos, con las manos ardientes,
con los fuertes latidos,
corazones sonoros.
Fuimos de la mano
recorriendo todos los espacios,
las cumbres escaladas,
los hombros encendidos,
la risa, el juego, la grana,
fuimos iris posado, devoto, en otro iris,
y vaivén de olas al ocaso.
De la mano,
todo eso fuimos aquel día.
Mercedes Sánchez